Federico Quevedo-(el confidencial)
El Gobierno ha decidido ponerse en lo peor. Así, sin anestesia previa, ha dado la vuelta de nuevo a su discurso de las últimas semanas según el cual se empezaba a ver algo de luz al final del túnel allá por el último trimestre de este año, y ha optado por la cruda realidad. Es más, si me apuran, ha preferido ofrecernos la versión más pesimista aún a sabiendas de que es más que probable que tampoco ese escenario dramático se cumpla, y lo que se anuncia como un doloroso tránsito hacia el final de la crisis no lo sea tanto.
La conclusión a la rueda de prensa de ayer de los dos ministros económicos –De Guindos y Montoro– y la vicepresidenta Sáenz de Santamaría es que España va a seguir este año en recesión, que empezará a crecer un poco, pero muy poco, en 2014, que se seguirá destruyendo empleo este año y que terminará esta legislatura con una tasa de paro entorno al 25%, lo que significa que bajaremos de los seis millones de parados pero que el desempleo seguirá siendo nuestro principal problema.
Lo que también sabemos es que el Gobierno se compromete a no subir más los impuestos –IRPF e IVA- el año que viene, pero tampoco los va a bajar hasta 2015, y entonces ya veremos. Es más, aunque no se toquen las principales figuras impositivas lo que si va a hacer el Gobierno es modificar algunos otros impuestos ‘menores’ y quitar más deducciones a las grandes empresas en el Impuesto de Sociedades, además de penalizar un poco más a los bancos por sus depósitos lo que le permitirá a las arcas del Estado recaudar unos 300 millones de euros. Digo yo que esos que siempre se quejan de que el Gobierno está a lo que dictan los banqueros, se callarán un poco, aunque lo dudo.
Es decir que el escenario, visto así, no puede ser más desolador, pero al menos es realista. Fruto de ese realismo y de la convicción de que no solo con el ajuste es posible salir de la situación, el Ejecutivo ha planteado también un escenario de déficit que se ajusta bastante más a lo posible que el que nos había impuesto la UE en un principio, de tal modo que hasta más allá de 2015 no vamos a ver unas cuentas saneadas y encarriladas. Y esto es lo que hay. El cuadro, pintado así, insisto, podría pertenecer a la época oscura de Goya, pero si hay algo esencial a la hora de poner de parte del Gobierno todo el esfuerzo necesario para superar esta situación eso es, precisamente, reconocer la realidad tal cual es e, incluso, si me apuran hacer lo que está haciendo el Ejecutivo de Rajoy, es decir, ponerse en lo peor.
A partir de aquí se pueden tomar dos caminos: el de la demagogia y las propuestas imposibles, y el de hacer todo lo posible por ir despertando de su letargo aquellos sectores de nuestra economía que una vez hecho el ajuste ya deberían de estar empezando a cosechar frutos positivos. Como si de un ejercicio de fina acupuntura se tratara, el Gobierno tiene ahora la tarea por delante de ir pinchando allí donde hace falta reactivar el sistema nervioso de nuestro modelo productivo, y para eso es necesario hacer reformas que insistan en la flexibilidad y la liberalización para superar los déficits estructurales que impiden a los emprendedores crear empresa.
Porque, no se equivoquen: la izquierda va a seguir proponiendo la misma receta que nos ha llevado a este drama de paro y desolación, es decir, más y más gasto público, pero el camino es justo el contrario, es el de lograr que sean las empresas privadas las que vuelvan a crear empleo y para eso hace falta un marco adecuado que no se corresponde con el actual. A ese objetivo se dirigen las reformas que el propio Rajoy va a presentar en el Parlamento. El resto de las políticas de estímulo no dependen del Gobierno, sino de la UE, y es en esa batalla que el Ejecutivo libra cada semana en Bruselas donde debería haber mucho más consenso político.
A nadie se le escapa que España vive un drama social sin precedentes y es muy miserable pensar o afirmar que el Gobierno no es sensible a esta situación. Lo es, y si algo hay que reconocerle es el haber conseguido alejar, parece que definitivamente, el escenario terrible de la intervención al que nos condujo la política errática del anterior Gobierno y que ahora nos estaría, ya no ahogando sino, literalmente, matando como está matando a aquellos países en los que ha sido necesaria.
Si de verdad en este país hubiera un mínimo sentido de responsabilidad por parte de toda nuestra clase política, lejos de intentar aprovechar las circunstancias para obtener alguna clase de rédito político, se estaría buscando un gran pacto que ayudara al país a salir de la crisis. Y se equivocan quienes rehúyen de ese acuerdo porque si España sale de la crisis, y es más que probable que lo haga antes de lo que anuncia el escenario pesimista del propio Gobierno, habrá sido entonces mérito de éste que podrá reprochar al resto de la clase política y a los agentes sociales el haberse dedicado única y exclusivamente a poner palos en las ruedas.