Ángel Mato debería hacer un poco de autocritica después de los resultados electorales

José Carlos Enríquez

Los médicos curan, los abogados resuelven litigios, los arquitectos construyen edificios, los periodistas informan. ¿En qué consiste la razón de ser de los políticos? Si se debiera responder esa pregunta solo con lo que se ve habría que decir que se calumnian y se difaman entre sí, hacen denuncias continuas sobre sus adversarios, tienen una activísima presencia en las redes sociales en las que incluyen selfies y tratan de mostrarse habilidosos en actividades ociosas y zalameros con sus posibles votantes.

Esta es la principal razón de ser de la profunda y creciente decadencia del PSOE de Ferrol: mientras los dirigentes se pelean, las anomalías se acumulan y se agravan porque nadie se ocupa de ellas en forma idónea.

Una campaña electoral es pasión, trabajo las 24 horas del día y atención permanente. Las campañas no admiten distracciones porque sus consecuencias pueden ser letales. Se dice que la campaña comienza el día después de las elecciones. Es lo que ahora se llama campaña permanente, aquella que va construyendo a través de los medios de comunicación un relato diario del gobierno y de la oposición durante toda la legislatura.

Pero, parece que Ángel Mato  ha empleado el modelo dinosaurio es decir: la campaña electoral al viejo estilo.  El eje es el candidato, sus ideas y sus proyectos. Enamorado de su discurso, el candidato cree que basta con soltarlo por doquier para que los electores corran a votarlo.

Para definir una campaña negativa podemos decir que es aquella que más que ocuparse de remarcar las virtudes de un candidato apunta a resaltar los defectos del adversario: un candidato no realza sus elementos propios positivos sino que destaca lo negativo que representa al oponente. (García Beaudoeux: 2005:211) Se procura desprestigiar al oponente en cuestiones personales exponiendo verdades a medias que se presentan como completas. Al mismo tiempo los acusadores se colocan en el papel de virtuosos, y dotados de una serie de valores socialmente aceptados.

Muchos políticos piensan que la realización de una campaña negativa no les traerá mayores perjuicios y que el único afectado es el atacado. Esto no es así y la experiencia ha demostrado que en una gran cantidad de situaciones quien ataca, si lo hace infundadamente y de manera muy agresiva termina perjudicando su imagen.

En opinión personal las campañas electorales negativas generan más perjuicios que beneficios, ya que deterioran el sistema democrático y deterioran la imagen de la política misma, introduciendo pautas de poca civilidad y comportamiento responsable de la clase política. Por ello es que resultaría plausible que los sistemas electorales introdujeran normas sancionatorias destinadas a desalentar en los candidatos este tipo de prácticas.

Políticos ensimismados en sus propios negocios, aferrados a su cuota de poder sin el menor rastro de la vocación de servicio que deberían tener no permiten ser optimistas en un año en que se sacarán los ojos con tal de retener el poder o arrebatarlo aquellos que no lo tienen.

 La clase política solo ve sus derechos y privilegios, en ningún caso son capaces, ninguno o casi ninguno, de hacer autocrítica y rectificar sobre lo que han hecho mal y siguen así. El ego les puede a casi todos y solo con el fin de aferrarse al sillón del poder.

Ángel Mato podría aprender un poco de la renunciante primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern: “Me voy -dijo- porque con un papel tan privilegiado viene la responsabilidad de saber cuándo eres la persona adecuada para liderar y también cuándo no lo eres”.

Aunque pueda pensar que la palabra “crítica” nunca puede llevar a nada bueno, se equivoca. La autocrítica positiva es aquella autocrítica constructiva, la que sirve para algo positivo. La que nos hace avanzar, aprender de los errores, mejorar y en definitiva nos empuja a crecer y es que como bien dice el refrán “rectificar es de sabios”.

La autocrítica constructiva señala aquello que se ha realizado mal, pero se asume y se afronta de una manera que permita construir y nos lleve a alcanzar unos objetivos.

Las personas con una autoestima sana y fuerte son capaces de hacer este tipo de autocrítica cuando han cometido un error o cuando se han equivocado. Es un síntoma de madurez mental.

Un liderazgo político fuerte requiere una buena dosis de integridad y honestidad, además de proximidad y esa chispa especial que le hace a un líder político merecedor de esa expresión que dice “llega a los ciudadanos”. Capacidad de ponerse en el lugar de los que tienen un sufrimiento, necesidades o exigencias. Pero no podrá hacerlo sin humildad y aquella integridad referida. Cuando su liderazgo une ambos atributos, es lo que conocemos por carisma y que decimos de tal líder que es muy carismático. Esas cualidades las hemos podido ver en el discurso de Rey Varela eldía de su toma de posesión como alcalde..

En esencia, el poder político proviene de la capacidad de comprender lo que otras personas necesitan y también desean, o dar respuesta a reclamos de la ciudadanía sobre una cuestión que afecta a determinado colectivo y un largo etcétera, de cuestiones que rigen la vida diaria de los ciudadanos.

Así pues, las causas que mueven al quehacer político son muy diversas: responder a una vocación, hacer una carrera profesional, embarcarse en una aventura, procurarse una distracción. El quehacer político es, en el primer caso, respuesta a una llamada; en el segundo un «modus vivendi»; en el tercero, oportunismo pragmático; y en el cuarto y último, un simple divertimento ocasional. Sólo en el primer caso se define el político auténtico, atraído por «la necesidad, fecundidad y nobleza de la acción política» (Pablo VI a la «Unión Interparlamentaria europea«, 23-IX-72).

Bien, José Manuel, nunca es tarde si la dicha es nueva, siempre será tarde si la derecha es vieja. Da un paso adelante, no se trata de sobrevivir a los escombros, sino de construir un Ferrol moderno del siglo XXI.
 

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