Enrique Barrera Beitia
Si lo urgente impide abordar lo importante, significa pan para hoy y hambre para mañana, y esto se aplica a Galicia en general y a Ferrol en particular, una ciudad que vive del monocultivo industrial. Ante el invierno demográfico gallego, con una población que inevitablemente envejecerá y decrecerá al tiempo que se concentra en torno a la autopista que conecta Ferrol con Vigo, la única opción para no terminar siendo una autonomía fallida es elevar la productividad de nuestros jóvenes, proporcionándoles conocimientos científicos y tecnológicos.
La economía del siglo XXI necesitará coches eléctricos, baterías de litio e hidrógeno, usar el grafeno como hace siglos se usó el acero, computación, robótica, creación digital, biotecnología alimenticia, energías renovables, nanotecnología, prendas textiles inteligentes, drones, nuevos materiales de construcción…, y por supuesto, trabajadores políglotas y con mejor nivel de inglés.
Las universidades gallegas ya han detectado estas tendencias (unas 150) y las han agrupadas en sectores económicos; de momento es Vigo la ciudad que mejor está sabiendo leer esta situación, mientras que los ferrolanos carecemos de una visión a medio-largo plazo, por lo que concentramos nuestras reivindicaciones en alargar actividades energéticas condenadas a su desaparición por motivos ambientales, o en lograr un contrato-puente para Navantia que mantenga la actividad hasta que se inicie la construcción de las nuevas fragatas.
Ni Ferrol ni ninguna otra ciudad puede hacerlo en solitario, sino que tiene que ser la Xunta de Galicia la que lidere esta batalla para obtener el mayor botín posible, y repartirlo con criterios de equilibrio territorial. El artículo 30 del Estatuto de Autonomía de Galicia en su apartado 2, reserva para la Xunta las competencias de Industria en exclusiva. Sin embargo, la estrategia del gobierno de Alberto Núñez Feijóo para captar estas nuevas industrias, no va más allá de hacer ver que nuestra mano de obra es más barata (lo que no significa necesariamente que sea más productiva) y que hay suelo industrial disponible en zonas rurales mal comunicadas. Es una estrategia más o menos coherente con la ideología liberal, pero lo que estamos viendo es que estas inversiones se dejan influir por cierto grado de dirigismo gubernamental.
Dicho de otra manera: Ferrol necesita posicionarse para captar industrias relacionadas con la Transición Energética, y que no estén sujetas a picos de actividad como la industria naval militar. No basta Navantia 4.0, por lo que hay que dotarse de suelo industrial, indagar los productos más idóneos para ser fabricados aquí (además de los eólicos), asumir iniciativas políticas para atraer estas inversiones… y también atraer inmigrantes cualificados.
Sin embargo no tengo demasiada confianza en que desde la sociedad civil ferrolana se genere impulso suficiente; continuaremos criticando las reconversiones navales del PSOE y del PP, la supresión del servicio militar obligatorio, o la supresión del aparcamiento de la plaza de Armas para explicar nuestros males, y consideraremos que ni el suelo industrial ni las nuevas industrias solucionarán nuestros problemas, porque lo que necesitamos realmente es que el gobierno nos encargue barcos para la Marina, incluyendo los que no quiere o no necesita. Y por supuesto, seguiremos hablando mal de Ferrol en las redes sociales, para que los que navegan en Internet sepan, que si tienen que emigrar a una ciudad, deben tacharnos de la lista.