Unidos en la fe: toma de posesión de Antonio Rodríguez Basanta en Santa Cruz de Canido y San Rosendo

Fot. Galicia Ártabra

La comunidad cristiana de Santa Cruz de Canido y San Rosendo vivió este domingo una jornada de profunda emoción y esperanza con la toma de posesión de su nuevo párroco, Antonio Rodríguez Basanta. Aunque la celebración coincidió con el final del verano y el regreso de muchos de vacaciones, un buen grupo de fieles se reunieron para acompañar este momento de renovación en la vida parroquial, marcado por un mensaje claro: la unidad en la fe y el compromiso común de todos los bautizados.

El acto estuvo presidido por el obispo diocesano, Fernando García Cadiñanos, quien comenzó su intervención con unas palabras de gratitud hacia los sacerdotes que han guiado la parroquia en los últimos años. Recordó de manera especial la entrega de José Antonio, así como la labor generosa de José Carlos Moreno Barragán, destacando en ambos el espíritu de servicio que han dejado como huella en la comunidad.

La llamada a la unidad

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En su homilía Fernando García Cadiñanos insistió en un tema central » la unidad dentro de la parroquia«. Subrayó que la Iglesia no es la suma de individualidades aisladas, sino una asamblea de creyentes, llamada a caminar junta y a discernir en común. «La parroquia —dijo— es una familia donde debemos aprender a escuchar, compartir y transmitir al mundo lo que vivimos dentro de la Iglesia».

Esa referencia a la asamblea conecta con la tradición más profunda de la Iglesia: desde los primeros cristianos hasta nuestros días, la comunidad de los fieles ha sido el espacio privilegiado donde el Espíritu Santo actúa, guiando a los hombres y mujeres de fe a tomar decisiones iluminadas por el Evangelio. El obispo invitó a todos a no quedarse en lo superficial, sino a discernir juntos qué pasos dar para crecer en comunión y testimonio.

El ejemplo de la torre

Con un lenguaje sencillo y a la vez profundo, el pastor diocesano recurrió a una imagen evangélica para ilustrar la misión cristiana: la de construir una torre. «Antes de empezar una obra —explicó— debemos preguntarnos hasta dónde podemos llegar, porque si no la terminamos, quedará como un mal testimonio». Lo mismo ocurre en la vida de la parroquia: si no vivimos con coherencia y seriedad nuestra fe, el testimonio cristiano se debilita y no podemos ayudar a otros a acercarse a Jesús.

De ahí su insistencia en que cada fiel se examine, para que la vida parroquial no sea solo una suma de actividades, sino un verdadero camino de autenticidad y coherencia.

La Iglesia que camina en la historia

En otro pasaje de su homilía, el obispo recordó que la Iglesia también va caminando en la fe a lo largo de la historia, y que los tiempos cambian. Compartió una experiencia personal de camino hacia la parroquia: había visto a un grupo de personas practicando zen o yoga y comentó que hoy existen diversas formas de búsqueda espiritual.

Lejos de juzgarlas, subrayó que el cristianismo debe aprender a dialogar con estas realidades y a ofrecer un testimonio auténtico desde la sencillez del Evangelio. Con este gesto, mostró una apertura que refleja su modo de ser: un pastor cercano, un hombre sencillo, capaz de leer los signos de los tiempos y de valorar las inquietudes espirituales de nuestro mundo.

La ambición bien entendida

Otro de los puntos fuertes de la homilía fue la reflexión sobre la ambición. El obispo recordó que la ambición por el poder, el dinero o los bienes materiales «es siempre peligrosa y destructiva». Pero señaló también que existe una ambición buena: la de ser mejores cristianos, mejores personas, más generosos con los necesitados y más fieles al Evangelio.

En un mundo marcado por el consumismo y la competitividad, esta llamada a una ambición distinta —la ambición del servicio— resonó con fuerza entre los presentes, como un recordatorio de que la fe no se vive de puertas adentro, sino en la entrega cotidiana a los demás.

Todos somos importantes en la Iglesia

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Al concluir el acto, tomó la palabra Antonio Rodríguez Basanta, quien quiso dejar un mensaje claro a su nueva comunidad: «Todos somos importantes dentro de la Iglesia,». Retomando las palabras de San Pablo, recordó que cada cristiano ha recibido dones diferentes y que todos son necesarios para la construcción del Cuerpo de Cristo.

«No es solo el sacerdote quien lleva adelante la parroquia. —subrayó— Cada miembro de la comunidad, desde los catequistas hasta los voluntarios de Cáritas, desde los niños hasta los ancianos, tiene un lugar y una misión».

Estas palabras encuentran un eco en uno de los documentos centrales del Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, que recordó con fuerza la vocación común al sacerdocio de todos los bautizados. Por el bautismo, todos participamos de la misión de la Iglesia, todos estamos llamados a ser testigos del Evangelio en el mundo, aunque de formas diferentes.

Una nueva etapa compartida

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El ambiente de la celebración, sencillo y cercano, reflejó la calidez de los fieles que se hicieron presentes. Los participantes valoraron la importancia de iniciar esta etapa con esperanza y con el deseo de caminar unidos, creciendo como comunidad misionera, abierta a los desafíos del barrio y de la sociedad.

En esta tarea, Antonio Rodríguez Basanta no estará solo. Junto a él, otros tres sacerdotes compartirán la responsabilidad pastoral de estas comunidades, ofreciendo sus dones y esfuerzos para acompañar la vida parroquial y responder a las necesidades espirituales y sociales del barrio.

La toma de posesión de Antonio Rodríguez Basanta no es, por tanto, solo un cambio en el liderazgo pastoral, sino una invitación a renovar el compromiso de todos los cristianos de Santa Cruz de Canido y San Rosendo. Unidos al obispo y a su nuevo equipo pastoral, la parroquia quiere seguir siendo luz en medio del barrio, espacio de acogida, de fe compartida y de servicio a los más necesitados.

En palabras del propio párroco: «La Iglesia no es de unos pocos; es de todos. Y todos, en los dones que hemos recibido, estamos llamados a construir juntos la comunidad que Dios sueña para nosotros».

 

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