Manuel Molares do Val-(molares@yahoo.es-cronicasbarbaras.es)
Este Gobierno posderechista es tan socialcristiano o socialdemócrata, tan progresista y solidario, que le pone parches de Sor Virginia y disculpas a las irresponsabilidades de algunas élites de la clase trabajadora.
Por lo que no se atreve a denunciar que los 79 muertos del tren Alvia en Santiago del 24 de julio se debieron a la irresponsabilidad del maquinista Garzón, que desatendió su deber y no frenó cuando debía.
El Gobierno va a afrontar ahora unas reformas en los ferrocarriles que serían innecesarias en cualquier país en el que existiera el sentido del deber.
Aquí la derecha es más obrerista que la izquierda, no por sentimiento, sino porque teme que la acusen de antiobrerismo franquista.
Ante un accidente como el de Santiago la izquierda habría actuado como Franco: en una huelga de los controladores aéreos José Blanco, ministro de Fomento y notable líder del PSOE, los militarizó como haría el dictador para obligarlos a trabajar.
Los controladores también le habían hecho huelgas a José María Aznar, y el duro expresidente se plegó manso a sus exigencias. Nunca los humilló, como Blanco.
Si en el caso del tren el ministro encargado hubiera sido ese socialista o un poscomunista, y no la posderechista Ana Pastor, todas las declaraciones sobre el accidente habrían señalado la culpabilidad del maquinista.
Y no habrían cambiado veinte normas de circulación para los trenes, algunas innecesarias, como ha propuesto la ministra actual.
Porque alegarían que todo funcionó, menos el maquinista, un profesional que disponía de todos los medios para frenar, pero que mantuvo a una velocidad homicida.
Las grabaciones de las cajas negras revelaron los pitidos insistentes de alerta. Y si no se puede confiar ciegamente en el piloto prescindamos de él: que todo sea automático.
El maquinista, como el país ante sus responsabilidades, abandonó su sentido del deber, ese respeto a la obligación moral que tenemos con los que dependen de nosotros.
Claro que nosotros ya no exigimos responsabilidades a nadie. Por autoprotección. Porque también somos unos irresponsables.