Antonio Miguel Carmona-(director diario progresista)
Todo vacío en política es susceptible de llenarse de ocurrencias. El político carente de ideas, la prensa sin apenas lectores, buscan desesperadamente una ocurrencia para rellenar el deshabitado mundo de los propósitos.
Las ocurrencias suelen ser una fuente inagotable de estupidez. Generalmente se trata de ideas peregrinas que buscan llamar la atención. A veces su éxito entre el público más pueril convierte a su progenitor en defensor de la ocurrencia de por vida.
Pero, ¿podría una ocurrencia ser una buena idea? En un debate general en el que el orador es incapaz de integrar un discurso coherente, imaginen, de repente se le ocurre una idea que nos parece simplemente genial. Pero, por muy práctica que nos parezca, carente de contexto no deja de ser también una… ocurrencia. Una buena ocurrencia, pero una ocurrencia al fin y al cabo.
La principal motivación del hacedor de una ocurrencia es la búsqueda desesperada de un titular. El ejercicio insano de tratar de ser noticia a diario lleva al político a confiar en la ocurrencia más motivadora del imaginativo asesor a sueldo.
Para mayor abundamiento, cuando el representante público se encuentra en problemas o, simplemente, rueda hacia abajo en el sondeo, los nervios le juegan una mala pasada y el cerebro se le llena de ocurrencias. Cada una más peregrina, a veces impostada, otras nacidas de la sinceridad de la oquedad de las ideas.
La prensa también es responsable de difundir ocurrencias y entretener a la gente con gilipolleces que en no pocas ocasiones sirven para el debate en la barra del bar de siempre, en el cigarro de la puerta de la oficina o en una tertulia de la radio o de la televisión.
No hace falta que les ponga ejemplos, ¿verdad? El mundo de la ocurrencia es tan amplio, tan transversal, afecta a los extraños pero también a los propios. Un mundo para cada ocurrencia. Por eso sufrimos una desoladora falta de ideas, de soluciones, de altura de miras y discursos coherentes que ofrezcan soluciones y no… ocurrencias.