María Fidalgo Casares. Doctora en Historia
Mis años de contacto con el mundo del arte me han demostrado que los grandes pintores que atesoran décadas de experiencia y trayectoria en el mundo artístico, tienen un algo en común: un halo de divismo, más o menos manifiesto, surgido del contacto de la admiración y reverencia del público por sus obras. Este halo de divismo les suele llevar a rodearse de una cierta corte, despreciar a sus contemporáneos, hacer demoledores juicios de valor sobre pintores noveles y afianzar su posición de seres por encima del bien y del mal… incluso realizando obras muy por debajo de su capacidad, amparados por ese paraguas del reconocmiento público. Intrigas, envidias, egos desproporcionados, frustraciónes… sobrevuelan por esta casta de privilegiados que han tenido el don del arte en sus manos.
Por eso si cabe, es antiparadigmático el caso del Maestro Juan Galdo, un grandísimo artista con más de medio siglo de trabajo a sus espaldas, reconocimiento del público y un elevado nivel de calidad en su amplísima producción pictórica…. cuya modestia, bonhomía, y accesibilidad han jugado en su contra y no le han dado el reconocimiento que merece. Quizás sea su ciudad natal la que menos ha apreciado, al menos institucionalmente, su gran trabajo y que compensaría en parte realizando la gran antológica retrospectiva de su obra que esperemos llegue a ver la luz cuando haya una corporación municipal con sentido común.
Juan Galdo nació en Ferrol en 1940, y desde su infancia ya muestra una gran aptitud para el arte…. No será hasta los quince años cuando decida formarse académicamente y para ello elige la dirección del gran expresionista Segura Torrella, que creó escuela y que hoy, 60 años después sigue dejando tibias huellas en la obra de Galdo. Será en Coruña donde debute en la I Exposición de Artistas Ferrolanos junto a artistas consagrados, y la ciudad en la que hasta la fecha, el artista se sienta más cómodo y reconocido.
El Galdo juvenil es un Galdo amarrado todavía a la figuración y un dibujo preciso, pero evoluciona con rapidez y va alejándose de los artistas coetáneos decantándose por una síntesis de los elementos del dibujo, cierta irrealidad del color y sobre todo una descomposición de la realidad en volúmenes geométricos en la línea del gran Vázquez Diaz. Un cubismo sintético que empieza a perfilarse en sus composiciones y alcanzará su plenitud años más tarde.
Sin embargo sus miras van más allá que quedarse en su ciudad natal y como muchos artistas se plantea el gran sueño de ir a París y acabar de formarse, consolidar su estilo y trabajar en la meca de los pintores… y recién cumplidos los 20 años el joven ferrolano marcha lleno de ilusiones a la ciudad del Sena. Aunque todos los comienzos son difíciles, encuentra un taller que se adapta a sus expectativas y estudia pintura y modelado con el maestro Jean Venitien. Su estancia parisina casi cumplirá un lustro en el que simultanea su formación con primeras exposiciones, la última en 1967 en el VII Salón Du Plessis-Rubenson.
Sobre todo París le aporta a Galdo el empaparse del espíritu artístico de la ciudad en la que surgieron las vanguardias más afines a él: un cubismo atemperado y un fauvismo que será intermitente en su carrera para consolidarse y quedarse – creemos que definitivamente- personalizando su estilo con una fuerza inusitada los últimos años de su vida.
En los años 70 ya se instala definitivamente en Ferrol y comparte la pintura con la docencia, dejando según testimonios de sus alumnos no sólo una gratitud inmensa por los estudios impartidos sino una gran huella por la calidad humana del maestro. Es esta década de los 70 en la que se especializa en retratos, a juicio de esta crítica, uno de sus logros más destacados como la excepcional serie de Mari, su esposa, uno de los hitos de su producción.. , y sobre todo en los dificilísimos retratos infantiles en el que sobresale el retrato del “ Niño Paramés”. Posiblemente aunque ni Galdo fuera consciente de ello, el trabajo retratístico era una actividad para seguir ejercitándose en el dibujo, uno de los pies primordiales de la representación, y que iba a abandonando periódicamente en sus trabajos al óleo al depositar la carga ejecutiva en el color.
Pese a la celeridad de sus ejecuciones, sus exposiciones públicas aunque no escasas tampoco han seguido un ritmo paralelo a su producción. Tampoco ha sido muy pródigo en acudir a certámenes. Aún así en 1961 recibe una medalla en el “Certamen de Pintura Bello Piñeiro”, en Ferrol, en 1962 la segunda medalla en el Certamen de Dibujo “Feria del Mar”, repitiendo tercera medalla en el segundo Certamen. Su obra se encuentra en colecciones particulares e instituciones en España, Francia, Brasil y Estados Unidos. Ha expuesto en Ferrol, Coruña, Cambre, Cedeira, Paris… en medio centenar de ocasiones, su última exposición la realizó este Junio en el Torrente Ballester de Ferrol con gran éxito de público.
Hay que señalar que el carácter comercial de su obra ha sido algo muy secundario y que jamás le ha hecho modificar o evolucionar en un sentido u otro, siempre ha optado por su independencia sin pertenecer a tertulias o camarillas que le hubieran favorecido en su andadura, pero que no encajaban con su carácter tan poco amigo de intrigas intestinas.
Los géneros del pintor han sido muy variados, pero siempre soportes de su ansia de evolución y sobre todo de un disfrute inmenso por el trabajo que realiza…. Galdo se prodiga en todos los géneros desde los más clásicos, como el bodegón, retrato y paisaje destacando los de la villa de Pontedeume y panorámicas de Ferrol, a otros más creativos como los músicos con su parafernalia instrumental, las composiciones operísticas, la noche de San Juan o el Carnaval con la particularidad que no predominan unos sobre otros. Le gusta realizar series en las que experimenta sobre variaciones del mismo tema, cual reto pictórico que le obliga a desarrollar nuevos enfoques y perspectivas sobre la misma temática.
Una de las constantes de Galdo -que comienza en su plenitud y que se intensifica en su madurez -es su ánimo de experimentación y cambios de rumbo que, algo encomiable, en ningún caso le aparta de su intenso estilo, incluso regresando a sus inicios para despuás dar un paso de gigante y volver a descomponer la forma casi hasta la irrealidad.
Su estudio en el Inferniño ferrolano, está abierto a todos aquellos amantes del arte y del buen hacer. Tras una sencilla puerta burdeos un estallido de color te deslumbra y lienzos, acuarelas, dibujos y bocetos nuevos y antiguos aparecen colgados de todos los sitios posibles y en todo tipo de formatos…. Te recibe con su bata de pintor, manchada de tinturas como los antiguos artesanos, con su talante amable y sus ganas inmensas de contar y enseñar sus nuevas creaciones, dedicándose a ellas con el mismo tesón que cuando era un joven que empezaba… y adelantándote sus nuevos proyectos por venir, mientras los gigantes ojos negros de su pequeña nieta asoman en pequeños y deliciosos retratos.
En la actualidad sin lugar a dudas y pese al oscurantismo en el que permanece su trabajo, es uno de los pintores fauves más sobresalientes de Galicia y aunque parezca que algunos se resistan a reconocerlo… sus obras están ahí. Arte de verdad con oficio, talento y estilo… la tríada del auténtico artista. El mejor reconocimiento.
Juan Galdo. Todo un Maestro, sí señor.