Gabriel Elorriaga F.- (Ferrolano, Ex diputado y ex senador)
Hasta dentro de la propia casa de cada uno de los españoles, este inquietante agosto, Pedro Sánchez ha dictado descansar sobre colchones de pólvora. La quiebra teórica de todos los elementos de cohesión del Estado, de la igualdad económica entre los territorios y los ciudadanos y de la responsabilidad de las conductas familiares están todas puestas en cuestión en sus palabras y en sus propósitos. Nadie puede profetizar, sin embargo, sobre las consecuencias de la aplicación de esta política desbaratada porque tampoco nadie sabe qué cantidad de engaño y de mercadeo se esconde en sus tratos sombríos.
La Constitución está puesta en almoneda a título por votos. Pero la Constitución permanece incólume y no hay síntomas de que nadie pretenda poner en marcha fórmulas para reformarla. Sánchez almacena pólvora en los sótanos del Estado y en los canales de la justicia pero duerme tranquilo sobre el polvorín y pretende que todos los ciudadanos hagan lo mismo siguiendo su mal ejemplo. Tanto en su partido como en la oposición se dan señales insuficientes de alerta. Pero la modorra general continúa, solo se mueven las minorías antisistemáticas y separatistas que saben que jamás tendrán una capacidad destructiva igual con cualquier otra autoridad en un Estado de apariencia democrática que olvidó el valor elemental de aquello de un hombre un voto.
El supremacismo de los intercambios de intereses personales por encima de las leyes que estorban es lo que inspira los contubernios de Pedro Sánchez, la investidura de Salvador Illa y los juegos al escondite de Puigdemont. Puigdemont juega a burlarse del Estado que le ha beneficiado y de todos nosotros, los españoles, que hemos permitido poner el orden y la ley en manos de un Gobierno acomplejado de servir a un presidente que desprecia a sus ministros tanto como al resto de los afiliados al Partido Socialista Obrero Español.
La voz de la soberanía nacional está callada mientras se trafica con la venta a plazos del Estado sin garantía alguna de pagar el precio o incumplir el contrato por cada una de las partes. Mientras el Consejo General del Poder Judicial sigue sin alcanzar un acuerdo para la Presidencia del organismo y del Tribunal Supremo, manteniendo oxidada la balanza de la justicia. Las Cortes en holganza. También el Banco de España sigue sin gobernador porque Sánchez no quiere contrapoderes operativos mientras él descansa. Todo puede quedar para septiembre, con el bulo de la pacificación como sobrecama y la pólvora en el sótano.