Tratado de Maastricht, 25 años

Aroa Fandiño-

¡Estamos de celebración! Un día como hoy, 1 de noviembre, hace 25 años, entraba en vigor el Tratado de la Unión Europea, conocido como Tratado de Maastricht.

Este Tratado nos trajo avances importantes en el proceso de integración europea: en primer lugar, las Comunidades Europeas pasaron a llamarse Unión Europea (la Unión) para poner de relieve que se trataba de un proyecto político unido. Así, se pretendía dotar a la organización de una dimensión política que permitiera abrir «una nueva etapa en el proceso creador de una Unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa, en la cual las decisiones serán tomadas de la forma más próxima posible a los ciudadanos» (Título I, artículo a).

En segundo lugar, se creó la noción de ciudadanía europea para reforzar la protección de los derechos e intereses de los nacionales de los Estados miembros. Y ello, no trajo la posibilidad de viajar y vivir libremente en cualquier lugar de la UE; votar y presentarse como candidato/a en las elecciones europeas y locales en el país en el que vive; recibir asistencia y protección diplomática por parte de las embajadas y consulados de otros países miembros; formular peticiones al Parlamento Europeo y enviar reclamaciones relativas a casos de mala administración de la UE al Defensor del Pueblo Europeo.

Además, se impulsó la Unión económica y monetaria. A partir de aquel momento, los países de la UE deben coordinar sus políticas económicas; facilitar una supervisión multilateral de esta coordinación y respetar la disciplina financiera y presupuestaria. También, se ponen las bases para la creación de la Moneda común (el Euro).

En cuanto a la arquitectura de la Unión se establecieron tres nuevos pilares (ya derogados tras el Tratado de Lisboa): el Primer pilar, se centraba en la dimensión comunitaria, esto es, en el Tratado de la Comunidad Europea, la CECA y el EURATOM.

El segundo pilar estaba dedicado a la política exterior y de seguridad común (PESC): el refuerzo de la seguridad de la UE y de sus países miembros; el aseguramiento de la paz y la seguridad internacionales de acuerdo con los principios de las Naciones Unidas; la promoción de la cooperación internacional y el desarrollo y la consolidación de la democracia y el Estado de Derecho así como el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Por último, el tercer pilar, se centraba en la cooperación policial y judicial en materia penal con la creación de una Oficina Europea de Policía (Europol) para el intercambio de información entre las fuerzas nacionales; el establecimiento de normas y controles para las fronteras exteriores de la UE; la lucha contra el terrorismo, la delincuencia organizada, el tráfico de drogas y el fraude internacional; la organización de la cooperación judicial en materia penal y civil; el control de la inmigración ilegal y el desarrollo de una política común de asilo.

Se dieron importantes cambios institucionales como el aumento del poder legislativo del Parlamento Europeo; la creación de un Comité de las Regiones o la aplicación del principio de subsidiariedad (en virtud del cual la UE solo interviene en la medida en que la acción a nivel de la UE es más eficaz que a escala nacional).

En definitiva, una celebración como la de este 1 de noviembre que nos invita a tomar conciencia de todo lo logrado. No existe la perfección, la Unión no es perfecta, pero está en el camino de convertirse en una verdadera democracia supranacional. El reto continua.

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