La transmisión de la fe en la familia

José Carlos Enríquez Díaz

Hoy en día nuestro sistema educativo llena de hechos la cabeza de nuestros jóvenes y no les da una aspiración más alta que triunfar en su cometido mundano. Desde la Baja Edad Media, la búsqueda del conocimiento se ha ido distanciando lentamente de la búsqueda de la virtud. Hoy en día la escisión es clara.

Separar el aprendizaje de la virtud, da lugar a una sociedad  que aprecia las personas por el dominio que éstas tengan de la ciencia, la economía, los títulos universitarios… que sus logros sean dignos de su estima moral es algo secundario. Como dijo el teólogo conservador anglicano Ephraim Radner, «a los cristianos no nos queda ni un solo lugar seguro en la tierra, ni siquiera nuestras iglesias lo son. Es una nueva era». Y hay todavía algo más preocupante: en las pocas iglesias que quedan abiertas, se enseña un “cristianismo” sin fuerza ni vida a consecuencia de la solapada invasión del secularismo.

La Iglesia somos todos y todos cabemos… pero no caben los que quieren una Iglesia con puertas, una Iglesia de politiqueos de tres al cuarto, de sacerdotes que igual podrían ser profesores de religión o seudopsicólogos que quieren hacer buenas personas pero que no enseñan a rezar, que no enseñan a conocer a Dios y, está claro, esto último todo en nombre de una libertad mal entendida.

Señores, cuando unos padres mandan a sus hijos a la catequesis, a un colegio religioso, a una asociación de tiempo libre con contenido religioso, pretenden que se le dé a sus hijos la formación necesaria en valores pero que esos valores se edifiquen desde la solidez de la fe.

¿De qué valen los valores si no se pueden sostener cuando tengamos las primeras dificultades?
¿Cuántas personas han caído en el hoyo pese a tener valores? ¿Por qué? simplemente porque esos valores eran aire… no se sustentaban por nada, faltaba la Fe, el creer no solo en uno mismo, sino en algo superior.

Bueno, pues ésta es una visión progresista de la Iglesia, una Iglesia que ayuda, que forma que está junto a sus fieles, que los conoce, que los ayuda en el día a día, que camina junto a ellos. No es progresista una Iglesia con puertas, nacionalista, que solo se preocupa de la política y de conseguir cada vez más objetivos, y se olvida de que la vocación de todo sacerdote es el Servicio a los demás desde una entrega total y desinteresada.

Es lamentable que se use la Santa Misa con fines terrenales, políticos, lingüísticos, de protesta, etc. Todo  esto es la consecuencia directa de un clero apaisanado, del desprecio de los medios de la gracia, de la falta de consideración del Sacramento de la Penitencia, del olvido de Cristo, que es a quien maltratan especialmente los sacerdotes cuando no tienen fe.

 Primero fueron las misas en gallego. Segundo fueron los misales y los breviarios en gallego cuando menos sospechoso rozando la irregularidad lingüística. Tercero, fueron el comenzar a hacer cosas sociales, disfrazándolas con actividades políticas en asociaciones juveniles (manipulación de la sociedad y de los jóvenes con sus ideas pese a ocultar esto dentro de la libertad). Cuarto, comenzaron a casarse o vivir con alguna señora, eso sí ejerciendo de sacerdotes… ¿Si no fuese así de que iban a vivir? Si seguimos por estas vías lo más normal es que terminemos todos en un psiquiátrico, eso sí, después de haber matado la Fe en millones de personas… jóvenes con valores pero que ya no creen en nada, mayores que no creen en esta Iglesia porque estaban acostumbrados a otras y una gran mayoría de jóvenes y mayores que buscan la Iglesia sin política, con espiritualidad y sobre todo con gran empuje.

En muchas familias sucede lo mismo. A menudo, en los diálogos entre padres e hijos se habla de las notas del colegio, el deporte, la relación con los vecinos, etc. Pero se habla poco de la fe, de las enseñanzas del evangelio. Y raras veces hay una lectura de los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. En el hogar y en la familia se habla demasiado poco de Dios. Los padres no podemos delegar en otros nuestra responsabilidad con respecto a la transmisión de la fe a nuestros hijos. Debemos tener en cuenta que la infancia es la edad en que se echan raíces y se ponen las bases de la personalidad. Por lo tanto, es una etapa decisiva para el resto de la vida.

