La madrugada de este próximo sábado 30 de marzo al domingo 31 habrá que adelantar los relojes una hora, de manera que a las 02:00 serán las 03:00, mientras que en las Islas Canarias a la 01:00 serán 02:00. Esto significa que se perderá una hora de sueño y que a partir de este cambio los días serán más largos, ya que el sol saldrá más tarde pero también se pondrá a última hora.
Con este cambio de hora, en marzo de 2019 comienza el ‘horario de verano’ en España, que supone adelantar una hora los relojes para aprovechar mejor la luz solar por las tardes, una práctica que se lleva a cabo todos los últimos domingos del mes de marzo y cuyos antecedentes más lejanos se remontan al imperio romano.
El cambio de horario, tal y como se conoce en la actualidad, se remonta a la década de los 70, cuando se produjo la primera crisis del petróleo. Entonces, algunos países decidieron adelantar sus relojes para aprovechar mejor la luz solar.
No obstante, los orígenes del ‘horario de verano’ (o DST ‘Daylight saving time’, por sus siglas en inglés) se remontan mucho más atrás y hay historiadores que recuerdan que las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función del mes del año que fuera.
Así, en la latitud de Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno, pero en el de verano comenzaba a las 06:58 y duraba 75 minutos, según relata el historiador Jérôme Carcopino.
Mucho más cercano, otro de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de 1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió que todos los relojes se adelantarán una hora para reducir el uso de luz artificial y ahorrar energía.
Dos años más tarde y, con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918 para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas una vez que acabó la guerra. No fue hasta la década de los años cuarenta, con*los precios de la energía aumentando, cuando el ‘horario de verano’ se institucionalizó en muchas partes del planeta.
Según un estudio realizado por la Comisión Europea en 1999, esta medida tiene impactos positivos sobre el ahorro y beneficia a sectores como el transporte y las comunicaciones, a la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el ocio.
Sin embargo, en una consulta pública realizada en 2018 por la Comisión Europea, más del 80% de los 4,6 millones de europeos que participaron en el sondeo abogaban por eliminar los cambios de hora bianuales en el continente. A partir del resultado, la Comisión propuso que el último cambio se produjera en marzo u octubre de 2019, pero podría demorarse hasta 2021 o incluso quedar en suspenso después de que los 28 aplazaran sin fecha la reforma del cambio horario por falta de consenso y de evaluaciones de impacto.