Compartir es nuestra mayor riqueza

Mensaje del obispo de Mondoñedo-Ferrol Fernando García Cadiñanos con motivo de la Campaña contra el Hambre 2025 de Manos Unidas.

«Confieso que el lema que Manos Unidas nos propone para este año me ha hecho pensar. Rompe nuestros esquemas economicistas y acumulativos. Nos saca de un modelo económico que busca siempre el crecimiento como paradigma incuestionable. Es contrario a nuestra vorágine de tener siempre más, pensando que así somos más. Porque, en general, entendemos que la riqueza siempre es mayor cuantos más bienes se posee».

«Compartir es nuestra mayor riqueza» nos habla de otra filosofía y otra forma de vivir. Nos presenta, en primer lugar, el drama de la desigualdad creciente de nuestro mundo. Las dinámicas económicas, lejos de repartir la riqueza, la acumulan en pocas manos. Las cifras siguen siendo indignantes: existen hoy en el mundo 1200 millones de personas con pobreza multidimensional y 733 millones de hermanos nuestros que padecen hambre en nuestro mundo».

«Urge cambiar esta economía que mata y divide los pueblos y las personas. Frente a ello, nos presenta otra forma de vida en la que no siempre más es mejor. Al contrario, menos es más. Vivimos tiempos en los que se nos ha hecho pensar que la prosperidad y la riqueza son meramente económicas y, por tanto, solo cuantificables contablemente. Nuestra sociedad ha identificado un mundo rico con aquel que tiene mucho; ha igualado desarrollo con progreso económico. Olvida así un concepto más humano del desarrollo que siempre ha de ser integral y solidario, como nos recuerda la doctrina social de la Iglesia».

«Desde este punto de vista, una sociedad rica es, sobre todo, aquella en la que todos viven dignamente, donde son integradas todas las personas, especialmente los más pobres, donde caminamos todos juntos y ninguno queda descolgado. Porque la riqueza no es un concepto que mide únicamente los bienes materiales, sino que ha de englobar los valores e ideales que configuran a las personas y a las sociedades. Sería triste que se pudiera decir de nosotros aquello que denuncia el dicho popular: “Era tan pobre que sólo tenía dinero”.

«Además, el lema es profundamente profético y evangelizador. Las primeras comunidades cristianas se presentaron en medio del Imperio romano como comunidades que compartían sus bienes para que todos tuvieran lo necesario para vivir. Fue ese estilo de vida, inspirado en el espíritu de Jesús, el que removió las conciencias y atrajo a muchas personas inquietas y buscadoras. A eso animaba san Pablo a los Corintios cuando les decía: “No se trata de aliviar a otros pasando vosotros necesidad, se trata de igualar”. Pues bien, hoy se siguen necesitando gestos concretos que, renunciando a lo propio, llenen de esperanza a nuestro mundo necesitado de testigos».

«Porque «compartir» es un verbo precioso que está lleno de riqueza. Detrás del mismo se busca partir lo que se posee para “estar con”. No se trata, pues, meramente de dar, de entregar sin tocar y sin afectarnos por el otro: se trata de sentirnos partícipes y corresponsables de la vida de los otros. El otro, aunque sea lejano, nos importa. Cuando compartimos damos de lo nuestro para crecer en fraternidad, para estrechar las diferencias, para unirnos más y sentir con el otro. Porque compartir no es meramente dar nuestro dinero, es también dar de nuestro tiempo, de nuestra sabiduría, de nuestra vida, de nuestra fe. Compartir es un poco romperse para que el otro sea más».

«De compartir saben mucho los voluntarios de Manos Unidas y nos enseñan y provocan en estos días desde su sabiduría. Lo podemos hacer con nuestro donativo o cuota permanente que siempre llega y se multiplica en los proyectos de desarrollo. Pero lo podemos hacer también con nuestro voluntariado que nos transforma y construye un mundo nuevo. Que compartamos para que nuestro mundo sea mucho más rico».

Tu hermano y amigo,

Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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