Enrique Barrera Beitia
Dada su situación geográfica y su riqueza en ciertos minerales, Galicia jugó un importante papel para las aspiraciones del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial, destacando el apoyo a los sumergibles, la exportación de wolframio y el suministro de alimentos a las denominadas «Pôches de l’Atlantique».
El wolframio
Galicia era una gran productora de wolframio (o tungsteno), un mineral que adquiere enorme importancia en las guerras, pues usado como aleación, proporciona mucha más dureza al acero, mientras que su presencia en la cabeza de los proyectiles antitanque, les confiere mucha más capacidad de penetración.
Entre 1939 y 1944 trabajaron en estas minas más de 20.000 personas, cobrando elevados salarios y el Banco Pastor se benefició especialmente de este comercio con los nazis, al igual que empresarios como José Parga Moure y Pedro Abelenda. Los aliados boicotearon de diversas maneras las exportaciones a Alemania. Un método costoso pero eficaz, era comprar el wolframio a precios muy elevados para acaparar la producción. Entre 1937 y mediados de 1944, la tonelada pasó de 7.500 a 235.000 pesetas. Después, descendió a su valor habitual porque los aliados bloquearon el suministro de petróleo y para restablecerlo, obligaron al gobierno de Franco a prohibir las exportaciones a Alemania, más allá de cantidades testimoniales.
El apoyo a la marina alemana.
Las rías de Ferrol y Vigo actuaron como apeaderos logísticos camuflados de los sumergibles alemanes, especialmente esta última, aunque es bastante probable que en menor medida de lo que hemos creído. En cualquier caso, era un recurso de emergencia bastante seguro para los U-Boots de la Kriegsmarine que precisaban reparaciones de urgencia, aprovisionamiento o desembarcar heridos.
Más importancia tenían los apoyos a la navegación. En la parroquia de Arneiro, perteneciente al concello lugués de Cospeito, se instaló un radio-faro para facilitar las comunicaciones de los barcos que operaban en el Atlántico, mediante un sistema denominado Consol, que permitía a los U-Boots conocer en todo momento su posición sin tener que salir a la superficie.
En la avenida de Finisterre (A Coruña), se instaló una potente unidad móvil de radio, atendida por quince alemanes que informaban a los comandantes de los U-Boots del tráfico marítimo. Además, su señal servía como radio-faro.
Está muy extendida la idea de que el aeródromo de As Rozas, a pocos kilómetros de Lugo, y el de Guitiriz, se utilizaron por la Lutzwaffe para proteger a los sumergibles. No se puede afirmar con rotundidad y personalmente soy bastante escéptico en este asunto, aunque reconozco que cuando los U-Boots atacados solicitaban apoyo aéreo, este apareció a veces con tal rapidez, que se alimentó la sospecha. Están documentados enfrentamientos aéreos en Estaca de Bares, Malpica y Lage.
Mucho más creíble es la historia revelada en 2005 por Manfred Schoffer, quien durante la SGM formó parte de un grupo de aviadores alemanes que usaban aviones de uso civil cedidos por el gobierno de Franco para detectar barcos aliados. Su base de operaciones era el aeropuerto de Lavacolla y seguían rutas comerciales para no despertar sospechas. La estratagema era de una sencillez tan sorprendente como eficaz. Este grupo se comunicaba con Berlín a través de una emisora de radio instalada en el Hotel Méndez Núñez, de Lugo.
Abastecimiento de les Pôches de l’Atlantique (las bolsas del Atlántico).
Tras el exitoso desembarco de los aliados en Francia, los alemanes se retiraron, dejando potentes guarniciones en las bases navales de La Rochelle, Royan, Saint-Nazaire y Lorient, con el objetivo de mantenerlas operativas. Aunque aisladas o embolsadas (pôche significa bolsa) , resistieron exitosamente y sólo se rindieron días antes de terminar la guerra. Para abastecerlas, se organizó una red clandestina de transporte, dirigida por Alexander Brendel, un ingeniero que trabajaba en Ferrol y vivía en la calle Real 151, 1º izquierda. En realidad, era un agente del Abwehr y su mano derecha era una falangista coruñesa llamada María José Pérez Torres, que trabajaba en el Sindicato Vertical del Transporte. Casi al final de la guerra, los aliados descubrieron estas actividades, que involucraron a quince buques de pequeño y mediano tamaño. Supongo que, en alta mar, trasvasaban la mercancía a sumergibles alemanes de transporte denominados Milchkuh (vaca lechera), ya que no creo que pudieran entrar en los citados puertos franceses, porque estarían bloqueados.
A la izquierda, las bolsas alemanas en el Atlántico. A la derecha, el libro escrito por el embajador de EE.UU en Madrid, durante la SGM, que detalla la lucha por el control del wolframio, considerada como una misión de guerra.