María Fidalgo Casares. Doctora en Historia
En todos los ámbitos relacionados con el paisaje y la arquitectura es bastante habitual discutir sobre rehabilitaciones, protección de espacios naturales y urbanos y sobre todo de la destrucción del patrimonio. Algo que debería preocuparnos a todos los gallegos, ya que Galicia está especialmente deteriorada si la comparamos con las otras comunidades norteñas.
Una de las razones más esgrimidas para justificar esta situación es la de que “antes no se preocupaban por estas cosas”. De ahí el inri, de que estos últimos años cuando “sí nos preocupamos por estas cosas” no paren de sucederse en Ferrol actuaciones en nueva construcción y reformas muy cuestionables. De esto, únicamente puede culparse a los arquitectos y los responsables municipales, ya que la ciudadanía es totalmente ajena e impotente. A los arquitectos no hay manera que les entre en la cabeza que tienen plena libertad para sus creaciones en las zonas nuevas y modernas, pero que en entornos históricos deberían actuar sólo como “técnicos” y visto lo visto, tendrían que estar con las manos atadas y plegarse en todo momento al criterio de historiadores especialistas en patrimonio…
Lo más llamativo es que sin sonrojo esgrimen argumentos como purismo, autenticidad, hasta “sinceridad” para defender a capa espada los proyectos originales, donde está el “espíritu y la esencia del edificio” que para algunos son meros pretextos para hacer lo que les viene en gana y eliminar todo lo que les place y destaque su ejecución “ de autor”. Con esta bandera defienden la indefendible tarta de nata en que se ha convertido el pétreo y maravilloso edificio de San Felipe que estaba perfectamente integrado con su entorno defensivo, la eliminación de la forja de XIX de los balcones del Ateneo, la negativa a dejar la piedra vista en el Hospicio que tanto lo hubiera singularizado, la eliminación de las airosas buhardillas de Nova Galicia, la tremenda cubierta de chapa del tejado en mansarda del cuartel de instrucción y sobre todo las miles de trabas y objeciones que ponen al ciudadano de a pie para ascensores, solados y ventanas en la Magdalena…
Pero donde más enarbolan el estandarte del purismo es en el tema del Ayuntamiento de Ferrol, al que califican despectivamente de mamotreto y bulto, y aunan filas para pedir su demolición, utópicamente, pero como una auténtica declaración de principios. Evidentemente el Ayuntamiento es un edificio extemporáneo, construido en una época en la que el eclecticismo era algo obsoleto… y que tal vez los que lo defendemos, calificados por los oponentes como rancios conservadores, nunca lo hubiéramos elegido para ese lugar, pero se hizo con ese estilo que identificaba a los edificios con la función que albergaban y para que en ese Ferrol rutilante de los 50 se ubicara su edificio consistorial se eligió un modelo historicista, muy neoclásico por cierto, con resabios escurialenses y ciertas similitudes con la Puerta del Sol de Madrid, edificio por cierto que jamás he oído criticar. Su gran escalinata confería aún más empaque y presencia al que se llamaba entonces “Palacio Municipal”. Tanta furia desata, que convierte a sus oponentes en auténticos ayuntadestroyers.
Hablan con veneración de la retícula neoclásica, “amputada” por el espantoso edificio y abogan por la ortodoxia del reverenciado trazado. Con el truco del almendruco de contrastar las dos vistas: una foto idílica de la plaza anterior con el obelisco de Churruca, preciosas casas de madera, piedra y cristal y superficie arbolada, contra una actual, con esa espantosa superficie levantada y cementada, árida y rodeada de edificios infames en torno al Ayuntamiento, osan dejar caer que si se eliminara el edificio volvería al estado ideal… Y sí, es cierto que “pega poco”, pero también es verdad que lo clásico permanece, y el edificio es un compendio del clasicismo, y que su volumétrica presencia contribuye indudablemente a aminorar el impacto de los verdaderos bodrios que son los edificios que lo limitan… Simplemente con un nuevo diseño de la superficie de la plaza y sobre todo arbolarla ya ganaría. La eliminación de la Casa Consistorial sólo conseguiría que se vieran más los horrores que lo delimitan, perderíamos un edificio singular y único, y la plaza saldría perdiendo de forma ostensible… desgraciadamente tenemos una terrible experiencia en ello.
Sin embargo estos que tanta hiel destilan contra el magno edificio no presionaron lo suficiente contra la destrucción del emblemático Hispania, eso que tenían en su mano la carta de la tan cacareada recuperación de la arquitectura industrial, y permanecen indiferentes ante el antinatural edificio de la Escuela de Idiomas, los respiraderos brutalistas de la Iglesia del Socorro, el cubo anti natura de la fachada del Hospicio, el engendro indefendible de la nueva plaza de Abastos, y el cajón de aluminio del lateral del Jofre. Tampoco se plantean la demolición de los pisos altos del edificio más disruptor de Amboage, del que me aseguró un famosísimo arquitecto ferrolano hay sentencia de ejecución.
En el mobiliario y los interiores ya es cuando pierden el norte, se quitan la máscara del purismo y ya es “a repanocha” se les olvida el espíritu que generó la construcción y tanta sinceridad y con el argumento de hacer su espacios mas “habitables”, una de sus palabras fetiches, como si antes fueran tierras inexploradas, intentan dejar su sello personal en el interior y no les duelen prendas en convertir el Ateneo, que debería ser un entorno cálido y acogedor que estimulara el estudio y la tertulia, en salas de un níveo espacio ibicenco, la escalinata del regio Hospital de Caridad en una pasarela de cemento y aluminio rojo de casa protegida de los 80, el edificio de Nova Galicia en una impersonal oficina de seguros y hasta el interior de la hermosa ermita de Caaveiro tampoco se libra, con cementos e iluminada con lámparas tipo Ikea porque claro, hay que dejar la impronta “de autor”……
Seguro que en esta retahíla de despropósitos echarán de menos la mayor afrenta al ciudadano ferrolano, contra la que los ayuntadestroyers tampoco cargan como deberían: La Plaza de España, obra cumbre de veleidades de políticos, urbanistas y cretinos que por sí misma merecerá otro artículo de desahogo y frustración…..pero no quiero saturar de más improperios a los lectores.
Pero que mal que les pese, nuestro regio Ayuntamiento se salvará y permanecerá, pero por desgracia no porque haya imperado el sentido común sino porque… Crisis dixit.