Huelga sargento

Gabriel Elorriaga Fernández

Llamar huelga general a lo sucedido en España la semana pasada es una graduación desproporcionada. Basta graduarla como huelga sargento.

Los sargentones sindicales siguieron el programa de costumbre. Al amanecer, movilización de piquetes liberados para estorbar el tráfico de trabajadores hacia sus centros de trabajo. Llevaban por adelantado los servicios mínimos acordados con unas autoridades excesivamente condescendientes que negocian rutinariamente con unos sindicatos a los que, como máximo, están afiliados el quince por cien de los trabajadores pero que, por de pronto, obliga a comprimirse en los transportes al ochenta y cinco por cien de los no sindicados, ajenos a los caprichos de dos sindicatos hiperbólicamente «principales«.
Por si estas restricciones no son suficientes, los piquetes se dedican a entorpecer la marcha de los vehículos «tolerados», a siliconar cerraduras de establecimientos y a intentar cortar calles, estaciones y carreteras. Una vez concluida esta labor, habiendo conseguido algunos retrasos en los horarios laborales, se produce el previsible descenso del consumo de electricidad que si, en ocasiones anteriores, llegó al quince por cien, esta vez ya solo fue del doce. Pasadas las primeras horas mañaneras, cuando los trabajadores, a pesar de todo, han conseguido llegar a sus tajos y poner en plena marcha talleres y oficinas, el consumo se normaliza, es decir, la jornada de huelga ha fracasado. No se ha ejercido el derecho a la huelga por parte de los trabajadores pero se ha dificultado el derecho al trabajo de la mayoría de los ciudadanos. Los auténticos trabajadores han ganado y los sindicatos «principales» han perdido.
Tras esta primera fase, los pelotones piqueteros se repliegan hacia los mercados y centros comerciales para intimidar a los comerciantes en su derecho a vender. Cuando los comerciantes comprueban que son pocos piquetes para muchas tiendas, los más timoratos levantan sus cierres entornados y encienden sus escaparates. Los piquetes, agotados de tanto trabajo mal recibido, se retiran a descansar hasta la hora vespertina de ejercer el derecho de manifestación a media luz, es decir, cuando se ve poco el volumen de las concentraciones. Conviene esperar a que algunos ciudadanos que han trabajado, a pesar de la huelga, puedan manifestar su disgusto por alguna de las consecuencias lamentables de una crisis. Como en la oscuridad «todos los gatos son pardos» se cuenta con la infiltración de las secciones de disturbios, perroflautas diversos y «ultras» futboleros que practican el vandalismo y obligan a actuar a la policía en defensa del orden, consiguiéndose así alguna escena violenta para ilustrar las páginas informativas del día siguiente con algunos planos de detalle más llamativos que las modestas y nocturnas movilizaciones pacíficas. Los dirigentes sindicales no solo se abstienen de condenar el vandalismo, siguiendo la consigna del chiste del fraile que decía «todo es bueno para el convento», sino que se atreven a insinuar responsabilidades a la policía.
La pareja protagonista, Toxo y Méndez, que cada vez tiene más aire de dúo circense, expresa después su satisfacción por el éxito de la huelga, sobreactuando con voz melodramática y con la ilusión de que alguien se crea que han paralizado al país. La inmensa mayoría de trabajadores que han desarrollado sus actividades habituales se carcajean y los medios informativos denuncian el fracaso o, benévolamente, hablan de resultados «moderados».

Pero es igual, la pareja circense sigue, «erre que erre», anunciando que convocarán otras huelgas en el próximo futuro. Mientras convoquen a los trabajadores los sargentos Toxo y Méndez, el empresariado puede respirar tranquilo ya que las repercusiones serán cada vez menores. Con las patrullas liberadas y la benevolencia oficial, el espectáculo puede repetirse de tiempo en tiempo. Pero que no le llamen general a esa huelga, le basta con sargento. La situación de España no está para fantasías épicas.

Lea también

Mujeres en la Música Gallega-(Julia M.ª Dopico Vale)

Julia M.ª Dopico Vale Este viernes se celebró en el Museo de Bellas Artes la …