¿La amnistía? Mejor esperar a 2025

Enrique Barrera Beitia

No cabe duda que Pedro Sánchez provoca una oleada de furia en buena parte de los españoles, pero hay que reconocer que es un político que no pierde los nervios, que mide muy bien los tiempos, y que identifica con precisión las debilidades de sus rivales políticos. Hace cuatro años indultó a los presos catalanes para garantizar el apoyo parlamentario de ERC, y esta medida de pura conveniencia terminó
siendo balsámica para la deteriorada convivencia catalana. Desde entonces, también menguó la parroquia independentista, aunque esto pudiera tener otras causas.

La amnistía que ahora se tramita en el parlamento, es una jugada tan arriesgada que puede abrasarle o encumbrarle. Lo primero ocurrirá si sólo sirve para que unos políticos esquiven las consecuencias penales de los delitos que cometieron a cambio de hacerle presidente. Lo segundo se dará si acelera la normalización en Cataluña y torpedea lo que queda del proceso independentista.

La primera consecuencia, amnistía a cambio de los votos en la investidura, es una realidad perfectamente visible y el relato del Partido Popular sale claramente ganador sobre el relato socialista, pese a lo cual, las encuestas coinciden en señalar que no hay hundimiento electoral. No cabe duda que buena parte de sus votantes están molestos, pero mantendrán la fidelidad en función de la evolución de parámetros sociales como el desempleo, el salario mínimo o las pensiones. De cualquier forma, es previsible que el PP convierta las elecciones gallegas y europeas en un plebiscito sobre la amnistía, porque todavía mantendrá su vigencia en la actualidad mediática y se presta al voto de castigo.

Respecto a la segunda consecuencia hay que dejar pasar un par de años, pero conviene escuchar la oposición a la amnistía de Dolors Feliu, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, con mucha diferencia la más importante de las entidades cívicas independentistas. La opinión de esta señora es que se trata de una trampa que aleja la independencia a cambio de una medida de gracia, y que desmoviliza las
bases sociales del independentismo. No parece ir desencaminada, porque la última encuesta sobre intención de voto en las elecciones autonómicas catalanas, publicado en noviembre por el Centre d’Estudis d’ Opinió (CEO), daba 76 escaños a los partidos “españolistas” frente a los 51 de los independentistas, así que no hay que descartar que el socialista Salvador Illa Roca sea el nuevo presidente
de la Generalitat. Si se produce este vuelco, ya verán como Pedro Sánchez inicia una gira por las radios y televisiones para presentar la amnistía como una herramienta que ha servido para hacer verdadera política de estado, frente a la visceralidad de la oposición.

Así las cosas, a todos nos convendría serenar el ánimo y esperar a 2025.

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