Yoani Sánchez, desde La Habana para Galicia Ártabra Digital.
En 1993 Fidel Castro se vio contra las cuerdas de la crisis económica y aceptó la circulación del dólar en territorio cubano. Hasta ese momento, la tenencia de divisas extranjeras podía pagarse con varios años de cárcel. “La moneda del enemigo” entró para quedarse, aunque años después sería reemplazada por un sucedáneo llamado peso convertible. Entre los detalles más llamativos del decreto que autorizaba la dualidad monetaria, estaban los motivos para hacerlo. En la Gaceta Oficial se reconocía que esta medida “contribuye positivamente a disminuir el número de hechos caracterizados como punibles lo cual aliviará y favorecerá el trabajo de la policía y los tribunales de justicia”. O sea, para ahorrarle trabajo a instructores y jueces se permitía portar dólares. Sin embargo, la clave principal radicaba en la fecha elegida para que la nueva legalidad entrara en vigencia: el 13 de agosto, día del cumpleaños del Máximo Líder.
Han pasado dos décadas de ese momento y aún la sociedad cubana sigue atenazada a la esquizofrenia monetaria. Ya Fidel Castro no ocupa el cargo de presidente pero parece que su hermano también es dado a mezclar las flexibilizaciones legales con el calendario familiar. El 3 de junio ha conmemorado no sólo sus 82 años de vida, sino que ha puesto fin a una estrategia de control excesivo sobre el acceso a Internet. Apenas pocas horas de terminar esa jornada abrían las 118 salas de navegación con conexión pública a la web. Un regalo de cumpleaños un tanto amargo para el General que había estado demorando todo lo posible la conversión de los cubanos en internautas. Muy probablemente a este pequeño paso hacia la flexibilización informática le ocurrirá lo mismo que a la despenalización del dólar: no tendrá marcha atrás.
Desde la mañana del martes, día 3, comenzaron a funcionar los nuevos locales públicos con servicio de Internet e Intranet. Por el costo de 4.50 pesos convertibles (CUC), alrededor de 3,50 euros, el usuario cuenta con una hora de acceso al ciberespacio. También se puede optar por una navegación en la intranet nacional por 0.60 CUC o en su lugar utilizar solo el correo electrónico “.cu” a un precio de 1,50 CUC la hora. En varias pruebas realizadas no se detectó –hasta el momento- ninguna página censurada por considerandos políticos. Con una velocidad mínima de conexión de 512 Kbps, la interfaz que da la bienvenida al usuario nada más encender el ordenador lleva el nombre de Nauta. Aunque todo el funcionamiento y los programas instalados discurren sobre Microsoft Windows.
Costo elevado del servicio
En la primera jornada de apertura eran accesibles desde los nuevos locales de Internet portales como El Nuevo Herald, sitio de noticias al estilo de Diario de Cuba y varios blogs críticos con el gobierno hechos desde dentro de la Isla. El costo elevado del servicio, en un país donde el salario medio mensual ronda los 17 euros, parece ser la limitante fundamental. Lo cual contradice al viceministro de comunicaciones quien recientemente había declarado que “no será el mercado quien regule el acceso al conocimiento en nuestro país”. Hasta el momento quienes tienen la moneda fuerte –autorizada a circular por el otrora presidente- podrán costearse la entrada a redes sociales, a sitios de clasificados y las apetecidas bolsas de empleo o becas para inscribirse e intentar emigrar.
Curiosamente ambas medidas: la despenalización del dólar y esta tímida apertura a Internet, han sido fruto más de la presión que del deseo aperturista del gobierno. Permitir que los cubanos pudieran portar moneda convertible, fue una decisión tomada ante la evidencia de que en el mercado informal los llamados “verdes” circulaban cada día con más fuerza a finales de los años ochenta y principio de los noventa. Similar situación ocurre ahora con la información que circula desde la gran telaraña mundial. Las conexiones piratas a la web por una lado y el avance de las redes clandestinas de distribución de audiovisuales por otro, confirman lo inútil de poner puertas al campo de los kilobytes.
Firmar un contrato
Los primeros usuarios que probaron las salas de navegación esta mañana se sorprendieron ante la velocidad de la conexión pero lamentaron los excesivos costos de la misma. Varios periodistas oficiales revoloteaban alrededor de las mesas de un céntrico local del barrio del Vedado tratando de captar la instantánea de los habaneros lanzándose en masa sobre los teclados. En lugar de eso, unos pocos y cautelosos clientes tanteaban los límites del nuevos servicio. Cada uno debía mostrar su documento de identidad y firmar un contrato antes de sentarse siquiera frente a la pantalla del ordenador. En el mismo se aclaraba que no debe usarse el servicio para “acciones que puedan considerase (…) dañinas o perjudiciales para la seguridad pública”. Una espada de Damocles que podría ser interpretada también a partir de considerandos políticos e ideológicos.
De cumpleaños en cumpleaños, así van los cambios en Cuba. Hace veinte años fue el dólar… hoy Internet.