Si los votantes despiertan

Por Gabriel Elorriaga F.

Las encuestas preelectorales no son profecías sino tomas de temperatura del día de la fecha del sondeo. Cuando se leen con más o menos interés, según el grado de politización del lector, se encuentran distintos matices pero coincidentes en tendencias significativas en relación con un punto de partida: los resultados que habían obtenido los distintos partidos en las anteriores elecciones generales. Ningún sondeo de los publicados al borde del nuevo escenario que abre la publicación de la sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo detecta los pronósticos que circulaban cuando fracasó el intento de investidura de Pedro Sánchez: que se iban a repetir los resultados anteriores y que las futuras elecciones solo iban a servir para perder el tiempo. La observación más generalizada era que aumentaría la abstención por cansancio y aburrimiento del electorado. Pero las encuestas detectan importantes variaciones.

En cuanto al número de partidos concurrentes solo hay una variante: “Mas País” la divergencia pro‑sanchista de Errejón. Muy poca cosa, con solo posibilidades de enseñar la oreja. Un pellizco en la carne de Podemos y, quizá otro pellizco en el pellejo del PSOE. Casi nada para romper el bloqueo ni condicionar ningún formato de Gobierno. Pero, aparte de este divertículo, los sondeos detectan variaciones expresivas de tendencia. Los partidos básicos, PSOE y PP, mantienen su primacía, si bien estancada por parte socialista, a pesar de su soledad y soberbia de considerarse la única solución posible, y cierto ascenso del Partido Popular. Retroceden las intermediaciones y renace el bipartidismo. Meritoriamente, en el caso del PP que arrastra el lastre de la triparticipación en el campo sociológico de su electorado natural. Los separatismos y neo marxismos sin horizontes de gobierno propios, se presentan como siempre con la duda de sumarse o abstenerse ante las pretensiones personalistas de Sánchez.

Una leve e insuficiente corrección al pluripartidismo era la única variante detectada en los sondeos de los primeros días, tras la frustración de la investidura de Sánchez. Varias semanas después, a la confirmación del estancamiento del social‑sanchismo se detectó el descalabro de Ciudadanos, sin duda castigado por su ambigüedad, el mantenimiento de VOX y el eco raquítico del izquierdismo pro‑sanchista de Errejón. Del descalabro de Ciudadanos se benefició bastante el PP y poco el PSOE. Esta era la segunda fase del cambio. En la última o tercera fase el PSOE sigue con unos pobres resultados para su pretensión de gobernar en solitario. Se prorroga la situación que provocó el fracaso de la investidura de Sánchez. El Partido Popular consolida un ascenso espectacular detectado por todas las empresas demoscópicas acreditadas, excepto la oficial manejada por Tezanos. Este ascenso de más de treinta escaños, con crecimiento de VOX y rebaja de Ciudadanos, es ya algo más que una superficial realineación de los electores. Es el síntoma de que los electores están despertando y liberándose de la manipulación desde el poder a que les está sometiendo el Gobierno en funciones.

Ahora entrarán en juego impactos difíciles de valorar sin conocer las conductas que va a provocar la publicación de una sentencia histórica y la respuesta histérica que han preparado minuciosamente los dirigentes del separatismo catalán incrustados en los órganos autonómicos y la capacidad de contestación operativa por parte del Gobierno en funciones. También el sarcasmo de llamar una victoria a una exhumación antihistórica y rencorosa. Y también una crisis socioeconómica cada vez más evidente pero ante la cual el Gobierno en funciones no ha sido capaz de convocar a todos los diversos factores capaces de tomar medidas previsoras. Un aparato de seguridad del Estado tibiamente respaldado por la autoridad política. En resumen, una cuenta de escaños socio-sanchistas en el alero que sin PSCAT triunfante no suma la matemática parlamentaria indispensable.

No siendo posible aún valorar todo lo que pase en los veintipocos días que faltan para las elecciones ya no es posible tomar los sondeos como pronósticos. Lo cierto es que puede pasar de todo. No queda nada de la soberbia seguridad de quien se consideraba como la única solución posible. Por el contrario, la oferta de un Gobierno socialista en solitario se está convirtiendo en la única solución imposible. Si los votantes despiertan, su despertar no será la esperada resignación de dejar las cosas como están sino la urgencia de reparar la máquina del Estado atascada por un exceso de dosis de egolatría. Si los votantes de verdad despiertan harán pagar sus errores a quien ha jugado con su paciencia prorrogando los tiempos de viajes y vacaciones para no poder ofrecerles otra solución que repetir su viejo y patético intento de beneficiarse de las divisiones ajenas sin variar en nada su inestabilidad flotante sobre una imprecisa corriente de falso “progresismo” parlamentario. Está abierto otro camino distinto a la simple prórroga del social-sanchismo.

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Un comentario

  1. Mis felicitaciones por su certero análisis.