Manuel Molares do Val-(molares@yahoo.es-cronicasbarbaras.es)
Es que ya no puedes fiarte de la lealtad de los cómplices de los corruptos.
Quizás por eso España tiene salvación y va a salir más honesta de lo que era antes de que llegaran a los juzgados los casos de corrupción política, que quizás aún son minoría frente a los que quedan por descubrirse.
Que tiemblen los corruptos, especialmente los partidos políticos, no porque la ley y la ciudadanía se hayan vuelto tan severas que impidan sus sobornos, sino porque el deshonesto ya no puede confiar en sus cómplices.
En España se ha perdido la lealtad. Aplicada a las buenas causas honraba a quien la poseyera, pero usada para las malas facilitaba la delincuencia.
Aquí, ya no queda lealtad alguna, ni buena ni mala. Ni siquiera la mafiosa ley del silencio.
Los políticos han perdido su glamour y traicionan hasta a su madre cuanto un juez les aprieta, o un fiscal les promete clemencia si confiesan: Luis Bárcenas llega hasta Mariano Rajoy.
Esta pérdida de valores tradicionales la sufren también algunos componentes de la Familia Real, cuyos socios y servidores los denuncian y chantajean.
Uno de ellos es Iñaki Urdangarin, yerno del Rey, que quiso enriquecerse para ser un príncipe dorado, pero al que ahora extorsiona su socio desleal Diego Torres.
Un cortesano antiguo se suicidaría para no traicionar a su señor. Los corruptos japoneses aún se hacen el harakiri, pero, claro, son corruptos honorables.
Eufemiano Fuentes amenaza con romper el secreto profesional médico para denunciar a sus antiguos clientes de dopaje, ciclistas, futbolistas, atletas o tenistas.Ni de tu internista puedes fiarte.
Perdido el código de honor de la protección mutua nadie puede fiarse de nadie, robas unos euros y tus compinches te denuncian ante el juez y en las redes sociales.
Situación que sólo ofrece dos salidas: volvernos honrados, o contratar a matones para que los traidores sepan que les romperemos las piernas.
Aunque tampoco podremos fiarnos: los matones han perdido su ética profesional y te denuncian al primer interrogatorio policial.