José Carlos Enríquez Díaz
El SARS-CoV-2 es un virus que pertenece al género del β-coronavirus. Lamentablemente, el host intermedio para el SARS-CoV-2 aún se desconoce. Al principio de la pandemia, todo era confusión: no se sabía muy bien qué estaba causando los cuadros fatales de pulmonía en decenas de pacientes en China. El equipo de investigación, liderado por el infectólogo californiano Kristian Andersen y con expertos de distintos países afirma que «Si se tratara de una construcción de laboratorio, se tendría que haber utilizado un virus previamente conocido como plantilla.” Después de varios análisis hechos por los investigadores, el equipo llegó a la «firme conclusión» de que el nuevo virus tenía un origen totalmente natural, según señalaron en los resultados de su ensayo, publicados con el título «Una aproximación al origen del SARS-CoV-2» en la edición de marzo de la revista Nature Medicine.
Desde el principio de la pandemia, investigadores del mundo entero se han lanzado en masa a estudiar la Covid-19, una enfermedad que ataca principalmente a los pulmones pero que también tiene efectos desconcertantes en el corazón, los riñones y el cerebro. Resulta muy interesante al respecto el artículo de recopilación que un equipo de investigadores de la Universidad Médica de Zunyi, en China, publica en la revista « Frontiers in Public Health». Según los investigadores los pacientes con COVID-19 grave tienen una tasa de mortalidad relativamente alta.
Actualmente, no existen medicamentos antivirales específicos para el tratamiento de COVID-19. En su estudio, los investigadores destacan el importante papel que tiene la reacción exagerada (y potencialmente letal) del sistema inmune de los pacientes infectados. Muchos, en efecto, mueren víctimas de lo que sus propios cuerpos hacen para tratar de defenderse del virus. Estos expertos explican paso a paso lo que se sabe sobre cómo el virus infecta las vías respiratorias, se multiplica dentro de las células y, en casos más graves, hace que las defensas del organismo desencadenen una auténtica «tormenta de citoquinas», producto de una sobreactivación de los glóbulos blancos que, en esas circunstancias liberan en la sangre cantidades demasiado altas de esas moléculas cuyo papel es estimular la inflamación.
La tormenta de citoquinas causa fiebre alta, pérdidas en los vasos sanguíneos, coagulación de la sangre dentro del cuerpo, presión arterial muy baja, falta de oxígeno, exceso de acidez de la sangre y acumulación de líquido en los pulmones. En esa situación tan dramática, los glóbulos blancos se «vuelven locos» y atacan incluso al tejido sano, lo que lleva a la insuficiencia de los pulmones, el corazón, el hígado, los intestinos, los riñones y los genitales. Los médicos conocen este cuadro como Síndrome de Disfunción Orgánica Múltiple, o MODS.
Según la opinión de estos científicos esta pandemia puede empeorar aún más. A veces, los restos de proteínas y células muertas por los glóbulos blancos pueden llegar a recubrir los pulmones con una fina capa (la membrana hialina) que dificulta la absorción de oxígeno. Los pulmones se apagan y se produce una insuficiencia respiratoria aguda que acaba con la vida del paciente. La mayor parte de las muertes por Covid-19 siguen este terrible patrón. El análisis más completo realizado sobre los 45.000 casos confirmados en China, demuestra que la mortalidad aumenta principalmente con la edad (14,8% entre los mayores de 80 años, 0,4% entre los de 40 años).
«Es posible afirmar actualmente, sin rodeos, que el Covid-19 es al menos tan contagioso como la gripe estacional pero es también, y sobre todo, mucho más mortal”, resume el periódico médico ‘Quotidien du Médecin’. Sin embargo, la supuesta tasa de mortalidad del coronavirus debe ser tomada con precaución pues se ignora cuántas personas están realmente infectadas. En la medida en la que muchos pacientes parecen no desarrollar síntomas, su número es notablemente mayor al de los casos detectados, lo cual reduciría entonces esa tasa.
Sonia Villapol es neurocientífica y profesora en el departamento de Neurocirugía del Centro de Neuroregeneración del Instituto de Investigación Methodist en Houston, y profesora de Neurociencias de la Universidad de Weill Cornell (New York), afirma: “el coronavirus resulta mortal en el 3,4 % de los casos confirmados, frente al 0,05 a 0,1 % de la gripe estacional, aunque estos valores representan la media, y los datos varían dependiendo del grupo de edad. El COVID-19 es 30 veces más mortal que la gripe. Esto, sin duda, está asociado a la falta de antivirales y vacunas que resulten efectivas de forma consistente. coronavirus resulta mortal en el 3,4 % de los casos confirmados, frente al 0,05 a 0,1 % de la gripe estacional, aunque estos valores representan la media, y los datos varían dependiendo del grupo de edad. El COVID-19 es 30 veces más mortal que la gripe. Esto, sin duda, está asociado a la falta de antivirales y vacunas que resulten efectivas de forma consistente.”
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha avisado de que la tasa de mortalidad del nuevo coronavirus, cuya enfermedad se conoce como Covid-19, es «10 veces superior» a la de la gripe. Tedros se ha pronunciado así cuando se cumplían 100 días desde que se detectaran los primeros casos de coronavirus en el mundo, localizados en la provincia de Wuhan (China), y se lanzará el primer Plan Estratégico de Preparación y Respuesta al virus. «La propagación global del virus ha saturado a los sistemas sanitarios, ha alterado a la economía mundial y ha provocado una paralización social de forma generalizada», ha dicho el director general de la OMS.
Pero lo que más temen los científicos es que el virus acumule suficientes mutaciones como para poner en peligro el desarrollo de una vacuna. Algo que por ahora parece no haber sucedido, aunque en cualquier momento la biología del virus podría cambiar y volver inútiles muchos de los esfuerzos que en este sentido se hacen en los laboratorios. Comprender cómo el coronavirus podría haber mutado y si lo hará en el futuro es algo que tiene importantes implicaciones no solo en el desarrollo de una vacuna, sino también en las estrategias de “desescalada” del confinamiento para que el mundo pueda regresar, cuanto antes, a la normalidad.