Otras faltillas sancionables según don Álvaro serían, por ejemplo, la manía de empezar una frase con un infinitivo, fuera de los casos necesarios. Se utiliza mucho en las noticias. Por ejemplo, «Decir que en este momento el tráfico…». Condena también don Álvaro la costumbre de quitar el artículo determinado a ciertas instituciones. Por ejemplo, «Casa Real emite un comunicado…», o «Delegación del Gobierno estima…». Añado que esa ausencia del artículo se justifica tradicionalmente en las instituciones relacionadas con el Rey. Por ejemplo, se dice «se reunieron en Palacio…» o «en Zarzuela». Pero ese mismo giro no debe admitirse en instituciones plebeyas. Por ejemplo, suena mal (y se dice) «subimos a Dirección» o «bajamos a Fábrica».
Ya hemos comentado aquí la peculiaridad de que se suele poner un artículo a muchas bandas terroristas, como las FARC o el IRA, pero, en cambio, se quita el artículo a ETA. Tiene razón don Álvaro. Esa doble norma no resulta muy razonable. Creo que Federico Jiménez Losantos y yo mismo somos de los pocos que siempre hemos dicho «la ETA». Por cierto, todos decimos «el Opus», cuando sería más lógico decir «la Opus». Misterios.
Don Álvaro se plantea también por qué los equipos de fútbol suelen llevar el artículo («el Real Madrid», «el Betis», etc.), pero el Osasuna es simplemente «Osasuna«, sin artículo. En ese caso hay una explicación. Osasuna es una palabra vasca (algo relacionado con la salud) y en ese idioma no hay artículos. No se me ocurre otra interpretación, aunque tampoco me convence mucho, pues se prescinde del artículo cuando se habla en español.
Son continuos los hallazgos del politiqués. Jesús Laínz se refiere a la confusión que supone proponer el federalismo para la organización del Estado español. Nadie sabe qué puede ser eso del federalismo que propugnan los socialistas. Añado que más confuso es todavía lo de «federalismo asimétrico», pues, si algo tiene el sistema federal, es que todos sus Estados miembros son iguales. En el fondo quiere decir un sistema de autonomías en el que Cataluña goce de un estatus especial, privilegiado. La misma intención puede que tenga la última etiqueta propuesta por el PP de Cataluña: «autonomismo diferencial». A saber cómo se come eso. Siempre se dijo que lo del sistema de las autonomías era «café para todos». Nunca logré entender la metáfora, pues es sabido que los españoles toman el café de muy distintas maneras. Quizá en esa expresión, que pretendía ser igualitaria, se escondía el hecho de que algunas autonomías son más autonómicas que otras. Mi idea es que la famosa independencia de Cataluña lo que quiere indicar realmente es una especie de independencia subvencionada.
El invento terminológico más imaginativo es el que enunció hace poco en una tertulia Ricardo Martín, uno de los más férvidos turiferarios del Partido Socialista. Dijo que Rajoy está consiguiendo el «austericidio». Supongo que quiso indicar que, con la actual política de reformas o recortes y la mínima austeridad presupuestaria, estaba matando a la nación. Pero tampoco estoy seguro de esa exégesis. Lo fundamental es que nuestros políticos y comunicadores están enriqueciendo el lenguaje de forma meritoria. Se prueba la hipótesis que aquí hemos comentado muchas veces: el lenguaje no está solo para entenderse sino para no entenderse.