La resilencia de las mujeres mayores en un mundo cambiante. (En el Día de las personas mayores)

Naciones Unidas celebra el 1 de octubre el “Día Internacional de las personas Mayores”

Javier Pereira Beceiro

La edad siempre ha sido sinónimo de sabiduría, respeto, buen consejero y prioridad o peso en la toma de decisiones en las sociedades o civilizaciones antiguas. Ese peso en las sociedades de las personas mayores ha ido mudando, a pesar de su mayor peso en las pirámides poblacionales de las sociedades avanzadas, muy en especial el de las mujeres, que constituyen la mayoría de las personas mayores. Y así como la pandemia del covid ha desnudado las carencias de los sistemas sanitarios y la respuesta política de los gobiernos ante una emergencia, también ha puesto de manifiesto y ha exacerbado las desigualdades sanitarias, socioeconómicas, culturales y climáticas de las mujeres mayores.

Porque a la desigualdad que han sufrido las mujeres a lo largo de su vida por su género, hay que sumarle la que acontece por la edad, desatendiéndose sus necesidades e invisibilizándose sus aportaciones y experiencias. El egoísmo de los jóvenes que no se dan cuenta que más adelante serán mayores.

El objetivo de un envejecimiento saludable se antoja corto, paternalista y sobre todo discriminatorio, por básico y elemental. Qué menos que promover un envejecimiento digno minimizando los posibles deterioros psíquicos y físicos que se acentúan con la edad, una buena alimentación, descanso o actividad física. Es algo más. Los mayores no son números, no son una carga, no son un gasto, y no debieran ser discriminados ni maltratados, como muchas veces lo son, en lugares como los centros sanitarios, administración, o centros de trabajo. Ni tampoco debieran ser discriminados ni maltratados desde un punto de vista económico, con pensiones irrisorias después de décadas contribuyendo a esta sociedad.

El objetivo debiera ser el reconocimiento de la capacidad de superación y sufrimiento de las mujeres mayores ante las desigualdades económicas, sociales, culturales y climáticas que han padecido toda su vida, y siguen padeciendo por ser mujeres y por ser mayores. Debiera ser el blindaje jurídico y económico para garantizar la seguridad, privacidad y derechos de las personas mayores, en especial, en este mundo digital, con políticas de igualdad de género centradas en las mujeres mayores, las grandes olvidadas de nuestra sociedad. Y por supuesto, la participación activa de las mujeres mayores en la Sociedad Civil y, en especial, en la Vida Política. La política municipal, autonómica o nacional está actualmente perdiendo una fuente de conocimientos y experiencias fundamentales, imprescindibles e impagables que nuestras mujeres mayores deberían de aportar y contribuir para mejorar esta sociedad. La “burguesía política” debiera de mudar la opinión de nuestras mujeres mayores como “fuente de votos”, para convertirla en “fuente de conocimientos y experiencias”, y darles a nuestras personas mayores, en especial a las mujeres mayores, el papel que esta sociedad le ha negado, y que se lo han ganado durante décadas de esfuerzo y superación.

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