No quisiera abrir aquí una subsección de chistes machistas, pero se trata de un género (con perdón) que ilustra muy bien el principio de la polisemia de las palabras y las frases. Este nuevo chiste lo envía Gabriel Ter-Sakarian, veterano libertario. Dice así:
La Guerra del Golfo hizo mucho por elevar la dignidad de la mujer musulmana. Antes de esa guerra, el marido iba montado en un burro y la mujer caminaba a pie detrás de él. Después de esa guerra el marido sigue montado en un burro y la mujer sigue yendo a pie, pero no detrás del marido sino delante… por si hay alguna bomba enterrada.
Carlos (de Almería) da en el clavo al interpretar la cantinela de lo que él llama «sindicalés, una degeneración del politiqués». Le dio la pista esta declaración de un sindicalista en una manifestación: «No somos banqueros, sino bancarios y bancarias». Es decir, no aparecían las «banqueras». El principio es que ese doblete de «ciudadanos y ciudadanas», etc., se aplica solo cuando los términos son positivos. Por ejemplo, en el sindicalés no se dirá nunca «los corruptos y las corruptas». La consecuencia es clara: el plural genérico de toda la vida vale solo cuando hay alguna denominación despectiva. Añado que ese hecho prueba que las palabras suelen estar cargadas de un sentido desdeñoso o admirativo según quien las pronuncie. Al hacer ese distingo, en el caso de la muletilla «ciudadanos y ciudadanas», etc., lo que se refuerza es lo que se quiere evitar: el sexismo en el lenguaje.
Pedro M. Arauz Cimarra se maravilla y se irrita de que en una tertulia una periodista, muy razonable ella, se refiriera a «esos señores de ETA«. Tiene razón en su queja el de Manzanares de la Mancha. No son señores, jaunak en vascuence, aunque esa voz pudiera ser tachada de sexista. No lo son aunque algunos de ellos hayan llegado a señorías, esto es, a diputados del Congreso.
José Antonio Martínez Pons lanza una ácida crítica a la tesis de que se ha conseguido ya la igualdad de los dos sexos. Se basa en las siguientes apreciaciones:
1) Las maniquíes o modelos femeninas cobran mucho más que sus equivalentes masculinos y, además, esos últimos, en el subconsciente popular, tienen una consideración un poco extraña.
2) En los partidos de baloncesto y en otros deportes, para entretener al público en los tiempos muertos, se exhiben mozas ligeritas de ropa pero no mozos.
3) Hasta para anunciar una margarina sale, sin venir a cuento, un chica luciendo muslamen.
Añado un hecho más sencillo: las mujeres pueden exhibir más parte de piel que los varones.
Ya de paso, don José Antonio critica a los mismos a los que se les llena la boca con lo de la condena de Galileo hace 500 años y al tiempo arremeten contra los que publican ideas contrarias a las suyas.
Luis Cáceres me demuestra que la palabra arte es masculina en singular y femenina en plural. Me ha convencido. Pero, entonces, ¿ya no podremos decir «arte poética» o «arte cisoria»?