Fernando García Cadiñanos, un obispo comprometido con sus diocesanos

José Carlos Enríquez Díaz

El obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, ha asegurado este pasado miércoles 21 de diciembre que el objetivo de su labor es «que la gente recupere la ilusión y se una a la fe cristiana».

Así lo ha afirmado durante un desayuno informativo con los medios de comunicación con motivo de la Navidad, donde ha agradecido el trabajo de los periodistas en la zona norte de las provincias de A Coruña y Lugo, por cubrir los temas religiosos y se ha interesado por la percepción de los medios sobre los asuntos eclesiásticos.

Así es, hoy en día nuestro sistema educativo llena de hechos la cabeza de nuestros jóvenes y no les da una aspiración más alta que triunfar en su cometido mundano. Desde la Baja Edad Media, la búsqueda del conocimiento se ha ido distanciando lentamente de la búsqueda de la virtud. Hoy en día la escisión es clara.

Separar el aprendizaje de la virtud, da lugar a una sociedad  que aprecia las personas por el dominio que éstas tengan de la ciencia, la economía, los títulos universitarios… que sus logros sean dignos de su estima moral es algo secundario. Como dijo el teólogo conservador anglicano Ephraim Radner, «a los cristianos no nos queda ni un solo lugar seguro en la tierra, ni siquiera nuestras iglesias lo son. Es una nueva era». Y hay todavía algo más preocupante: en las pocas iglesias que quedan abiertas, se enseña un “cristianismo” sin fuerza ni vida a consecuencia de la solapada invasión del secularismo.

A menudo, en los diálogos entre padres e hijos se habla de las notas del colegio, el deporte, la relación con los vecinos, etc. Pero se habla poco de la fe, de las enseñanzas del evangelio. Y raras veces hay una lectura de los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. En el hogar y en la familia se habla demasiado poco de Dios. Los padres no podemos delegar en otros nuestra responsabilidad con respecto a la transmisión de la fe a nuestros hijos. Debemos tener en cuenta que la infancia es la edad en que se echan raíces y se ponen las bases de la personalidad. Por lo tanto, es una etapa decisiva para el resto de la vida.

Lo que sembramos en el corazón de nuestros hijos dará su fruto en la vida adulta. En la transmisión de la fe a nuestros hijos, también las oraciones deben ocupar un lugar importante y formar parte integrante del proceso educativo. Es sobre todo en la familia en donde se transmiten los valores y se educa en la fe. Como afirma la  Gaudium et Spes, los padres son los primeros catequistas, los que inician a sus hijos para su vida religiosa (n.48)

Enseñar a los hijos a rezar en los primeros años de su vida es importante para su bien, para cuando sean adultos. En los momentos más difíciles de la vida, la verdadera fuerza que ayuda a no deprimirse y a superar las dificultades es la oración, invocación de la ayuda de Dios y al mismo tiempo un recurso al consuelo y a la ayuda que necesitamos para nuestro caminar diario.

Es bueno recordar lo que dice San Juan en su primera carta: «Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe« (1 Jn 5, 4). Y para entenderlo bien, es importante lo que señala Benedicto XVI en su Carta de convocatoria para la Jornada Mundial de la Juventud (Madrid 2011), «la victoria que nace de la fe es la del amor». Y añade, como pensando en voz alta: «Cuántos cristianos han sido y son un testimonio vivo de la fuerza de la fe que se expresa en la caridad. Han sido artífices de paz, promotores de justicia, animadores de un mundo más humano, un mundo según Dios; se han comprometido en diferentes ámbitos de la vida social, con competencia y profesionalidad, contribuyendo eficazmente al bien de todos. La caridad que brota de la fe les ha llevado a dar un testimonio muy concreto, con la palabra y las obras. Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás».

En los momentos difíciles, la oración nos aporta las energías que sólo pueden llegar de nuestra fe en Dios.

Precisamente ahora, cuando parece que se seca y cae el cristianismo de occidente,  puede revelarse el meta-poder de la  fe que mueve montañas, la misma “fe de Dios” (pistis theou), que los creyentes pueden y deben hacer suya.  

 La vida es fe de Dios que vive y crea en nosotros. Así nos sigue diciendo otro pasaje de los dichos de Jesús: «Tened la fe de Dios! En verdad os digo, si uno le dice a este monte: ¡Quítate de ahí y arrójate al mar!, y no duda en su interior, sino que cree que va a realizarse lo que dice, lo obtendrá» (Mc 11, 22-24).

Hay un carisma específico que expresa el nombre mismo de “obispo” –Episkopos en griego–

El obispo es aquel que vela; custodia la esperanza velando por su pueblo (1 Pe 5, 2). Una actitud espiritual es la del que pone el acento en supervisar al rebaño con una “mirada de conjunto”. Es el episkopo que está atento a cuidar todo aquello que mantiene la cohesión del rebaño.

Como el Papa Francisco dijo a los obispos italianos el 18 de mayo del 2015, ser hombres de comunión requiere de una especial «sensibilidad eclesial». La unión es obra del Espíritu que obra gracias a Obispos pastores y no a “Obispos-piloto”Estos pastores refuerzan «el indispensable rol de laicos dispuestos a asumir las responsabilidades que les competen».

 Nuestro obispo ha afirmado también  que de momento no mira «a otras diócesis, ya que lo adecuado sería tener aquí el mismo obispo entre 10 y 15 años, para poder reactivar la Diócesis y dar estabilidad a la misma». El obispo ha explicado que la zona tiene «muchas potencialidades» y que su principal objetivo en su cargo «es que la gente se ilusione, se una a la fe cristiana y se encuentre con Jesús»

  Me alegra que D. Fernando siga con nosotros por más tiempo. Gracias a Dios tenemos un obispo que sabe velar con su pueblo con una actitud de cercanía y de implicación total. Gracias a Dios nos ha llegado un obispo a Mondoñedo- Ferrol que ha sabido encarnar la cercanía del pastor desde el deseo de estar con la gente, y eso se hace palpable.

 Te deseo y pido a Dios, Fernando, que sigas siendo cristiano, hombre de hondas raíces evangélicas, animador de jóvenes, compañero de adultos, siempre “a pie de calle”, en las fiestas de la vida, en las reivindicaciones de la justicia, en las invitaciones al evangelio, desde la más honda solidaridad cristiana.

 

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