Como en todas las noches electorales la expresión común más oída en las sedes de los partidos es: ¡Hemos ganado! No cabe duda alguna que así es, no les falta razón; los puestos cabeceros de las listas aseguran su empleo por un nuevo periodo (normalmente de cuatro años) y en otros casos pasar del vino cosechero al gran reserva. No es solamente el aspecto económico lo que motiva esa alegría incontenida; es el poder, el reconocimiento, la vanidad, las pensiones exprés, las ventajas fiscales, los descuentos en viajes, etc. En la parte positiva, que también las hay, «el desinteresado servicio público» y otras cuestiones altruistas.
Los únicos partidos políticos que abiertamente reconocieron su derrota fueron Izquierda Unida, bajo la «marca» de Unidad Popular y UPyD. Los dos diputados de Garzón no alcanzaron para crear grupo parlamentario y son poco recompensa para sus más de novecientos mil votos. En tono menor los lamentos de UPyD con la pérdida de un millón de votos reduciendo su cosecha a ciento cincuenta mil. No creo que esta menguada cifra llenase de satisfacción el ego de Rosa Díez (que no era candidata). Los demás celebraron «su victoria» como fuerza más votada, como ganadores de la izquierda, como primeros en su autonomía, como primerizos en una contienda electoral de generales, y sigue y sigue. Muchas declaraciones y en el fondo poco «champan». Los que sí descorcharon (me imagino que Don Simón) fueron los ganadores del cambio mientras contabilizaban, en tono épico, sus 69 escaños; eso sí con cierta argucia: Los votos de Podemos, exclusivos, son 42 (que ya es una cifra apreciable), a los que hay que añadir los 12 de los catalanes de ICV y «Barcelona En Comú», los 9 valencianos de «Compromis» y «Es el Moment», y los 6 de la Mareas gallegas, con «IU» y «Anova»: A simple vista muchos jefes y pocos indios; ya que en boca del gran jefe cada una de estas autonomías configuran una nación (incluyendo el país Vasco en donde ganaron con su «marca»). La euforia victoria emotiva, lagrimas incluidas, podría ser «sonada» si Iglesias hubiese estrechado la mano de Garzón, pero nuevamente los egos le privaron, seguramente, de ser realmente la agrupación de izquierdas por excelencia. Una preocupación menos para la mayoría de los españoles.
Ahora solamente nos queda esperar que cada uno de los máximos representantes de los partidos anteponga el interés nacional al propio de sus formaciones. La llamada «generosidad» que se exige es realmente una obligación en aras a la estabilidad de España. No nos merecemos unos políticos que centren sus energías en larguísimas campañas electorales y abandonen el gestionar nuestro patrimonio común. Del sudoku de las suma de escaños pasar a un programa que, cediendo cada uno, conforme un futuro común de progreso que satisfaga, al menos parcialmente, a sus respectivos votantes y contente al resto. Señorías déjense de tertulias amañadas, posiciones irreducibles e intransigencias varias; y pónganse manos a la obra, ¡qué para algo cobran de nuestros impuestos!
Muy bueno tu artículo Juan.
A ver si te leen y hacen algo de caso.
Demostrarían q son Políticos de verdad!
Pues parece que va a ser que no, que el Chulito de Pedro Sánchez no va a gobernar, sus Emires le han dicho que nanai, que de aliarse con podemos ni lo sueñe, menos mal que aun quedan algunos cuerdos en el PSOE. La verdad son un poco manirrotos pero con cierto sentido común. En fin que nos espera otra campañita.
Tu serás capaz de soportarla amigo Juanelo ?
Yo pienso irme a San Andrés de Teixido. Si alguien me sigue será bienvenido
Un abrazo Juan