Lo que sembramos en el corazón de nuestros hijos dará su fruto en la vida adulta. En la transmisión de la fe a nuestros hijos, también las oraciones deben ocupar un lugar importante y formar parte integrante del proceso educativo. Es sobre todo en la familia en donde se transmiten los valores y se educa en la fe. Como afirma la  Gaudium et Spes, los padres son los primeros catequistas, los que inician a sus hijos para su vida religiosa (n.48)

Enseñar a los hijos a rezar en los primeros años de su vida es importante para su bien, para cuando sean adultos. En los momentos más difíciles de la vida, la verdadera fuerza que ayuda a no deprimirse y a superar las dificultades es la oración, invocación de la ayuda de Dios y al mismo tiempo un recurso al consuelo y a la ayuda que necesitamos para nuestro caminar diario.

En los momentos difíciles, la oración nos aporta las energías que sólo pueden llegar de nuestra fe en Dios.

Quisiera subrayar también otra perspectiva mencionada por Gaudium et Spes (n. 48) y reiterada por el papa Pablo VI en Evangelii nuntiandi (n.71): “Los padres enseñan la fe a sus hijos, pero también los hijos enseñan la fe a sus padres” A menudo los hijos ayudan a sus padres a la hora de redescubrir los valores del Evangelio.

Dado que la Biblia es la Palabra viva de Dios, es necesario que creemos modelos educativos que integren el conocimiento y la meditación de las Escrituras en la vida de nuestros hijos. En esto admiro a los cristianos evangélicos, por lo bien que enseñan las Escrituras a sus hijos. Para comprender nuestra vida en Cristo, necesitamos estudiar lo que cada libro dice acerca de Él. Nuestra fe aumenta a la par con nuestros conocimientos.

Necesitamos un poder mayor que el nuestro, para resolver los problemas que nos aquejan, para protegernos, para suplir nuestras necesidades. Pero nuestra imperiosa necesidad de orar va más allá. La Palabra de Dios es un diálogo vivo entre Dios y la humanidad. Dios nos hizo para que pudiéramos hablar con Él y para que Él pudiera hablar con nosotros y ayudarnos. La vida es incompleta cuando falta esta comunión con Él.

Un padre y una madre pueden dejar poco en  herencia  a sus hijos, pero si les dejan el don de la fe, les transmiten el bien más valioso del que disponemos en este mundo: la luz que ilumina el camino, dando sentido y valor a nuestras vidas.

 

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5 comentarios

  1. JOSE Maria Weindl

    Los niños no tienen apenas referentes hoy. Están desprotegidos frente a una industria de diversión que los manipula. En este sentido este articulista aporta una visión interesante sobre la formación insustituible de la familia con sus hijos

  2. Casado ejerciendo de sacerdote…. ¿un hombre puede recibir los dos sacramentos, del orden y del matrimonio y ejercer al mismo tiempo de cura y de marido dentro del catolicismo?

  3. Señor Doc, (supongo que es un señor) Pues claro que no puede. Pero si está casado por lo civil puede hacerlo.
    Pásese usted un domingo por la mañana a las 11:30 por el local de Codeli Torre dos Maestros, en la Coruña. En los locales del Home Novo. Y verá todo lo que se puede hacer…

  4. Me dicen que en el sitio que indica Rodrigo celebra un matrimonio. ¿Es cierto eso? ¿alguien puede decirme algo? ¿eso puede hacerse y la iglesia lo permite? ¿o es que los obispos miran para otro lado?

  5. Pero… si está casdo solo por lo civil, ante la Iglesia no está casado. Y si cohabita con una mujer mediante nupcias civiles… oficialmente está amancebado. Un hombre que administra sacramentos mientras convive con un pecado del cual no se arrepiente ni hace propósito de enmienda… ¿Con qué autoridad podría preguntar a un feligrés en el confesionario si tiene pensamientos impuros, siendo él un cura fornicario? Con franqueza: no lo entiendo.