Enrique Barrera Beitia
El pasado 27 de mayo publiqué en esta sección un artículo titulado “El comienzo del fin para Ucrania”, y decía que en septiembre el ejército ruso terminaría los múltiples ataques tácticos y lanzaría una ofensiva operacional. Las operaciones en curso en el Dombas seguían este cronograma, cuando cuatro brigadas ucranianas han invadido la región rusa de Kursk ocupando algo más de 1.000 kms cuadrados. Es obvio que Rusia ha sido sorprendida porque sólo tenía allí a la Guardia de Fronteras, pero no creo que esto sea un giro de los acontecimientos, y expongo mis razones.
En una guerra, los estados mayores valoran la prioridad de tres variables: el espacio, el tiempo y la sangre.
Cuando escribo este artículo, todas favorecen a Rusia, por lo que Ucrania necesita que pase algo, y por esto ha entrado en territorio ruso buscando unos objetivos que no se han cumplido.
La variable espacio
La ocupación de mil o dos mil kilómetros cuadrados de un país tan extenso como Rusia es irrelevante en términos estratégicos, pero al ser en cierto sentido una humillación, cabía la posibilidad de que provocase una crisis política y que la expulsión de los ucranianos se considerase prioritaria y urgente. En este caso, habría que trasladar un número importante de tropas que combaten en el Dombass, y cancelar las prometedoras operaciones en curso. Esta estrategia que busca que interactúe el concepto espacio con el concepto tiempo, es muy parecida a la usada por el estado mayor republicano en nuestra pasada guerra civil, cuando se enfrentaba a un ejército más profesional y con mayor potencia de fuego: la ofensiva de Brunete suspendió la ofensiva franquista a Santander, la de Teruel canceló la segunda ofensiva a Madrid por Guadalajara, y la del Ebro la segunda ofensiva sobre Valencia.
Sin embargo, los rusos no han enloquecido y mantienen sus planes en el Dombass. Sabemos que han enviado a Kursk a tres brigadas solventes (las 81 y 115 de marina y la 11 aerotransportada) con otras de menores prestaciones. Esta agrupación de fuerzas estabilizó en diez días la zona de contacto y cuando escribo estas líneas, ya podemos hablar de batalla de desgaste, donde se impondrá el ejército ruso por pura potencia de fuego y sin necesidad de recurrir a maniobras de ruptura. Por lo tanto, la guerra se decidirá en Pokrovsk, porque cuando sea capturada por los rusos, estos encontrarán un terreno favorable para maniobrar hacia el norte dejando a su derecha la línea defensiva ucraniana de Kramatorsk – Sloviansk – Kostiantínivka.
La variable sangre
El tributo en sangre tampoco es favorable a Kiev. Huyendo siempre de las interesadas cifras oficiales que
minimizan las pérdidas propias y agrandan las contrarias, es más fiable hacer caso de informaciones como la aportada por la BBC británica, que en colaboración con medios independientes rusos contrarios a Putín, dio hace tres meses una cifra cercana a los 60.000 muertos, incluyendo a los mercenarios de Wagner y a los presos reclutados por la promesa de remisión de penas. En fríos términos militares, son pérdidas perfectamente asumibles para una nación de casi 150 millones de habitantes. La prensa occidental no ha publicado las pérdidas ucranianas, pero las aproximaciones oficiosas usando métodos indirectos de estimación, arrojan cifras superiores a las rusas.
La variable tiempo
El tiempo también opera en contra de Ucrania porque sus reservas humanas se agotan a un ritmo mucho más rápido que las rusas, y porque es previsible una futura reducción de la ayuda occidental, incluso si no hay cambios en la Casa Blanca. Antes de conocerse que Ucrania ha sido responsable del sabotaje en el gasoducto Nordstream, Alemania ya anunció que reducirá su ayuda. El objetivo seguramente más deseado por Velodimir Zelensky, era que Moscú declarase oficialmente la guerra a Kiev, con la esperanza de que esta escalada del conflicto obligue a la OTAN a responder con una mayor implicación, aunque es difícil concretarla.