Mensaje del obispo de Mondoñedo-Ferrol con motivo del Día del Trabajo 2025.
«Celebramos el 1º de Mayo, un día muy especial para el mundo obrero, que nos permite reflexionar juntos sobre la dignidad y la centralidad del trabajo en la vida humana y en el designio de Dios. Sin duda, la riqueza de la doctrina social de la Iglesia nos ofrece una luz para comprender y acoger las diferentes dimensiones del trabajo que, en la situación actual, hoy son simplificadas u opacadas».
«Desde sus inicios, la enseñanza de la Iglesia ha resaltado que el trabajo no es sólo un medio para obtener sustento, sino una dimensión fundamental de la persona humana. A través del trabajo, el ser humano participa en la obra creadora de Dios, desarrolla sus capacidades, se relaciona con los demás y contribuye al bien común de la sociedad. El trabajo nos da dignidad y nos dignifica. Además, es un factor que nos ayuda a cultivar la esperanza tan necesaria para un proyecto de vida estable».
«Así lo recordaba el papa Francisco: “Cuando no sabes si mañana vas a poder dar de comer a tus hijos, o si lo que estás estudiando te permitirá tener un trabajo digno, es fácil caer en el desánimo. ¿Dónde buscar la esperanza?” (Bula del Jubileo 2025). En ese sentido, la Iglesia siempre ha reivindicado un trabajo digno, que pasa por la primacía del ser humano sobre el capital, salarios justos y condiciones laborales dignas».
«Somos conscientes de que la realidad del mundo laboral se presenta con una complejidad creciente. Una nueva cultura del ocio reivindica más un trabajo compatible con la libertad, el tiempo libre y el conveniente descanso. Igualmente, una mentalidad creciente busca una seguridad permanente y segura que sólo se encuentra en los empleos de la Administración. El desajuste entre la demanda necesaria de algunos puestos de trabajo y una oferta que no los cubre, necesita una urgente reflexión conjunta. La globalización, la digitalización, la precariedad, la competitividad, el desempleo juvenil y la persistente desigualdad salarial son desafíos que interpelan nuestra conciencia cristiana y nos exigen una respuesta activa y solidaria».
«Vemos cómo en muchos lugares el trabajo se convierte en fuente de sufrimiento, de explotación y de exclusión, negando la dignidad intrínseca de quienes lo realizan. Sin duda, todos conocemos esta realidad que se hace presente en el rostro de infinidad de migrantes que no pueden trabajar, aunque quieren, por problemáticas administrativas lo que les obliga a realizar trabajos en la economía sumergida».
«¡Es una vergüenza y un hecho indignante! También nos son familiares situaciones de trabajos en condiciones de explotación o precariedad, lo que dificulta su acceso o sumerge a los que lo desempeñan a situaciones de pobreza, vulnerabilidad o exclusión. Hay que reconocer que muchos de estos empleos están ocupados por la población migrante. En este sentido, las empleadas de hogar, aunque han visto muchas de sus reivindicaciones escuchadas, constituyen un sector a cuidar».
«Junto a ello, es de alabar el esfuerzo de muchos empresarios o pequeños autónomos por llevar adelante su empresa y generar riqueza y empleo con esfuerzo personal. ¡Gracias! La fraternidad que se establece en el ámbito de muchas de estas empresas es digna de imitación».
«También es hermoso el empleo que se genera en el ámbito de la economía social, posibilitando el empleo de personas y colectivos vulnerables que, sin el arrojo de algunos y el apoyo de la sociedad, sería imposible su plena inclusión en la sociedad. Entre todos hay que apoyar este tipo de iniciativas».
«En este contexto, es bueno recordar la voz del papa Francisco, al que despedíamos hace pocos días, y para que quien el trabajo constituía un elemento fundamental en el desarrollo humano, junto al techo y a la tierra: las tres famosas “T”. Suyas son estas palabras: “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna” (FT 162)».
«Al celebrar junto con toda nuestra sociedad esta fiesta del trabajo, como Iglesia diocesana estamos llamados a implicarnos en algunos caminos. Se me ocurren tres propuestas:
«Promover la dignidad de todo trabajador: Defendiendo salarios justos, facilitando condiciones de trabajo seguras y respetuosas y oportunidades de desarrollo profesional, sensibilizándonos en esta temática, reclamando a los que tienen responsabilidad pública».
«Acompañar a quienes sufren el desempleo y la precariedad: Así lo hace especialmente Cáritas, ofreciendo apoyo y promoción para una inserción laboral digna».
«Dar a conocer e iniciarse en la doctrina social de la Iglesia: Para que desde estos valores y enseñanzas que se promueven se genere una sociedad más justa y equitativa».
Vuestro hermano y amigo,
Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferrol