El coronavirus y el arte de la mentira

José Carlos Enríquez Díaz

La mayor parte de los autores de teología moral han seguido de cerca el pensamiento de San Agustín y de Santo Tomás definiendo la mentira como un lenguaje contrario al propio pensamiento con la voluntad de engañar. En su obra Soliloquios, San Agustín (Patrología Latina 32, 892, lib. II, 9, 16) indica claramente que la intención de engañar pertenece esencialmente a la definición de la mentira. Según San Agustín, así como la Palabra eterna está unida al Padre y lo revela, así nuestra veracidad exterior es revelación de la interior. Dice así: “La palabra que resuena exteriormente es signo de la que ilumina interiormente: esta última merece el nombre de palabra” (Patrología Latina 42, 1071).

La gestión que el Gobierno de Pedro Sánchez está haciendo de la crisis provocada por el coronavirus no convence a los españoles.  Ha habido una descoordinación total.  No fue solo el 8-M. Hubo un funeral en Vitoria con muchos contagios y después, el 6 de marzo, se permitió que jugara el Alavés en Mendizorroza con público. Fue una locura. En Madrid, hubo un Atleti-Sevilla y un Getafe-Celta. Hubo conciertos, la Pantoja en el WiZink, el mitin de Vox. ¡Fue una auténtica locura.! Lo que nos hubiésemos ahorrado si nos confináramos antes del día 6 de marzo. Esto se anunció, se veía venir, y todo el mundo estuvo mirando para el otro lado. La gente iba al fútbol, a manifestaciones, cuando ya había grandes problemas en Italia. Un error gravísimo. El exministro de industria Fernando Sebastián afirmaba.” Ha habido un falso debate entre la salud y la economía. El mayor daño a la economía es que esta pandemia se prolongue, que adquiera proporciones bíblicas. Eso sí que es dañino. Atajarlo tiene un coste económico a corto plazo.”

Según las autoridades sanitarias, España registró su primer muerto con coronavirus el 13 de febrero en Valencia. La causa de la muerte no se conoció hasta el 4 de marzo cuando ya se conocían 150 casos de contagio en nuestro país. No fue hasta días más tarde cuando se empezaron a tomar las primeras medidas sin los elementos ni el material suficiente. España decretó el Estado de Alarma una semana después de que los casos empezaran a crecer en nuestro país, con 5.736 casos activos de contagios y 136 fallecidos a primera hora de la mañana. Con esas cifras Italia había ordenado el confinamiento de toda la Lombardía y China había cerrado la zona de Wuhan. Otros países como Dinamarca, con menos casos, cerraron sus fronteras. A pesar de todo esto Pedro Sánchez se felicitaba de esta manera ante la prensa: <<las medidas, creanme, más drásticas y estrictas en Europa y en el mundo… >>.

Sin embargo, alertado por el creciente número de casos en España, el primer ministro luso, Antonio Costa, optó por declarar el estado de emergencia el 13 de marzo, antes de que lo hiciera nuestro presidente, Pedro Sánchez. Es importante tener en cuenta que cuando aquí se tomó esta decisión, el 14 de marzo, en España contábamos ya con unos 4.200 casos positivos y 120 fallecidos. En Portugal, con dicha declaración, se cancelaron todos los eventos culturales y deportivos al igual que todas las clases. También se impusieron restricciones en los centros comerciales, restaurantes y se prohibió la visita de familiares a los centros de jubilados. Si bien al principio estas medidas llamaron la atención, ya que apenas contaba con casos confirmados, parecen haber surtido efecto. Es más, desde la declaración del estado de emergencia el crecimiento de la tasa de contagios ha pasado de estar en torno al 40% a acercarse al 20%, lo que muestra el éxito por el momento de la estrategia portuguesa. Según ha explicado el primer ministro de Portugal Antonio Costa, “el Gobierno quiere priorizar un objetivo doble: preservar la salud de los ciudadanos y mantener en marcha la economía con la menor distorsión posible.” Por otro lado, parece que los portugueses se han mostrado desde un primer momento mucho más proclives a cumplir con su deber cívico y obedecer las medidas impuestas por el Gobierno.

Lo verdaderamente alarmante es haber mentido en el momento más crítico de nuestra historia reciente, cuando España afronta la pérdida de un ser humano cada minuto que pasa. También es lamentable el haber mentido sobre la gravedad de la enfermedad como lo hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando afirmaba: “Tranquilidad. Está todo previsto. Son síntomas menores que los de la gripe».  Cuando casi 10.000 sanitarios estaban contagiados por el coronavirus. El 24 de enero y con la experiencia de Wuhan, Fernando Simón insistía en que en España «la posibilidad de infección era muy baja». Estuvo repitiendo el mantra de la tranquilidad hasta que se celebrara el 8-M.  Estas son las declaraciones que hacia el 24/3/2020 “En estos momentos, el nivel de riesgo de España es relativamente bajo. No hay ninguna razón para alarmarse, está controlado.”   En todo este periodo, y con el número de fallecidos y contagios subiendo velozmente en las gráficas, el doctor Simón llegó a decir que si su hijo le preguntaba si podía ir a la manifestación del Día de la Mujer él le diría que «haga lo que quiera». Además, añadió que «no proponía suspender ningún evento». Si hubiéramos estado atentos, como lo estuvieron Vietnam, Corea del Sur y otros países cercanos a China… nos habría ido mucho mejor.

El  sábado 7 de marzo el PSOE colgaba en su página de Facebook una entrevista a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, donde animaba a las mujeres a llenar las calles de Madrid en la  manifestación feminista del 8M. Una petición que realizó mientras se multiplican en cuestión de días los casos de coronavirus en España. A la pregunta de « ¿Qué le diría usted a una mujer que está dudando en ir a la manifestación?», Calvo respondía: «Le diría que le va la vida, que le va su vida»

En otro tiempo, el PSOE hizo suya la máxima de que «España no se merece un Gobierno que le mienta». El presidente Sánchez y su corte ministerial  nos han mentido tanto y tantas veces, que el líder de la oposición, en el debate de la pasada investidura, se vio obligado a preguntarle ”si conseguía conciliar el sueño, o si mentía cuando decía a los españoles, en el debate electoral, que haría todo lo posible por atajar el independentismo catalán”. “Con un anzuelo de mentira se pesca una carpa de verdad”. Eso dice el buen Polonio en Hamlet y tiene toda la razón. La mentira jamás es un pasatiempo inocente: es una trampa que se emplea a sabiendas y en la que se espera que caigan presas.

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Un comentario

  1. Si un psicópata en el gobierno hubiese querido hacer un daño importante a la población, no habría pergeñado mejor cadena de desgraciados eventos y torpes decisiones.