Oposición y distensión

Gabriel ElorriagaGabriel Elorriaga Fernández-(diario crítico)

No es lo mismo oponerse que disentir. Con ocasión de una reciente entrevista con el ex presidente Aznar, un articulista, pretendidamente ingenioso, escribía que Aznar había destronado a Rubalcaba como jefe de la oposición al disentir de cómo el actual equipo de gobierno aplica el programa del Partido Popular. Oposición es actuar contra una tendencia política para desplazarla del poder y sustituirla por otra tendencia con un proyecto radicalmente distinto. La oposición está contra la orientación general del gobierno en todos los campos, sea una reforma de la educación, de la ley del aborto o de la política territorial, y no se conforma con crisis ministeriales sino que pretende promover resultados electorales distintos que den paso a otra mayoría parlamentaria en que apoyar una situación contraria a la existente. No pretende mejorar la situación, sino establecer otra.

La disensión expresa un descontento o desavenencia interna entre personas emanadas de la misma base electoral que juzgan conveniente mejorar o regenerar la gestión del colectivo de que forman parte y desde el mismo sector sociológico. La disensión es un síntoma de vitalidad de una fuerza cuya lealtad consigo misma no consiste en identificarse a tumba abierta con un equipo o con un gestor coyuntural, sino tener influencia suficiente para cambiar, cuando las circunstancias lo aconsejen, en beneficio del prestigio o del futuro de su opción política. Es la facultad de un partido para controlar su triunfo electoral que es fruto del esfuerzo de millones de votantes y no patrimonio de una persona o un grupo de ejecutivos seleccionado por ella.

La capacidad de disensión y de relevo dentro de la misma mayoría es lo que le da la deseable estabilidad y dinamismo. Una mayoría política incapaz de corregirse, reforzarse o recuperarse del desgaste de una gestión discutible, es una mayoría estática y, por consecuencia, descendente en la opinión general. En nuestros días, los grandes partidos parecen organizaciones excesivamente estáticas y subordinadas al poder interno de sus aparatos burocráticos a la vez que despreocupadas de su relación de confianza con las bases electorales.

La capacidad de disenso es muy importante en la actualidad política, en la que la oposición no se presenta como alternativa a plazo previsible. La oposición, incoherente y falta de liderazgo, no puede esperar volver al poder si no fuese por el agotamiento del partido mayoritario. Aún así, no puede ni soñar con una mayoría absoluta y solo puede imaginarse en el poder con coaliciones tóxicas con minorías de dudosa ortodoxia constitucional o de izquierdismo exacerbado y desfasado. Por ello, la mayoría predominante en nuestros días, con un sustento parlamentario de dos años y medio y con un horizonte de posible continuidad, a poco que consiga una situación socioeconómica más confortable para sus potenciales votantes, no puede resignarse a la desconfianza y la impopularidad como si fuesen enfermedades incurables. Tiene que ser, a la vez, gobierno y alternativa o poder y oposición de si misma. El partido gobernante, precisamente por el hecho de serlo, no puede circular imprudentemente, sin capacidad de corrección, como un coche sin rueda de repuesto.

 

 

 

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