Gabriel Elorriaga F.-Ex diputado y ex senador
Su Majestad el Rey acertó en reivindicar, en su mensaje de Navidad, el bien común que debe imperar sobre las decisiones políticas esenciales, sin merma de las legítimas discrepancias. Es evidente que una nación tiene continuidad histórica, fuerza defensiva y unas relaciones externas que aconsejan consensos que afectan también a la unidad del Estado, a su progreso cultural y a sus alianzas estratégicas. Es lo que entendemos como patrimonio común de la Patria.
El problema se agudiza cuando un gobierno compromete su capacidad de pacto en una coalición de intereses cruzados, incompatibles con la unidad del Estado y la lealtad constitucional. Esto sucede con los propósitos separatistas y con los socios de coalición del Gobierno discrepantes de las alianzas internacionales y que proponen el cambio constitucional. No es posible establecer un pacto de Estado con tales elementos. Es necesario basar el consenso en un diferente tipo de gobierno. No quiero decir que en un gobierno de determinada ideología hacia la derecha o la izquierda sino emanado de la voluntad popular regenerada expresada democráticamente.
Hay que partir de que en estos tiempos tan polarizados el electorado ha evolucionado de forma impredecible. Partidos ficción como Sumar, con una vicepresidenta en el actual Consejo de Ministros, probablemente carecen de base electoral computable y los residuos de Podemos no van a ser suficientes para influir decisivamente en un futuro Congreso. Los seguidores de aquellos partidos fallidos habrán trasladado su voto al PSOE como única referencia electoral de izquierdas. De manera menos notable, también las propuestas separatistas predican el desencanto de sus dirigentes, vendidos a negociaciones oscuras y parciales con el Gobierno central. Si hoy en día el PSOE fue capaz de situar a su líder en Cataluña al frente de la Generalitat a cambio de concesiones futuribles, el día de mañana el separatismo sufrirá el desgaste de su apatía. Parecidos pronósticos podrían aplicarse a VOX, atemperados por sus relaciones con la moda internacional juvenil derechista en Norteamérica y en Europa, pero sin perspectivas de partido de Estado. Por ello ambas formaciones -PP y PSOE- pueden pedir apoyos populares suficientes según se acierte en el planteamiento de su programación y su depuración en 2025.
Es necesario recuperar con certeza el sentimiento general de los ciudadanos al día de hoy. Solo sobre un gobierno que renueve su peso popular por encima de las minorías decadentes y desleales se podrá llegar a un deseable espacio de consenso. España necesita limpiarse de una red de negociaciones de tocomocho y clarificarse tras un duelo de titanes en una contienda democrática. Es un clamor detectable en nuestros días el sentimiento de apoyo al bien común y el descrédito de los partidarios de sus bienes particulares basados en fracasos históricos que algunos ignorantes quieren repetir sin contar con el respaldo adecuado. Es el rescate de la voluntad popular como sustento de los Gobiernos. Todo esto bajo la tutela de Su Majestad Felipe VI que ha cubierto la presencia y sensibilidad del Estado en la situación catastrófica de Valencia. El rey devolvió al Estado el crédito doctrinal y la presencia humana con la reina y sus hijas. No fue una anécdota sino una lección histórica. Felipe VI es la mejor referencia en que pueden confiar los españoles para un futuro optimista en 2025.