Juan Julio Alfaya
Comencé a usar Internet en 1996, utilizando Mosaic, el primer navegador que se
extendió al gran público y que ofrecía Telefónica a sus clientes. Era desesperadamente lento y complicado. Netscape Navigator entró al poco tiempo en el mercado y rápidamente superó en capacidades y velocidad al Mosaic. Después aparecieron Internet Explorer, Mozilla, Opera, Mozilla Firefox (es el que mejor se adapta a mis necesidades), Chrome, Safari y otros. A esto se añadieron las redes sociales. Facebook, YouTube, WhatsApp y Facebook Messenger son las más utilizadas por el número de usuarios activos, según una encuesta realizada en julio de 2019 por Statista.
Las redes sociales ofrecen ventajas y desventajas, como todo en este mundo. La energía nuclear puede utilizarse para diagnosticar y curar ciertos cánceres, pero
también para destruir, como en Hiroshima y Nagasaki. Lo mismo pasa con la religión o con la ciencia. La cuestión no es tanto el «qué», sino el «cómo» utilizamos las cosas, en este caso los avances científicos.
En cuanto a las redes sociales, voy a centrarme en sus peligros para ayudar a mis lectores a evitarlos y, sobre todo, proteger a los menores de edad. Citaré sólo los más importantes:
1º La adicción: Las redes sociales dan una sensación de protagonismo que hacen
que el usuario se sienta el centro de atención y dependa de las respuestas de los demás a sus actuaciones, por ejemplo, al número de "likes" a cada una de sus publicaciones o comentarios. Eso hace que su personalidad deba de adaptarse a las demandas de sus "clientes", lo mismo que si se tratase de un producto comercial, creando así una personalidad falsa no centrada en sus propios valores, sino en la respuesta social a su supuesta genialidad, originalidad, atracción sexual o
capacidad de crítica. La telebasura ha demostrado que la agresividad es un valor en
alza en ciertos medios de comunicación.
Por otra parte, está demostrado que la desconexión de las redes sociales durante
un período superior a las 24 horas produce en algunas personas, sobre todo jóvenes, síndrome de abstinencia, con nerviosismo y ansiedad.
2º El narcisismo: Conocí a una mujer ya madura y separada que pertenecía a un
grupo que utilizaban el narcisismo como terapia. Consiguió adelgazar 50 kilos a base de "machacarse" dos horas diarias en el gimnasio, además de una dieta muy estricta. Como la piel no encoge, sino que sigue siendo la misma, su aspecto era más el de una momia egipcia que el de una señora delgada. El funcionamiento de su grupo estaba basado en el intercambio de elogios y piropos por los logros de cada uno de sus miembros, sobre todo tratando de aparentar una juventud que ya les ha quedado muy atrás. La principal característica de estas personas narcisistas es el uso masivo de selfis en sus cuentas de Facebook.
Es relativamente fácil convertirse en un personaje famoso utilizando las redes
sociales, creándose una identidad ficticia frente a uno mismo y frente a los demás.
Un influencer es alguien que se ha hecho famoso a través de Internet. Algunas
féminas, además de hacerse famosas, han logrado hacer carrera como modelos,
empresarias, promotoras de grandes marcas, presentadoras de televisión, esposas
de personajes famosos e incluso "escritoras". El peligro está en que un o una influencer lo mismo sube que baja. La fama es una plataforma muy traidora como
para basar una vida en ella.
3º El ciberacoso: Las redes permiten que ciertas personas desequilibradas se
dediquen a agredir, criticar y humillar a otras, con la impunidad que les confiere el
anonimato o el no tener a sus víctimas delante. El ciberacoso tiene tantas modalidades y variantes como cualquier otro delito. Puede basarse en calumnias, injurias, descalificaciones, amenazas de publicar fotos o vídeos de la víctima, generalmente de contenido sexual, lo que ha provocado casos de suicidio o internamiento psiquiátrico.
4º Factores de vulnerabilidad en niños y adolescentes: Son los niños y los
adolescentes los más susceptibles de usar Internet de la manera más perjudicial
para su desarrollo. Normalmente pertenecen a familias carentes de valores, cultura
y pautas educativas capaces de ponerles límites sin herir su autoestima ni obligarles a obedecer por miedo a la coacción o el castigo. Las nuevas tecnologías pueden ser, además, un refugio contra la soledad, el aburrimiento o la ausencia de padres por motivos de trabajo o de diversión.