Enrique Barrera Beitia
Hoy lunes de Chamorro, escucho en la radio que el Papa Francisco ha muerto. Sospechaba que podía ocurrir en breve, y escribí este artículo sobre su legado y posible substituto, que envío sin modificar, junto con mi sentido pésame a la comunidad de creyentes.
El Papa Francisco ha superado una seria crisis de salud, pero es lícito temer que su pontificado entra en su recta final y que ya tienen que haber comenzado las especulaciones sobre si su sucesor mantendrá o variará el rumbo. Es un asunto que interesa primeramente a los creyentes, pero también a los que no lo son, porque aunque la iglesia católica mueve intereses económicos mucho más modestos de los que la opinión pública cree, mantiene un importante papel en numerosos ámbitos sociales, y es innegable que los católicos conforman un importante grupo de poder.
El primer papa americano de la historia ha llevado en estos veinte años una vida modesta en términos materiales, ha intentado asear la curia romana y abrir la iglesia a la mujer concediendo el perdón a las que han abortado, y nombrando a una mujer gobernadora de la Curia, una iniciativa ciertamente audaz. Con todo, su mayor empeño ha sido la lucha contra los sacerdotes pederastas y los que cometieron abusos sexuales.
Yo no lo catalogaría como un Papa revolucionario, porque para ello tendría que haber permitido el sacerdocio a la mujer y el matrimonio a los sacerdotes. Dicho de otra manera, ha empoderado a laicos y mujeres, abierto la iglesia al diálogo y cambiado las prioridades pastorales, pero no ha cambiado la doctrina.
El caso es que el Papa Francisco está bien considerado entre mucha gente de izquierdas, incluyendo ateos.
El escritor y articulista Javier Cercas ha dicho que la izquierda considera a Francisco uno de los suyos mientras que la derecha lo considera un rojo peligroso. Cuando muera y haya que elegir un nuevo Papa, hay que recordar que la iglesia católica se gobierna con el sistema más piramidal y restringido que existe en el planeta, pues esta misión se descarga en un Colegio Cardenalicio que hoy está compuesto por 252 cardenales, de los que sólo 137 podrán votar por estar por debajo de los 80 años. No son elegidos por los fieles ni por el clero, porque todos han sido nombrados por los tres últimos papas: 149 por Francisco, 62 por Benedicto XVI y 41 por Juan Pablo II.
Cuando murió Wojtyla, salió elegido Papa el favorito de las apuestas, Ratzinger, pero ha sido la excepción y no la norma. Cuando dimitió, volvió la “anómala normalidad” porque el cónclave estaba formado por cardenales nombrados por dos papas conservadores y ya ven a quien eligieron.
Los cardenales de Europa y EE.UU eran los que predominaban en número e importancia, pero esto ha cambiado porque Francisco amplió de 50 a 70 los países representados, disminuyendo el peso de Europa y aumentando el de Asia (54 y 10 respectivamente). Los cardenales negros pasan de 23 a 33, y por primera vez hay representación de Jerusalén, Damasco e Irán. Sin llegar a ser representativo, el futuro Colegio Cardenalicio es más equilibrado, tal y como lo reflejan estos números:
Evidentemente ya tienen que estar dándose los primeros pasos para tejer alianzas, y aunque aquí no sirven las encuestas tradicionales de intención de voto para partidos políticos, podemos afirmar que a fecha de hoy tenemos a los siguientes tres “papables”.
Matteo Zuppi (Italia, 69 años). Mediador en conflictos y muy cercano al Papa Francisco, podríamos decir que es el que mejor garantizaría una continuidad con su legado.
Peter Turkson (Ghana, 76 años). Es un firme defensor de la justicia social y del desarrollo sostenible, y sería el primer Papa negro, pero tiene una edad demasiado avanzada, y previsiblemente sería un papado corto.
Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años). Su mayor activo es su perfil global, mediador en conflictos y también alineado con el legado del Papa Francisco.
Excelente, Enrique. Como siempre. Bien documentado y con una ponderación incontestable.
Mi enhorabiena, amigo. Un fuerte abrazo.