El pasado viernes 17 de noviembre comenzaron los trabajos que permitirán la reapertura de la emblemática iglesia ferrolana, que permanece cerrada desde febrero de 2018 debido a los graves problemas estructurales que presentaba.
Esta segunda fase da continuidad a las obras ya ejecutadas por la Xunta de Galicia, finalizadas en enero de 2022, con las que se consiguió principalmente arreglar los daños detectados en su estructura (que llevaron al templo al riesgo de ruina) y también reparar, retejar y adecuar su cubierta.
La cubierta de la parte posterior, donde se halla la sacristía, fue ejecutada por el obispado el año pasado.
La consecución de la financiación necesaria, además de los diversos trámites burocráticos, ha hecho que esta última fase no se haya podido acometer hasta ahora, gracias al convenio firmado en el mes de agosto por el conselleiro de Cultura y el obispo de la diócesis.
En base a él, la Xunta de Galicia aportará la cantidad de 338.624,55 euros, que se unirán a los casi 47.000 euros recogidos en la campaña de donativos para ese fin, y otros 50.000 euros aportados por el obispado. Gracias a la implicación de la administración autonómica no sólo se van a poder acometer los trabajos indispensables para que el templo pueda reabrirse.
La cantidad aportada en el marco del señalado convenio va a permitir materializar plenamente el ambicioso proyecto de recuperación y puesta en valor de diversos elementos de esta iglesia neoclásica, que el tiempo y las desafortunadas intervenciones de los años 60 y 70, habían ido ocultando (con tabiques de ladrillo, enfoscados de cemento, carpinterías de aluminio y antiestéticos terrazos), restando carácter a un interior que, aunque ciertamente austero, si poseía originariamente una gran riqueza espacial y material.
Para ello, el proyecto de los arquitectos José Romero y Manuel Amable Romero pretende rescatar elementos como el arco del altar mayor, los huecos de las tribunas superiores o las hornacinas laterales, que formaban parte de la iglesia y manifiestan sus verdaderos valores tanto artísticos como patrimoniales, dotándola de su singular carácter e identidad. Así, se espera que esta actuación de rehabilitación y restauración permita mostrar el real refinamiento constructivo de esta iglesia y su elegante espacialidad interior.
Una recuperación de huecos que, además, ante la irremediable pérdida de sus retablos neoclásicos (a mediados del pasado siglo), permitirá poder ubicar algunas de las imágenes más representativas de las cofradías de Dolores, que tanta importancia tienen en la Semana Santa, pudiendo así dotarlas de un lugar adecuado para su culto.
Además, las catas previas realizadas estos días en el descontextualizado terrazo del templo, permiten ser optimistas en cuanto a la recuperación del suelo original de losas de granito de finales del siglo XVIII (hacia 1790), un histórico pavimento que, si finalmente puede ser recuperado, contribuirá a la puesta en valor de uno de los más antiguos conjuntos religiosos del barrio de la Magdalena.
Finalmente, las obras tampoco olvidan el papel que las cofradías de Dolores juegan en las procesiones de la Semana Santa, para lo que se ha previsto una actuación sobre el “corralón” adyacente al templo, dotándolo de una nueva estructura de madera y zinc (en vez de la obsoleta y corroída estructura de perfiles de acero y chapa galvanizada existente).
Actuaciones que permitirán mejorar la escenográfica fachada del templo hacia la calle Méndez Núñez, al recuperar el retranqueo de la puerta del corralón y mejorar el cierre existente para permitir observar la torre que había quedado oculta tras el actual portalón. Esto permitirá dotar de un nuevo marco a la salida y recogida de los distintos pasos, además de dar una mayor presencia y protagonismo a la fachada del templo, ayudando a realzar más, si cabe, el magnífico conjunto arquitectónico y urbanístico de la plaza de Amboage.