Victor Corcoba Herrero/Escritor-(corcoba@telefonica.net)
En la morada de los muertos reside nuestra propia historia, la vivencia de que el silencio lo purifica todo, y la experiencia de que la soledad es un auténtico infierno. Necesitamos sentirnos amados, los que aman saben perdonar. Requerimos la visión de Dios y ampararnos por su eternidad, los que a Dios llevan nada les falta. Sólo Jesus, que descendió a nuestras miserias por ser Dios, sabe de nuestro desvelo por ascender. Tras la caída, levantarse es inevitable. Tenemos que transformar nuestra vida desde dentro, crear en nosotros una vida nueva. Que la vida es para amarse, no para aborrecerse. Sólo el auténtico amor nos eterniza Ama y vive en el amor enamorado. El amor es más fuerte que la muerte. La muerte es nada cuando el amor es mucho. Nos hace falta renacer espiritualmente, reencontrarnos con nuestra propia paz, refundirnos en la firme confianza de que Jesús, muerto en la cruz, resucita. Con el anhelo de que tras el llanto viene la calma, y que tras el desconcierto llega la serenidad, es preciso evocar, de que Jesus es nuestra esperanza, porque su muerte nos ha legado el primer testamento de amor jamás vivido.