En unos días tendremos la fiesta nacional, polémica para una buena parte de la población, y que por la resaca de lo acaecido en Cataluña lo será más en esta ocasión. Curioso es que ni siquiera en una fecha así, haya consenso sobre una festividad que celebra unos acontecimientos históricos mal interpretados por unos y por otros, y que junto con el Tribunal de la Inquisición, y el falso asesinato del infante Don Carlos por su padre Felipe II, conforman el trípode sobre el que se levantó la Leyenda Negra.
¿La avaricia de los conquistadores españoles se impuso al afán de civilizar y evangelizar a las poblaciones indígenas? En general, así fue.
¿Hubo actos de extrema crueldad en este proceso? Sin duda.
¿Intentó la Corona española proteger a los indígenas de estos abusos? Sí.
¿Fue la conquista española más cruel que la de las demás naciones? No.
¿Ha recibido España un trato más injusto en relación a otros imperios? Si.
La Leyenda Negra se alimentó en buena medida de las denuncias de Fray Bartolomé de las Casas, el gran defensor de los derechos de los indios, pero al mismo tiempo un notable cínico, porque no se opuso a la esclavitud de los negros. El benedictino Benito Jerónimo Feijoo es por el contrario digno de alabanza, por su análisis más ponderado: “Sin negar que los desórdenes fueron muchos y grandes (…) los excesos a que inducen ya el ímpetu de la cólera, ya el ansia de la avaricia, son inseparables de la guerra. ¿Qué guerra ha habido tan justa, tan sabiamente conducida, en que no se viesen innumerables insultos?”.
Todo proceso de conquista y colonización es traumático, y culturalmente alienante. En ese contexto, los portugueses, franceses, holandeses, belgas e ingleses fueron tan avariciosos y crueles como lo fueron los españoles, pero seguramente movidos por un complejo de inferioridad, nuestros antepasados respondieron propagando una leyenda rosa totalmente alejada de la realidad histórica. Lo curioso es que cuando desde EE.UU se produce un viraje en la percepción de la Leyenda Negra, en España se le empieza a dar crédito en determinados sectores.
Edward G Bourne (Spain in América) y Lewis U Hanke (The spanish struggle for justice in the conquest of América) denuncian que los textos escolares y universitarios son tendenciosos e injustos, plagados de clichés que son el fruto de una prolongada hispanofobia con connotaciones racistas, pues la producción literaria centroeuropea definía a los españoles como una raza, donde se mezclaron predominantemente judíos y norteafricanos. Otro historiador, Philip W. Powell afirma que “no existe nada en toda la historia de España que pruebe que los españoles de entonces, o de ahora, puedan ser clasificados como más crueles, más ambiciosos o más corrompidos que otros pueblos”.
Los estudios demográficos desarrollados con criterios científicos, indican que la población indígena conquistada se redujo aproximadamente al 25% en el siglo siguiente a la conquista, pero en más del 80% la causa fueron las enfermedades (viruela, sarampión, gripe, paperas, tifus…) que llevaron los castellanos a una población que carecía de anticuerpos. Despues, se recuperaron y hoy son mayoría en varios estados andinos. Por su parte, la colonización anglosajona provocó casi el exterminio de los indios estadounidenses; de los 16.000.000 que había, sobreviven poco más de un millón, encerrados en reservas y convertidos en ciudadanos de segunda.
Es comprensible que haya mandatarios e intelectuales latinoamericanos que por reivindicar el legado indigenista, no quieran sumarse a la festividad del 12 de octubre, pero es absurdo que contrapongan la actuación de nuestros antepasados con la colonización de los demás europeos, o incluso con la política de sus primeros gobernantes; cuando Argentina alcanzó la independencia, expulsó de la Pampa y de la Patagonia a los indígenas, provocando su exterminio. Chile trató a los mapuches con una crueldad que no existió en la etapa colonial, y Simón Bolivar “El Libertador”, decretó la libertad de los esclavos que se alistasen en el ejército, no del resto. De sus 2.000 esclavos sólo liberó a seis.
Don Enrique: No puedo menos que agradecer el desapasionado y objetivo relato que hace de los sucesos que devinieron en la conquista y colonización del nuevo mundo.