Carlos J. García
En el reposo (acompañado por el “apagón”), de ideas después del fallecimiento del Papa Francisco, no me resisto a hacer algunos comentarios, sobre diferentes opiniones al respecto al periodo papal Francisco. Por ponernos en contexto, en el mundo hay dos mil cuatrocientos millones de cristianos, de los cuales, mas o menos, la mitad son católicos y el resto, son ortodoxos y protestantes, fundamentalmente; así como otras corrientes minoritarias, que
tienen en común cuestionar la autoridad Papal. Por tanto, el gobierno del Papa se limita a sobre una población equivalente a un poco más de 30 veces la española. Esta cifra nos puede dar una idea de la dificultad y que para nada son comparables a cualquier gobierno del mundo. Nada tienen que ver. No se parece en nada la situación del Iglesia Española, de la Iglesia de Eritrea, o de China o de América. Por lo tanto usar un lenguaje meramente político, es posible nos conduzca a errores al reflexionar lo que ha sido su papado. Una idea de que quizás tenga razón es como trata el asunto un periódico importante español. La reportera llama Beata a la Virgen María. Creo que ratifica un poco mi tesis.
Insisto que el enfoque no ha de ser el que el lenguaje a que estamos acostumbrados. Ni se trata de Papa de Izquierdas o conservador. Uno de los secretos de la pervivencia de la Iglesia como institución es precisamente la fidelidad al dogma, y Francisco la mantuvo; en ningún caso ha tocado el dogma. Lo que sí es cierto es que ha tenido un lenguaje cercano y sencillo. Se le notaba su formación y vocación Franciscana; él era así. Sus palabras siempre han sido cercanas a la gente; sus protocolos (empezó con los zapatos rojos) y ciertas costumbres tradicionales y su entierro (por nombrar la primera y la última) que son más propias de tiempos sencillos y para nada ampulosos, que los ha roto, y por mi parte aplaudiría que las Jerarquías lo tengan en cuenta.
Y como se decía en las famosas series de mis tiempos: Continuará.