El farol del gas

Gabriel  Elorriaga F. (ex diputado y ex senador)

Se empeña Pedro Sánchez en decir que España es una isla energética pero lo que somos es una península, archipiélagos y ciudades comunicadas por mar para recibir energía del exterior y dependientes del mercado internacional. Lo mismo le sucede a la Unión Europea que, hasta ahora, contaba con los inagotables suministros de Rusia, cerrados por la guerra de Ucrania. Ursula von der Leyen está desesperada con esta dependencia pero está dispuesta “para una posible interrupción del gas”. No es el único problema el incremento de los precios del gas sino su repercusión en la electricidad. Varios países de la Unión son contrarios a una intervención del mercado de gas y electricidad que creen que podría empeorar los suministros. Pero nuestro Gobierno defiende la tendencia intervencionista y hasta se ofrece como un escalón de apoyo.

El alejamiento de la realidad del Gobierno sanchista le hace pensar en una capacidad exportadora de España, como si aquí sobrase gas, electricidad o petróleo. Es un optimismo estúpido de quienes no promueven obras hidráulicas ni centrales nucleares y ven crecer la sequía confiando en desalar agua del mar sin nuevas desaladoras. Solo con algunos molinos de viento y unas placas solares pretenden presumir de isla energética mientras sus desaciertos diplomáticos nos han vetado uno de los gasoductos que pasaba por Marruecos y ha dejado a Argel abierto a negociaciones con italianos y franceses.

Nuestro Gobierno y el alemán consideran necesario el proyecto MidCat que enlazaría nuestro conducto mediterráneo con centro-Europa a través de Francia. Pero los franceses nunca tuvieron interés en este proyecto porque su dependencia energética del gas es menor y sus centrales nucleares le permiten abordar la crisis con menos apuros. Por ello, tras estudiar el tema por presión de España y Alemania, parecen haber concluido que Gaz de France asumiría el conducto si lo paga la Unión Europea, propuesta quizá asumible por Bruselas, pero con la pretensión, humillante para España, de mantener en suelo francés la llave de paso del gasoducto. En el mejor de los casos llegaría tras el temido próximo invierno y el verano de 2023, como muy pronto, en tiempo en que la guerra de Ucrania sería una incógnita. Da la impresión de que Pedro Sánchez se preocupa más de congraciarse con Scholtz que por las urgencias de España. Nuestra presunción de “isla” se basa en las regasificadoras de varios puertos españoles donde es posible recibir gas licuado a altos precios, transportado por carísimos barcos gaseros. No está aún completa nuestra red de suministro interior y vende expectativas al exterior desde su isla mágica.

Con el gas como medio importante para nuestro bienestar y nuestra industria, Sánchez está montando otro farol para hacerse valer en Europa. Mientras tanto, nuestros gobernantes no favorecen las labores de exploración y, en su caso, explotación del gas que contiene nuestro subsuelo. Se trata de una obsesión socialista por no utilizar recursos propios ni nuevas técnicas aunque sin reparo a importar y consumir los recursos ajenos obtenidos por sistemas que aquí se consideran malignos. Lo de Sánchez es estarse quieto y brujulear por las cancillerías con sus faroles. Su desidia en política energética es uno de los elementos más evidentes de su estilo de gobernante. Por ello algunos españoles desconfiados han comenzado a acaparar leña y biocombustibles a pesar de la rebaja del IVA. Además de la rebaja hay que generar algo y no confiar en que las fuentes de energía lluevan desde el cielo.

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