El “riesgo de exclusión mental”

José Manuel Otero Lastres

En nuestros días, hay frases que a fuerza de ser repetidas machaconamente se han convertido de uso común al menos entre una parte de la población, que es la interesada en las cuestiones políticas, económicas y sociales. Una de tales expresiones es “estar en riesgo de exclusión social que describe, esencialmente, una situación muy próxima a la pobreza y en la que se encuentran aquellos ciudadanos que carecen de los recursos y capacidades básicos para integrarse en la vida social, económica y cultural de sus respectivas sociedades.  Este estado de precariedad desemboca en situación de desamparo social y económico y convierte a tales ciudadanos en socialmente vulnerables y al borde de la marginalidad.

Pues bien, me voy a servir tanto de la frase como del concepto para referirme a un sector de la ciudadanía que, contemplado desde la óptica de la contienda política, podría estar en una situación de “riesgo de exclusión mental”. Me explico.

Está muy extendida la opinión de que el nivel actual de la clase política es el más bajo desde que se instauró la democracia. Nivel que se explica, entre otras razones, por la escasa formación de la parte de la ciudadanía damnificada por la LOGSE, por la falta de exigencia de requisitos curriculares para dedicarse a la actividad política, y por la propia profesionalización de tal actividad en la cual se puede entrar en las juventudes de un partido político y hacer carrera sin salirse de sus estructuras orgánicas.

Pues bien, si lo que antecede tiene visos de ser cierto, y la clase política suele ser el  reflejo del pueblo al que gobierna, no debe extrañar que sea numerosos los ciudadanos que estén en situación de “riesgo de exclusión mental”. Situación que cabría caracterizar como aquella en la que se encuentran los ciudadanos acríticos, carentes de formación y conocimientos, y cuyo nivel de información y bajo grado de perspicacia los convierte en especialmente crédulos y, en consecuencia, en víctimas propiciatorias de la palabrería política y de las promesas electorales.

Por desgracia, estos ciudadanos en riesgo de exclusión mental no tienen quien los defienda. Más aún: a la clase política le conviene que sean cuantos más mejor. Y es que su escasa preparación y su falta de espíritu crítico les impedirá descubrir las contradicciones, incluso las más palmarias, en las que incurre habitualmente la clase política, y –lo que es peor- hará que tropiecen una y otra vez en la misma piedra: a ellos, al contrario que a los más preparados, las muchas promesas, lejos de minar su confianza, la acrecientan.

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