Parece que enero nos sirve para hacer balance del año anterior, así que, me he propuesto, sin mayor pretensión, hacer una breve reflexión acerca de la Unión Europea en el 2017.
En primer lugar, el año pasado fue un año de elecciones. Una de las grandes conclusiones podría ser que, por lo menos, por esta vez, los partidos euroescépticos o eurófobos han perdido la batalla en Francia, Holanda y Alemania. No hay que cantar victoria aun con la victoria del laureado Macron, pero no cabe duda de que es un alivio.
En segundo lugar, para sorpresa de mucha gente el Brexit ha servido para poner de acuerdo a todos los países miembros de la UE, 27, en cómo abordar la salida del Reino Unido de la Unión mientras en éste la peleas políticas internas merman no sólo su capacidad negociadora sino también su visión sobre sí mismo. A mí sinceramente, me parece que tiene mucho mérito que los 27 hayan sido capaces de hablar con una sola voz, por fin. Que sirva de ejemplo en el resto de retos que tienen por delante.
En tercer lugar, ante las reformas polacas para desdibujar la democracia del país, la Unión Europea, a través de la Comisión, ha emprendido una acción judicial para dejar a Polonia sin derecho a voto en la Unión. La necesidad de respetar los valores europeos se convierte en acción. Celebrémoslo, pero sin olvidar que no es en el único asunto en el que esta acción es requerida.
Y por otro lado, el reparto de cuotas de la llamada “crisis de los/as refugiados/as” sigue siendo un tema sin resolver no sólo porque los países no cumplen insolidariamente sino que además en 2017 hemos escuchado la “brillante” propuesta del Presidente del Consejo Europeo (representación de los/as Jefes de Estado y Gobierno) de que habría que replantear las cuotas porque son “ineficaces”. Es decir que el representante de aquellos que no cumplen en vez de proponer buscar la manera de que lo hagan para hacer cumplir el valor europeo de la solidaridad propone su supresión. “Brillante”. Afortunadamente, tras esta declaración tanto la Comisión y el Parlamento han manifestado su oposición a tal replanteamiento.
En cuanto a las propuestas de futuro es imprescindible resaltar el acuerdo en defensa para crear una Cooperación Estructurada Permanente y la proclamación del Pilar Social que parecen abrir, por fin, nuevas vías de integración además de la económica.
Con propuestas claramente federalistas encima de la mesa (listas transnacionales al PE en 2019 o la figura de un Ministerio de Finanzas europeo, etc) ahora se ha puesto de moda denominarse “federalista europeo” como podemos ver en Juncker, Macron o Schulz. ¡Esperemos que sus acciones sean consecuentes con sus palabras!
Además, el reconocimiento como premio Princesa de Asturias nos ayudar a hacer memoria sobre el para qué de esta Unión, su gran logro al conseguir la paz entre los organizadores de las guerras civiles europeas (I y II Guerras Mundiales) y a coger impulso ante la cantidad de desafíos que se nos presentan.
La Comisión ha propuesto reformar el euro creando un FMI europeo (FME) a partir del fondo de rescate actual (MEDE), se pone en marcha un nuevo mecanismo presupuestario para salvar a los países en dificultades y ayudar los que no tienen la moneda única a realizar modificaciones para acceder a la zona euro.
Ese año también celebramos el 60 aniversario de los Tratados de Roma con una gran demostración ciudadana europea en Roma a favor de la Unión.
Por último, es inevitable mencionar a Cataluña no por ella en si misma sino por lo que supone a nivel europeo. La Unión Europea es un proyecto que pretende unir pueblos, que pretende que los lazos trazados entre ellos dificulten y en último término provoquen conflicto o guerra. En definitiva, eliminar fronteras. Y, bajo este análisis nunca puede ser una buena noticia el querer levantar unas nuevas. Aquí lo dejo.
En fin, un año intenso como parece que se presenta el 2018 sobre todo, porque es el año de preparación de las elecciones al Parlamento Europeo de 2019. Veremos lo que nos depara.
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