Rusia no sabe hacer la guerra (Marcos López Balado)

Marcos López Balado

Voy a hacer un “spoiler” y a empezar por el final: Ucrania está invadiendo Rusia… ¡y con éxito!
Hasta hace bien poco, era una creencia muy generalizada que Rusia era un rival militar temible. Una especie de maquinaria militar bien engrasada a quien nunca querrías tener enfrente. Como la maquinaria de los Estados Unidos, pero sin piedad. Había hasta multitud de memes en las redes sociales que reflejaban que las huestes de Putin eran como el Chuck Norris de los ejércitos. Tal creencia venía fundamentada, sobre todo, en las intervenciones rusas en sitios como Osetia o la península de Crimea y, anteriormente, la de Chechenia, donde sembraron todo tipo de destrucción y muerte.

En un próximo artículo hablaré sobre la existencia de distintas varas de medir, según el sesgo ideológico de cada uno, y de la pérdida de alguna gente de todo espíritu crítico.
Pero ya os dejo aquí por delante que la intervención rusa en Chechenia se saldó con una cifra de muertes civiles de entre 30.000 y 50.000 personas en el bando Checheno.

Pero vamos al grano, a lo que el título dice: “Rusia no sabe hacer la guerra”.

La noticia saltó hace unos días y Ucrania invadía Rusia. Es la primera vez, desde la 2ª Guerra Mundial, que una fuerza extranjera invadía el territorio ruso. Pero tengo que ser sincero, esto solo ha sido el detonante que ha puesto en evidencia la afirmación que da título al artículo, pero en realidad estoy seguro que mucha gente ya pensaba esto desde los primeros compases de la guerra.

Según las estimaciones de Kiev, Rusia habría perdido hasta el día de hoy una cifra de entre 500.000 y 600.000 soldados en el campo de batalla, así como 8.500 tanques, 16.500 vehículos blindados, 17.000 sistemas de artillería, y casi 700 aviones y helicópteros, y eso además de la pérdida de 21 de los 70 navíos que Rusia mantenía en el Mar Negro, incluyendo el crucero de misiles Moskva, buque insignia de la marina Rusa.

Y a cambio, ¿Qué logros ha obtenido Rusia? ¿Ha cumplido sus objetivos? ¿Cómo les va a día de hoy? Creo que son preguntas lógicas cuyas respuestas tendremos que poner en la balanza.

Intentaré ser breve para no liarnos demasiado, pero obviamente, los objetivos de una invasión… perdón, una “Operación Especial”, que estaba previsto que durara unas pocas semanas… no parecen haberse cumplido mucho.

Pero incluso si obviamos este conflicto y nos vamos a ver otros conflictos anteriores, llegaremos a la misma conclusión. Tras un duro y largo camino Rusia se acabó imponiendo en Chechenia, pero cabría recordar que los rusos exhibieron una superioridad militar aplastante y lo hicieron arrasando todo, sin dejar piedra sobre piedra en sitios como Grozni. Lo mismo que en Osetia o mismamente en la anexión unilateral de Crimea en el 2014, donde fuerzas inmensamente superiores se impusieron a una gente casi indefensa. Y si nos vamos más atrás, muchos recordaremos el ridículo espantoso de la guerra con Afganistán, donde tuvieron que salir por patas y con los
pantalones a medio subir, tras 14 años de guerra en la que acabaron perdiendo tantos soldados como los afganos.

Remontándonos mucho más atrás, si nos vamos a la 2ª Guerra Mundial, la extinta URSS se acabó imponiendo en su frente a los nazis porque allí los rusos “patentaron” la estrategia de la “picadora de carne”, consistente en enviar al frente a más soldados que balas tenía el enemigo, con la ayuda del invierno ruso, que ya le había pasado factura al mismísimo Napoleón. Para hacernos una buena idea de lo que estamos hablando, los nazis, en total de toda la guerra, perdieron entre todos los frentes 3,4 millones de soldados y otros tantos civiles, por los 10 millones de militares soviéticos y 23 millones de civiles. Ahí es nada…

Regresando al tiempo presente, los rusos volvieron a aplicar esa estrategia de la “picadora de carne”, aprovechando la falta de munición en el bando ucraniano en varios momentos de la guerra. Y a Putin le dio igual… al contrario, ya contaba perfectamente con ello. No en vano ha mandado al frente a soldados sin formación casi recién reclutados, a ex presidiarios a los que han ofrecido beneficios a cambio de su alistamiento, a mercenarios a sueldos… etc. Y todo ese coste de vidas para tomar poco más de 420 km2 en lo que va de 2024. Para hacernos una idea, en una semana los ucranianos han tomado más de 1.000 km2 de suelo ruso con su invasión.

Y no es el primer ridículo ruso en esta guerra, ni probablemente será el último. Supongo que todos recordaremos a los mercenarios de Wagner marchando hacia Moscú con Yevgueni Prigozhin a la cabeza, para finalmente quedarse a las puertas y dar marcha atrás, tras pactar una salida que acabó con un misterioso “accidente” de avión en el que
perdió la vida.

Sí, claro, alguien dirá que a los ucranianos les están ayudando EEUU y el resto de países de la OTAN… ¿Pero eso no se lo esperaba Putin y sus analistas? ¿De verdad fue una sorpresa? Si no lo esperaban… pues está claro que efectivamente no tienen ni pajolera idea de hacer la guerra.

Ahora la cuestión está en saber hasta dónde están dispuestos a llegar los ucranianos y si su ofensiva tiene algún sentido. Yo, en mi opinión, ya os adelanto que creo que sí tiene sentido. En primer lugar, los ucranianos están a punto de tomar la central nuclear de Kursk, que iguala en el que los rusos tengan bajo su poder la de Zaporiyia, y le
permite a Ucrania contar ahora con un elemento de disuasión nuclear. Además, infringen un duro castigo a los rusos en un momento clave donde esto supone un balón de oxígeno para la moral ucraniana, vuelven a poner el foco de la comunidad internacional en un conflicto que parecía olvidado, y dependiendo de lo que suceda en las elecciones de noviembre de EEUU, se colocan en una situación de fuerza de cara a futuras negociaciones de paz. Y ojo… a ver hasta donde son capaces de llevar esta ofensiva los ucranianos, porque han cogido con los pantalones bajados a los rusos y éstos no tienen suficiente contingente para defenderse, ni cuantitativamente ni cualitativamente.

A modo de conclusión, dejarme decir que esto supone una bofetada en la fría cara de Vladimir Putin en el medio de la Plaza Roja, a plena luz del día, y con la tumba de Lenin como testigo. No creo que le quede mucho al ministro de defensa ruso, diría que está a puntito de presentar su dimisión y de pedir cambio de destino para irse a Siberia, o que está a punto de disfrutar de una rica taza de café con polonio… ya veremos.

 

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