En 1970 las autoridades decidieron que el barrio de Esteiro era irrecuperable, y salvo zonas concretas debía ser derribado. Para realojar a sus habitantes escogieron la península de Caranza, porque las expropiaciones de terrenos eran muy baratas al ser una parroquia rural apartada de la zona urbana de Ferrol. La mayor parte de las viviendas construídas fueron de Protección Oficial.
Los planificadores diseñaron un barrio funcional, con grandes avenidas, pero la historia del urbanismo español durante los años sesenta, está llena de acertados conceptos que se destrozaron por la especulación de los promotores y la corrupción de la Administración. Sin embargo, Caranza fue una excepción. Los espacios destinados a viales, equipamientos y zonas verdes, no se recalificaron para aumentar el parque de viviendas.
Que Caranza no se convirtiera en un barrio dormitorio es mérito del movimiento asociativo de los años 70-80, que combinó hábilmente la movilización social, con la negociación política. En los 650.000 metros cuadrados del barrio vivimos 17.000 personas, y contamos con zonas verdes, paseo marítimo, playa artificial, mercado, cinco centros de enseñanza, centro de salud, tres polideportivos cubiertos, piscina climatizada, centro cívico, residencia de la tercera edad, un hospital privado, conservatorio de música, muelle deportivo, centro de día, auditorio y complejo deportivo. El tráfico es fluído y no hay problemas de aparcamiento.
Con estos datos, ¿alguien se atreve a decir que Caranza es un barrio dormitorio o un suburbio? ¿Cómo es posible que los pisos en Ultramar sean más caros que en Caranza, cuando tienen un enorme déficit de equipamientos y zonas verdes, además de un tráfico complicado?
La razón es la mala imagen que persigue a Caranza por la inercia de la lucha vecinal contra la droga, desarrollada en 1989 y 1990. No es que hubiera más drogas que en otros barrios, simplemente no se ocultaba el problema. En el peor de los casos, podemos decir que hoy en día, el barrio es tan seguro como cualquier otro de la ciudad.
Todavía hoy los caranzeiros decimos «voy a Ferrol», cuando deberíamos decir «voy al centro». El sentimiento de comunidad es muy fuerte, y lo refuerza más cierta sensación clasista que se detecta procedente de otros barrios. Sirva como ejemplo que participando hace años en una tertulia radiofónica, una mujer se quejó de que Ferrol no tuviese paseo marítimo. Cuando le repliqué que no era cierto, porque lo había en Caranza, me miró condescendiente y me dijo:
– Ya, pero yo estoy hablando de Ferrol…de Ferrol, Ferrol, vamos.
Hoy en día hay un elevado grado de satisfacción de los vecinos con su entorno, siendo el motivo las infraestructuras y los numerosos servicios públicos de los que disfrutamos. Cuando Caranza aparece en las noticias caracterizado como un barrio dormitorio o conflictivo, la mayoría ni nos enfadamos ni nos molestamos. Ni siquiera nos preguntamos como estando tan cerca, siguen sin conocernos.