Juan Cardona Comellas-www.juancardona.es
La situación política de impase permanente nos ha llevado a la repetición de elecciones por incapacidad manifiesta de los “elegidos”. Cual ungidos por los dioses la inmensa mayoría de los parlamentarios electos adquieren una nueva condición, abandonan el quehacer diario (quien lo tenga) y estrena nuevo estatus. Atrás queda el molesto despertador y las retenciones de tráfico, los horarios encorsetados y rendir cuentas del trabajo. La nueva pátina los hace superiores, están por encima del bien y del mal, solo se deben a sus líderes quienes digitalmente evalúan más su lealtad que su mérito. Su ombligo es su referencia.
Las pasadas elecciones del 20D han sido como un mazazo en un cristal, han atomizado el mapa político. Entre “mareas”, “compromisos”, “comunes” y “emergentes” han creado nuevas partículas elementales, algunas unidas por una interacción débil, y otras con cargas de signo contrario desafían a la física y se repelen mutuamente. Lo que es normal en otros países en nuestra España se asemeja imposible. Si nos fijamos en nuestro entorno, Francia con elecciones a doble vuelta por cada circunscripción electoral (más o menos 100.000 habitantes) elige a casi 600 diputados. Tres partidos “socialistas” dominan la Asamblea, en la oposición 4 partidos de derechas, 2 de centro, los verdes, comunistas y partido de La Izquierda. Con todo este batiburrillo no tienen problemas para conformar mayorías.
En Alemania con un sistema electoral mixto, proporcional y mayoritario, en donde se elige candidato directo y en otra urna la lista de partido, a quien se le exige un mínimo del 5% de los votos nacionales, que limita la proliferación de pequeños partidos. El Bundestag está compuesto por la coalición Demócrata Cristiana (310 sobre 630 parlamentarios) que forma con los Socialdemócratas (193) la “Gran Coalición”. En la oposición La Izquierda Socialista y la coalición de los Verdes que suman 127 escaños.
En el Reino Unido cada distrito electoral elige a un miembro, usando el sistema electoral de escrutinio uninominal mayoritario, bajo el cual el candidato con más votos gana cada distrito. Hoy en día el partido Conservador y Unionista (331) domina el parlamento, con el Laborista (232) en la “Muy Leal Oposición de Su Majestad”, dejando el resto de la oposición (84 escaños) en manos de Liberales, partidos nacionalistas escoceses, irlandeses y galeses tanto de corte Unionistas como Independentistas y que quedan reducidos a su ámbito geográfico.
Como vemos cada estado emplea un sistema electoral adaptado a su propia naturaleza e idiosincrasia, y con la experiencia de años y años de democracia consiguen acuerdos para gobernar sin que el país zozobre. Adaptemos nuestra Ley Electoral a los nuevos tiempos. La Ley actual (año 1986) fue diseñada para fortalecer y favorecer los neófitos partidos de la transición, pero que al cabo de cuarenta años no necesitan tanta protección. Parece lógico que quien legisle y decida para todos los españoles debe de tener representación en todo el estado, y por otra parte: la fórmula a emplear debe de contemplar la igualdad de todos los españoles ante la urna. ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Qué partido va a cambiar una Ley que le favorece? ¿Quién la va a cambiar sin pensar en sus intereses? ¿Tendremos que asistir otra vez a este carnaval perpetuo en donde impera el “tú más”?, o asistir pasivamente a propuestas descabelladas de: “primero sillones”, o al manido “cordón sanitario” a un partido, o la descalificación y veto a líderes votados por millones de españoles. ¿La solución el 26 del próximo junio? Por desgracia creo que no. En tiempos repetir era sinónimo de suspender…