Humor y polisemia

Amando de MiguelAmando de Miguel

No me canso de repetirlo. Tenemos muchos humores en el cuerpo, pero el humor más presentable, el que nos hace sonreí­r, es el que se deriva de la polisemia de las palabras. La gracia del chiste o del comentario humorí­stico está en la sorpresa que produce el hecho de que una palabra o una expresión puedan significar dos cosas. Si una de ellas es un tabú o un prejuicio (sexualidad, escatologí­a, racismo), la sonrisa está asegurada. Se trata de un gesto que no tienen los otros animales. El niño normal empieza a sonreí­r mucho antes que a hablar. No hay cosa más lamentable para un adulto que no encontrar ocasión para sonreí­r, mejor aún, para reí­r francamente, a lo largo del dí­a. Sospecho que muchas enfermedades se incuban por la falta de ocasión para dejar fluir el gesto de la risa. Como esta seccioncilla tiene también el propósito de prevenir dolencias del cuerpo y del alma, transcribo a veces comentarios jocosos.

Agustí­n Fuentes, tan serio él y tan circunspecto, me enví­a el examen de un estudiante norteamericano listo. Transcribo las respuestas del test con algunos retoques:

P: ¿En qué batalla murió el general Lee? R: En la última.
P: ¿Dónde fue firmada la Declaración de Independencia? R: Al final de la página.
P: ¿El rí­o Ohio corre en qué estado? R: Lí­quido
P: ¿Cuál es la primera causa de divorcio en los Estados Unidos? R: El matrimonio.
P: ¿Qué no se puede comer nunca en el desayuno? R: El almuerzo y la cena
P: ¿A qué se parece la mitad de una manzana? R: A la otra mitad.
P: ¿Cómo puede permanecer un hombre ocho dí­as sin dormir? R: Durmiendo de noche.
P: Si se necesitan ocho hombres para construir un muro en diez horas, ¿cuánto tiempo necesitarían cuatro hombres para construir el mismo muro? R: Nada de tiempo. El muro ya está construido.

El test es más largo, pero creo que basta la muestra dicha para componer el diálogo socrático transcrito. Digo bien, pues en los diálogos de Platón, con Sócrates de protagonista, hay muchas escenas que recuerdan el test del estudiante. El truco está en seguir la lógica de la primera significación de las palabras. En el caso del test del estudiante el prejuicio es que los profesores saben mucho y que los estudiantes son tontos.

Juan A. Fernández M. nos hace sonreí­r con un cuentecillo que sintetizo. El marido sale de la ducha cuando su mujer se dispone a entrar en ella. En ese momento llaman a la puerta de la casa. La mujer se envuelve el cuerpo desnudo en una toalla y sale a ver quién es el que llama. Es el vecino de enfrente, quien le dice: «Te doy 3.000 euros si dejas caer la toalla». La mujer duda, pero le hace gracia la propuesta y piensa que los eurillos les vendrí­an muy bien. Total, nadie va a enterarse. Así que deja caer la toalla y el vecino se queda extasiado. La mujer vuelve al cuarto de baño y el marido, que se está afeitando, le pregunta distraí­do: «¿Quién era el que llamaba?». Ella le responde: «El vecino de enfrente, tu amigo». El marido le pregunta: «Supongo que habrá venido a devolvernos los 3.000 euros que le presté».

Si no logra usted sonreí­r con el examen del estudiante y con el cuentecillo de la toalla es que su salud peligra. No otra cosa es dejar de entender que las palabras y las frases pueden interpretarse en más de un sentido. El lenguaje no está solo para transmitir información, sino para alegrar la vida. Ese es el principio saludable de esta seccioncilla.

 

 

 

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