Queridos Reyes Magos, este año quiero un Museo para Ferrol

José Perales Garat

Hoy en día, hay varias realidades incontestables acerca de la posibilidad de que Ferrol tenga un museo propio de temática local: la experiencia acumulada por los cinco centros expositivos de la ciudad (EXPONAV, el Museo Naval, el Museo de la SGHN, la Exposición Permanente de la Semana Santa y el Centro Cultural Torrente Ballester), experiencia a la que podríamos unir las exposiciones permanentes del Diario de Ferrol o las existentes en el Castillo de San Felipe y las temporales de Afundación o de otras entidades, como las organizadas por la SAF.

La segunda realidad es la existencia de fondos suficientes para dicho museo: sólo una eventual pinacoteca atesoraría fondos de Sotomayor, Villaamil, Segura Torrella, Collado y una extensa nómina de extraordinarios pintores; los bienes a exponer, no obstante, no acaban ahí: actualmente se puede visitar en la sede de la fundación social de ABANCA la exposición Ferrol no tempo, muestra temporal que no sólo nos enseña nuestros orígenes, sino que nos da una idea de cómo podría orientarse el discurso expositivo de esa posible exposición permanente.

Quiero resaltar que existen muchísimos más bienes a exponer repartidos en otras localidades que tienen su origen en la ciudad, y que el viaje a través del tiempo empieza en las mámoas y acaba en la actualidad: el Tesoro de Bedoya se encuentra en el Museo de Pontevedra, muchas de las pinturas de Sotomayor propiedad del Museo del Prado están en Coruña, donde también se exponen piezas locales en el Castillo de San Antón, además de patrimonio militar
relacionado con la ciudad en el Museo del Ejército. Aclaro que no es mi deseo iniciar ninguna reivindicación -ni unirme a otras- con respecto a los lugares donde se exponen estas obras: en Ferrol no tenemos ni hemos tenido nunca una instalación con la capacidad de albergar una colección histórico-artística tan valiosa como lo que yo propongo, pero ahora los tiempos han cambiado y me gustaría explicar el por qué.

La tercera realidad aún está naciendo: La Facultad de Humanidades, pese a la desaparición de su principal titulación, sigue formando a profesionales de la documentación y de la gestión del patrimonio, hasta el punto de que en fechas recientes se anunció la creación de una cátedra mixta entre la universidad y el municipio, dirigida por el prestigioso profesor Montero Fenollós.
Esta cátedra (que no debería ser cuestionada independientemente del resultado de las próximas elecciones) podría obtener resultados no sólo en lo tocante a la excavación y dignificación de los yacimientos, sino que podría ser que obtuviera hallazgos que, tras su catalogación y estudio, podrían ser expuestos si tuviéramos un lugar apropiado para hacerlo.

El otro hecho es la experiencia de EXPONAV. No quisiera que nadie cuestionase la labor de las otras salas de la ciudad, pero el caso de la exposición de la construcción naval nos ha enseñado varias cosas que antes, en mi opinión, desconocíamos: los beneficios de la creación de una fundación con un patronazgo público-privado, el coste global de una instalación de esa categoría, la importancia del dinamismo de una exposición que cambie a la vez que madura pero sepa mantener su esencia, la importancia fundamental de la gestión documental, lo beneficioso de su conexión con el entorno… creo que en Ferrol hay un antes y un después de EXPONAV y que su combinación con la arquitectura ilustrada y con el Museo Naval y sus fondos convierten Herrerías en un foco cultural de primer orden.

Los otros hechos que han cambiado la situación son múltiples y se reflejan en la conciencia que vamos formando en relación a la importancia de nuestro patrimonio: el Ferrol Ilustrado ya no es algo de los académicos, el Camino Inglés ya no es algo de los peregrinos, la Semana Santa no es algo de los cofrades, la arquitectura de la ciudad ya no es algo de los arquitectos; no: la comunidad educativa, los movimientos sociales, el tejido asociativo cultural y social de la ciudad, los propios ciudadanos y nuestros representantes… todos asumimos la importancia de los bienes que forman la candidatura a patrimonio mundial, todos hemos comprobado cómo la ruta jacobea o la Semana Santa despiertan el interés más allá de nuestras fronteras, y todos miramos con algo más que amabilidad un edificio de Ucha bien cuidado, una restauración en alguno de los barrios históricos o una urbanización elegante que no desmerezca el entorno.

¿Pero podría la ciudad permitirse afrontar una inversión anual equivalente a lo que cuesta EXPONAV y a la vez seguir manteniendo su participación en las otras salas? Pues es difícil saberlo, claro, y a primera vista podría parecer que no, pero no por ello deja de ser planteable que, a través de exenciones y ventajas fiscales, subvenciones de otras administraciones, aportaciones privadas de patronos o de posibles “socios” de la red de museos de la ciudad y sumando el precio de las entradas, podría intentarse si se decidiese afrontar la titánica tarea.

