(Aroa Fandiño Serrano, desde Bruselas)
La cuestión de si existe o no “el pueblo europeo” ha estado y seguirá estando en los debates políticos y académicos a lo largo y ancho del continente y fuera de él. Es un debate que parece no tener fin… ¿un pueblo vinculado a una organización internacional? Parece teóricamente imposible… pero la UE no es una organización internacional cualquiera!
A mí sinceramente, ya me parece que existe un pueblo europeo como tal. Yo soy del norte de Galicia que tiene sus diferencias con el sur de la región, júntalas y tienes una Comunidad Autónoma, ahora añade las diferencias con el centro, el este y sur de España y ya somos país. Y juntas todas esas ricas diferencias construyes una “Unión unida en la diversidad”, la UE. No hay contradicción, solo SUMA. Así de sencillo.
He ahí un pueblo diferente a todo lo demás.
Cuando hablamos de pueblo, ¿a qué nos referimos? A la noción de una identidad común. Esto me recuerda a la referencia de los autores de Por Europa cuando se plantean: “¿Cómo se reconoce a los europeos? No tanto por el color de su piel, su nacionalidad o su idioma, sino más bien por su manera de pensar, de actuar, su forma de ver las personas y las cosas. Por un estilo de vida que casi nunca se ve en el europeo se ha convertido en norteamericano. Un europeo siente pasión por su ciudad, está fuertemente vinculado con su religión, quiere a su país, sin que ello le impida tener una convicción europea, profundamente arraigada. La identidad europea “postnacional” no es más que una ampliación de la personalidad de capas múltiples que todos tenemos. Todas esas capas, todas esas identidades y personalidades diferentes puedes pertenecer fácilmente a un mismo individuo, sin contradecirse, sin chocar unas contra otras”.( Cohn-Bendit, D., Verhofstadt, G., Quatremer, J., & Méndez de Vigo, I. (2012). Por Europa: Un manifiesto. Madrid: Biblioteca Nueva. p. 84)
Pascal Fontaine señala que la sensación de pertenencia procede, sobre todo, de la sensación de participar personalmente en la toma de decisiones de la UE. La legitimidad democrática se basa en el derecho de voto de la ciudadanía europea al Parlamento Europeo que aumenta progresivamente a medida que esta cámara consta de más poderes.(Fontaine, P. (2014). In Comisión Europea. Dirección General de Comunicación. (Ed.), Doce lecciones sobre Europa. Bruselas p. 30).
Así, la referencia a la ciudadanía europea la encontramos en el Preámbulo del TUE cuando los Estados Partes se manifiestan: “Resueltos a crear una ciudadanía común a los nacionales de sus países” (párrafo décimo).
Posteriormente, se establece el principio de la igualdad de sus ciudadanos afirmando que será ciudadano de la Unión toda persona que tenga la nacionalidad de un Estado miembros y añade que la ciudadanía del a Unión se añade a la ciudadanía nacional “sin sustituirla”.
Resumiendo, la creación de la ciudadanía y del estatuto de ciudadano de la Unión supuso una doble novedad. Por un lado, se supera la dimensión económica en el proyecto de integración europea y, por parte, se crea un estatuto jurídico integrado por un catálogo de derechos vinculados a la nacionalidad del Estado miembros pero independientes de esta.
De esta manera, la idea de pueblo europeo está en construcción. Se trata de sembrar un sentimiento de pertenencia al proyecto europeo, es decir, el sentimiento como “europeo/a” está todavía en proceso. Yo estoy convencida de que ya existe pero no somos conscientes. Por ello, demostramos que ya somos un demos europeo cuando nos comportamos como tal: cuando viajamos con nuestro carnet de identidad fuera de las fronteras de nuestro país (zona Schengen), cuando utilizamos una moneda común… cuando votamos en las Elecciones al Parlamento Europeo (las próximas el 26 de mayo de este año).
No habrá un pueblo europeo hasta que un «ciudadano europeo» no pueda votar en el país en el que reside, trabaja y paga sus impuestos sin verse obligado a abandonar su nacionalidad de origen.