Concierto peregrino-(Julia M.ª Dopico Vale)

Julia M.ª Dopico Vale

Dejando atrás las lomas de la lucense Terra Chá y adentrándonos en las coruñesas Terras de Melide se sitúa la localidad de Sobrado dos Monxes, por la que cruza el Camino del Norte hacia Santiago de Compostela, el centro de peregrinaje más importante de la cristiandad junto a Roma y Jerusalén; lugar de recogimiento de los hospitalarios monjes cistercienses desde el S. XII, cuya importancia histórica viene dada por el monasterio de Santa María, fundado en torno a 951 por los condes de Présaras, refugio de peregrinos y almas en busca de retiro; también por el asentamiento militar romano, utilizado entre los S. II y IV; por los antiguos castros como el de Grisalba o el de Sante o Roda do Espiño, hoy, desafortunadamente, derruidos o cubiertos por la maleza y por la laguna construida por los monjes, donde la fauna y la vegetación brotan en plenitud de fuerza y diversidad.

Un entorno mágico, místico, milenario y ancestral en el que acaba de celebrarse el “Concierto Peregrino”, a través de “Ecos de Pedra”, un proyecto musical creado por Xavier de Acosta, organista en la catedral de Lugo durante 10 años, para realizar conciertos en las iglesias del camino de Santiago, sustentado únicamente con donativos que sirven para restaurar o adquirir instrumentos para la liturgia y para ayudar a los peregrinos sin recursos.

El eje central de los conciertos es el “canto gregoriano”, el canto litúrgico de la Iglesia Católica Romana, de origen medieval y heredado de la salmodia judía, cuyo fin es transmitir la palabra bíblica a la que la música está supeditada, sonando en esta ocasión las partituras anónimas Ave Regina Coelorum, Crux Fidelis, Aleluya, Dies Irae y Stella Coeli que sonaron en la Sala Capitular de Santa María de Sobrado en comunión y confraternización con “una arquitectura que también canta, al mantener las notas sonando durante segundos”, fruto de una magnífica acústica que produce este efecto: la posible percepción auditiva de los armónicos o alícuotas de cada nota, esos que “la piedra es capaz de devolvernos”.

Junto al “canto llano” se interpretaron otras obras con la flauta y el armonio como protagonistas, entre ellas la también anónima Greenleaves to a Ground, la Fantasía de Telemann, la Courante (de la Suite para violoncelo I) de J.S. Bach y del mismo autor la Partita en La menor (Allemande); la Tocata avanti la mesa y Fugetta de Frescobaldi, el Stabat Mater de Pergolesi y el clásico‒en todos los sentidos‒Ave verum corpus de Mozart.

Para terminar la música que expresa la nostalgia y el deseo de los hebreos de regresar a su tierra natal, Jerusalén, que había sido destruida por los babilonios‒Oh, recuerdo, tan querido y fatal‒, cuyo texto, extraído del libreto de la ópera Nabucco de G. Verdi y escrito por Temistocle Solera, inspirado en el Antiguo Testamento, evoca una de las melodías más universales que se reconocen desde su creación: la del coro de esclavos de la citada ópera, el Va, Pensiero: “ Vuela, pensamiento, con alas doradas, pósate en las praderas y en las cimas donde exhala su suave fragancia el dulce aire de la tierra natal…” y un susurro engrandecido por la voz de un coro eterno pide y suplica: ¡Que inspire el Señor una melodía que nos infunda valor!

 

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