Los visionarios, entre los que no creo incluirme, saben ver oportunidades donde otros ven problemas y por eso hay quien considera que un museo es un gasto y otros lo ven como una inversión, y aquí quiero hacer un punto y aparte: a mí no me cabe duda de que algún día el Dique de la Cabana volverá a ser una instalación con una actividad relacionada con la construcción naval y considerada como la joya que es, pero es importante comprender que el costo de su mantenimiento ha de ser compensado con los beneficios que genere, tanto materiales como inmateriales; está muy bien pensar que visitar una ruina aporta cultura y, por lo tanto, es beneficioso para la sociedad, pero no es menos cierto que si el antiguo astillero volviera de alguna forma a su función original y, además de enseñarnos cómo se construyen embarcaciones tradicionales, las vendiera fabricadas con materiales locales, aportaría un valor pecuniario que, en el mejor de los casos, podría llegar a costear la propia existencia de la instalación e incluso generar beneficios. ¿Y entonces como financiamos un museo, que no fabrica nada? Pues es complicado si no se tiene ambición, claro, y por eso habría que conseguir incrementar el número total de visitantes que acceden al mismo y que pagan por ello, y en Ferrol hoy eso tiene una cifra aproximada si lo comparamos con los que contabilizan a sus visitantes, y ronda las cuarenta mil personas.
Cuarenta mil personas pagando cinco euros por acceder a una instalación son 200.000€ en entradas, y si la mitad adquiere algún tipo de recuerdo o consume en un posible servicio de hostelería se podría duplicar o triplicar el dinero generado. ¿Descabellado? No, si atendemos a los hábitos de consumo actuales: he vivido recientemente de forma interpuesta -como padre- un viaje escolar a Inglaterra y he tenido la oportunidad de comprobar cómo se comportan los visitantes si están satisfechos con lo que han visitado y la mercadotecnia es atractiva, lo que ha generado que en mi lavadora haya sendas sudaderas de la Universidad de Cambridge, en mi nevera varios imanes, y en mi bolsillo un llavero que me recuerda que no he viajado recientemente a Londres, pero que se me agradece que haya asumido los costes del desplazamiento. ¿Y tenemos en Ferrol la capacidad de generar ese material? Por supuesto: con una escuela de Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Producto y una de Diseño Industrial de Moda en el mismo campus en el que se forman los futuros museólogos, no hay que irse muy lejos para encontrar la savia que riegue esos escaparates, con esa frescura que siempre aporta la juventud.

Y ya sólo quedaría el dónde, ya que sabemos el qué, el quién, el cómo y el por qué: en la página en Facebook de PAFERR se me sugirió acoger una exposición permanente de Rodolfo Ucha en el Teatro Rena, hay quien propuso hacerla en el Torrente o la Cocina Económica y hay quien abogará por construir un edificio nuevo, tal vez aprovechando lo poco que queda del antiguo teatro o en cualquier otra ubicación de la ciudad. Yo, por mi parte, cuento entre mis sueños con uno recurrente en el que Correos se traslada al Sánchez Aguilera y deja libre frente al Jofre un edificio con el empaque suficiente y la ubicación perfecta para convertirse en el corazón que vertebraría un eje cultural rodeado de los museos de Herrerías y del Jofre, la Puerta del Dique, la sede en Ferrol de Afundación, la alameda más antigua de Galicia y a cinco minutos del Torrente y el Museo de la Semana Santa y de un Camino Inglés que este año ha superado los 22.000 peregrinos, todo ello en un entorno que conforma uno de los más bellos paisajes urbanos de Galicia.

¿De locos? Pues seguramente, como Las Meninas, como el campus industrial, como EXPONAV, como el Arsenal construído sobre las aguas, como la ciudad surgida de la nada en la mente de los ingenieros militares, como la literatura de Torrente Ballester, como las Rondallas, como las procesiones andaluzas en el noroeste o como el Modernismo de Ucha. ¿Y qué?

El cuando, el cuando… eso es en realidad lo único que nos queda por decidir: ¿Cuándo sentiremos el orgullo suficiente como para protagonizar un esfuerzo común y no partidista que nos conduzca a dotarnos de una instalación en la que nosotros y los foráneos podamos comprender mejor la cantidad de voluntades que transformaron una de las rías más abrigadas y protegidas del mundo en ese crisol de gentes que es hoy? Pues ese día, precisamente, será en el que decidamos tirar hacia adelante y pondremos la primera piedra de ese museo, sea en Correos, en Caranza o en la Puerta Nueva, y con todo lo que ya sabemos, no me cabe ni la menor duda de que sería un completo éxito desde el primer día.

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2 comentarios

  1. ¿ Y si todos los ferrolanos le pidiesemos lo mismo a los Reyes Magos ?

    • José Perales Garat

      Pues a lo mejor alguien nos escuchaba, pero para eso hay que mover mucho la idea, y no me refiero a mi artículo: o la sociedad civil pide de forma mayoritaria que el gobierno municipal de Ferrol inicie las gestiones para organizar una exposición permanente en un local que reúna las condiciones para ello y que, además, busque fuentes de financiación para la adquisición y conservación de los fondos, la adecuación y el mantenimiento de la instalación y los sueldos de un equipo de gestión profesional, o tendremos que conformarnos con eventuales exposiciones en el Torrente Ballester.

      En cualquier caso, muchísimas gracias por leerme, comentar y compartirlo.

      Un abrazo.