Amando de Miguel-LA CARA DE AMANDO
Hace tiempo que no hablamos de lecturas. Hay que volver a San Agustín: “Toma y lee”, era su consejo. Digo esto porque acabo de embaularme un libro apasionante: Julio César Izquierdo Pascua, “Conversaciones con un masón” (Castilla Ediciones). No suelo leer libros de un tirón, pero en este caso sí lo he hecho porque me ha resultado intrigante. Es una larga entrevista internética entre el periodista y un masón, apodado Hamlet, para mantener el misterio. A diferencia de los libros de entrevistas (un género que me atrae mucho), en este caso las preguntas son tan pertinentes como las respuestas. Me recuerda los magistrales libros de entrevistas que hizo Salvador Pániker. Habría que recordar a Unamuno, que llamaba “entreparlas” a las entrevistas.
Diré algo sobre el estilo del masón anónimo. Está lleno de paréntesis, adversativas, precisiones cautelosas. Es un estilo entre defensivo y analítico. Lo entiendo muy bien porque yo mismo tiendo a ser parentético y adversativo. Claro que en este caso lo que priva es el carácter memorialístico. Hamlet habla de sí mismo con una sinceridad que pasma. No suele ser corriente en España. Es una lástima que se haya refugiado en un seudónimo, pero se comprende la cautela cuando se lee el guión completo. Un detalle del estilo es el abuso de mayúsculas para nombres comunes, típico de la literatura catequística o suasoria, como es el género de este libro. Lo curioso es que a veces apea de la mayúscula a nombres que la exigen, como los cuerpos siderales o las ciencias. Recuerdo que la mayúscula se debe emplear para los nombres de las personas físicas o jurídicas, aunque solo sea en sentido simbólico.
Yendo al contenido, que es lo mollar. Destaca el empeño del bueno de Hamlet por demostrar que la Masonería no es una secta. Bien, no es una secta destructiva, que es su acepción vulgar, pero eso es obvio y no requiere mayor detenimiento. (¿Cómo va a ser destructiva con tantos símbolos de la construcción arquitectónica?). En cambio, a lo largo de las conversaciones se dan todos los datos para caracterizar a la Masonería como una secta gnóstica. Ese es un sentido técnico de secta sobre el que se han escrito miles de páginas. Las clásicas son de E. Trölsch y M. Weber. Adelanto siete rasgos de la secta (precisamente siete) que quedan explícitos en los alegatos de Hamlet. (1) Necesidad de un mundo aislado, incluso hermético, en el que refugian los miembros. (2) Estricta disciplina, por ejemplo, como la norma de no hablar de política o religión. (3) Intensas relaciones interpersonales en un grupo primario, además, de solo varones. (4) Tensión y admiración respecto a la iglesia que los envuelve, en este caso, la católica. (5) Selección cuidadosa de los miembros o fieles por sus cualidades éticas. (6) Espiritualidad elitista y ascética. (7) Ánimo de discreción. Después de todo ello no cabe sorpresa al declarar Hamlet que una de sus lecturas favoritas es “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset.
Una liviana crítica por mi parte. Encuentro a Hamlet obsesionado por la Iglesia Católica. Ese sesgo me confirma que, si bien la Masonería no es una religión, es lo más parecido a una secta gnóstica. Como sé que Hamlet no estará de acuerdo con mi diagnóstico, añado que destaca en él una notable falta del sentido autocrítico. Por ejemplo, no basta el reconocimiento de la condición masónica de ciertas eminencias del pensamiento. También se podría haber añadido esa misma condición de algunas figuras nefastas en la Historia de España. Bien es verdad que en la literatura memorialística a la que pertenece el texto comentado no suele prodigarse mucho la capacidad autocrítica. Aun así mantengo la exigencia porque Hamlet parece una persona sensible, sentimental y culta. Por eso no resulta muy coherente la falta de autocrítica. No puede ser que la Masonería sea el mejor de los mundos. Descartado queda que sea algo diabólico.
Una cosa es cierta, más allá de las opiniones, siempre subjetivas y justificadoras. El testimonio de Hamlet (he ahí la habilidad del entrevistador) resulta profundamente sincero, honrado y convincente. Anticipo la réplica de Hamlet, si es que sale del armario: “esto del Facebook de ustedes es también una secta”. Lo malo es que tendría parte de razón, como suelen ser sectarios los grupos bien trabados de amigos. Vale.