Familiares y amigos del Fernando Sánchez Grandal, el joven de 17 años que falleció en julio de 2011 tras entrar de madrugada en una vivienda de Pontedeume (A Coruña), lo han calificado de «pacífico» y han admitido que no se explican a qué fue el joven a la vivienda.
«Es imposible dar una explicación», ha reconocido la madre tras ratificar que su hijo no conocía al matrimonio que residía en la casa y al que se juzga, en la Audiencia Provincial de A Coruña, por la muerte del menor, después de una de las siete lesiones que le causaron con un cuchillo le provocase la muerte.
En su declaración, ha argumentado que por parte de la pareja «se le denegó el auxilio sanitario». «Todavía pienso que me puedo despertar y que todo sea una pesadilla», ha dicho en una declaración en la que ha denunciado «cambio de versiones» por parte del matrimonio.
Mientras, agentes de la Guardia Civil que se encargaron de la investigación han descartado que la presencia del menor se debiese a un juego de rol y han ratificado que no hay «datos objetivos» que apunten a un intento de robo.
COLABORACIÓN DE LOS ACUSADOS
«La desgracia de este asunto es que no podemos determinar cuál es el móvil», ha precisado uno de ellos. Estos mismos agentes han explicado que el matrimonio, José Agustín F.C., de 68 años, y su esposa, María del Carmen F.G., de 67 años, colaboraron con ellos y que no fueron conscientes del alcance de las heridas de la víctima, que falleció en las proximidades de la casa.
«No sabían que había muerto, pensaban que estaba bien», ha dicho uno de los primeros agentes que acudió al lugar y que ha indicado que, a su llegada, se encontraron a la mujer limpiando y «baldeando» y que le dijeron que dejara de hacerlo.
Este agente ha afirmado que María del Carmen F.G. les explicó que estaba «limpiando sangre», lo que la acusación particular sostiene que supuso una destrucción de pruebas. A preguntas de la defensa, el agente ha señalado que su actitud fue «colaboradora, en todo momento» y que el matrimonio estaba «muy nervioso». «Muy asustados», ha apostillado.
PERSONA «MUY BUENA»
Por otra parte, los agentes han ratificado que el joven llevaba guantes de látex puestos en sus manos, y que tenía otro par en sus bolsillos. También le fueron localizados pendientes de mujer, unos muñecos de playmobil. En una mochila de su vivienda con candado, hallaron también más guantes de látex y dos linternas.
Sobre los mismos, su madre ha dicho que, como médico, tiene este tipo de material en su vivienda. Tanto las hermanas del fallecido como sus amigos, entre ellos los que habían acudido con él desde Ferrol a locales de ocio en Pontedeume, lo han definido como una persona «muy buena».
Ninguno ha dado una explicación sobre los motivos por los que se ausentó, aunque alguno apuntó que le habían dicho que se había ido con unos amigos del lugar donde pasaba las vacaciones.
PRÁCTICA DE «PARKOUR»
A preguntas de los letrados, después de que el joven, según el matrimonio, entrase y saliese por una ventana de la vivienda unifamiliar, relataron que, hacía dos años, el menor practicó «parkour», (desplazarse en un entorno usando las habilidades del cuerpo).
«Lo que hacía no se podía llamar parkour, era saltar de un bordillo a otro», ha dicho su hermana gemela ratificando lo dicho también por un amigo. En cuanto a las llaves de la casa del matrimonio que aparecieron en su bolsillo, y, ante la pregunta de si las coleccionaba, los testigos aseguraron no tener constancia de ello.
Antes, el yerno del matrimonio, guardia civil de Tráfico y el primero en llegar al lugar, ha dicho que vio «gotas de sangre» en la casa y que, cuando sus suegros, se enteraron de que el joven había muerto «se derrumbaron». «¡Qué hice!», ha manifestado sobre lo que pronunció su suegro.
Por otra parte, un vecino ha confirmado que vio a un joven salir de la casa y que caminó «unos 60 pasos» e «inestable», pero que pensó que estaba «borracho». «No hizo ademán de pedir ayuda», ha señalado.
PROBLEMAS DE VISIÓN DEL ACUSADO
El juicio ha contado también con la declaración de un oftalmólogo, que ha declarado como testigo propuesto por la defensa, y que ha indicado que el acusado tiene una «hipermetromía fuerte» y padecía cataratas, antes de ser operado de ellas con posterioridad a los hechos. En la oscuridad y sin gafas, en referencia a la situación en la que se produjo la agresión, ha dicho que tiene una «visión muy limitada» y que solo puede ver «bultos».
El matrimonio se enfrenta a penas de 20 años de prisión, cada uno, por el delito de asesinato que solicitan las acusaciones particulares, en representación de la madre, las hermanas y el padre. La Fiscalía y la defensa califican los hechos de homicidio, pero piden la absolución por aplicar las eximentes de «miedo insuperable» y «legítima defensa».