Rajoy quiere ser Puigdemont

Aroa Fandiño Serrano

Reconozco que el título es audaz. Lo explicaré mejor. Me gustaría invitarles a hacer un ejercicio de comparación casi de ciencia ficción, pero casi no. Estamos a un paso de que no.

En primer lugar, no me detendré demasiado a reflexionar sobre el papel nacionalista-independentista que se identifica con Puigdemont que tanto gusta a unos y tanto detestan otros y que llena periódicos y debates públicos de nuestro país (incluyendo a Cataluña) que dicho sea de paso son tan estériles como inútiles. Solamente destacaré, para lo que nos interesa, el hecho de que esta identificación conlleva día sí y día también querer que Cataluña tenga presencia internacional.

Podremos estar de acuerdo los que se posicionan a un lado y al otro en una cuestión: la representación exterior es una competencia estatal. Y así lo especifica la Constitución Española que nos atañe a todos (guste o no) en su artículo 149. Por eso, unos la añoran y otros ponen el grito en el cielo ante su ejercicio (o intento de ejercicio) por parte de una Comunidad Autónoma.

En el nivel europeo, debemos tener en cuenta que en base a que la competencia de las relaciones exteriores es estatal y, por ahora, los Estados miembros de la UE no quieren atribuírsela a la UE, se trata de una competencia de coordinación (PESC- art. 21-46 TUE). La UE goza de una Alta Representante para los Asuntos de Exteriores y de Seguridad, Federica Mogherini, pero su labor es de coordinación entre los Estados miembros y no tiene la capacidad que un/a Ministro/a de Exteriores estatal, como Alfonso María Dastis posee.

Pues bien, les propongo el siguiente ejercicio de comparación de “ciencia ficción”: imaginémonos que tal y como ocurre en este país que, como dicen los teóricos es de estructura cuasi-federal, la competencia de Relaciones Internacionales es estatal, ocurre lo mismo a nivel europeo. Imaginémonos el futuro (porque ocurrirá) de que la competencia de las relaciones exteriores es 100% europea, osea de Mogherini.
Ante la pregunta que seguro que se les avecina de que no es comparable porque efectivamente hablamos de una competencia estatal: les invito a imaginarse un Estado, el europeo. Imagínenlo e imaginen a continuación la cara de Mogherini cuando escucha las declaraciones de ofrecimiento a Trump de Rajoy, Presidente de un Estado miembro (análogo a una Comunidad Autónoma). Yo diría que podría ser la misma cara que se le queda a Rajoy cuando Puigdemont o sus consejeros se van de gira internacional o pretenden abrir embajadas catalanas por el mundo. ¡Un escándalo!.

Yo me pregunto, ¿se puede ser nacionalista y europeísta? Mi opinión, mi respuesta es que no: ni los nacionalistas de un lado ni del otro. No se puede decir que se es muy europeísta, Rajoy, y luego actuar como un nacionalista español. Se puede, lo hace, pero que no se crea que nos convence. No se puede abogar por una mayor integración y al mismo tiempo negarse a ceder competencias que harían que la integración funcionase mejor (por ejemplo en el tema de la “crisis de los/os refugiados/as”) y al mismo tiempo moverle la silla que usted cedió a darle y que es de por si endeble a la Alta Representante de las Relaciones Exteriores de la UE. Todo al mismo tiempo. Esquizofrenia. Y, seguro que “la culpa se la echamos a la UE”. La única que hace de enlace con los Estados Unidos debe ser la Alta Representante porque es su competencia y Rajoy al intentar salir en una foto que no es la suya solo actúa fuera de su competencia, como Puigdemont, como un nacionalista (en este caso, como uno español).  Esta es mi opinión.

El federalismo es la conjugación de dos principios: unidad y diversidad (sentirse en un todo respetando las diferencias de cada quien). La integración europea en la que estamos inmersos conlleva, en su conclusión, el establecimiento de un espacio político, de una unidad política, basada en el federalismo: el Estado federal europeo cuya base es la unidad para afrontar juntos aquellos desafíos compartidos y la diversidad basada en la aceptación y el respeto del sentimiento de cada quien. Por eso yo me siento una europea convencida porque al mismo tiempo me veo ferrolana, gallega, española y europea y, añadiría también, dicho sea de paso “de Ferrol Vello”. No hay contradicción, hay suma. Suma es lo contrario a la exclusión y en el nacionalismo siempre hay exclusión por naturaleza: es el yo frente al otro. No contempla la unidad, la diversidad ni el respeto.  Vivimos en tal caos que aceptamos con apabullante y sonrojante facilidad que nos digan que ser europeísta y comportarse como nacionalista es coherente y válido. Pues no, no lo es. Pongamos un poco de razón a los titulares y a los comportamientos, sobre todo, aquellos que tienen la capacidad de decidir nuestro destino como españoles/as  y europeos/as.

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