Sabores ártabros-Semana Santa

José Perales Garat

Para los que llevamos décadas asistiendo y participando en la Semana Santa ferrolana hay una serie de momentos que son irrepetibles aunque se repitan todos los años, por contradictorio que pueda parecer. El Domingo de Ramos, para empezar, es día de estrenar ropa (el Domingo de Ramos al que no estrena le cortan las manos, dice mi madrina, que seguro que sabe de qué habla), bendecir los ramos y asistir a las procesiones con la Borriquita, esa que se dice que fue la misma que llevó a la Virgen a Belén y acompañó a Jesús en el portal, aunque fuentes bien informadas me comentan que dado que la esperanza de vida del burro mediterráneo va de quince a veinte años es más que posible que no fuera el mismo… ¡Y eso lo dicen estando implicado Jesús, que es capaz de todo! Pero bueno, el caso es que a ese día también se le podría llamar “el primer día del año en el que es imposible encontrar mesa en Ferrol”, aunque suena un poco largo. Mi recomendación para comer ese día es, cómo no, optar por alejarse un poco de los lugares más concurridos o, tal vez, dejarse caer por esos nuevos locales con los que los retornados no cuentan, e incluso reservar un pollo u otra cosa en Asasur, Unocome o A pedir de boca.

Esta estrategia (siempre que no hayáis reservado ya) no puede repetirse en el resto de días grandes, claro, especialmente tras la procesión del Cristo de los Navegantes por Ferrol Vello, que para muchos marinos de tierra adentro es precisamente el momento en el que empieza la Semana Santa, puesto que es la
primera gran concentración de retornados (éste sería el momento “por fin te miro, Ebro famoso” si fuéramos de Zaragoza o hubiera una zarzuela ferrolana que exalzara a los indianos, pero como no la hay, se suele repetir “este año hay más gente que nunca”, y aunque este escribidor desconoce a cuándo se
remonta ese nunca, es cierto que cada año hay más gente). Este día es también en mi familia una jornada tradicional de reunión, ya que de navegantes vamos bien servidos, y supone la primera enchenta de verdad tras la Cuaresma, al menos en teoría: recibir a esos familiares a los que no ves desde Navidad es un motivo tan bueno como otro cualquiera para reunirse en torno a una mesa y sacar las guitarras de sus fundas.

El Jueves Santo tiene dos hitos culinarios fundamentales a los que se une la primera granizada de pipas por las calles de Ferrol: yo emulo con mis escasos conocimientos de la cocina palestina de hace dos milenios el menú de la última cena: cordero lechal con pan ácimo y hierbas amargas, regado con un buen
vino tinto y acompañado sólo de mis más allegados. La idea no es mía, sino heredada de mi madre, pero la he ido desarrollando durante casi dos décadas y ya se puede decir que he alcanzado un grado de ejecución aceptable. Tras los oficios, el primer helado del año (al menos oficialmente), que este año será
seguramente en Bico de Xeado, cuyos responsables ultimaban los retoques necesarios para deleitarnos con sus propuestas mientras yo escribo este artículo , aunque echaré de menos los helados Puerta Real de Alexandra ́s, por lo que a lo mejor este año caen dos.

El Viernes Santo soy de guardar el precepto de ayunar y abstenerme de comer carne, por lo que trataré de mejorar mi receta de garbanzos con grelos y langostinos, de la que creo haberos hablado, y cenaré otra vez un bocadillo de tortilla en el Ankha, siempre que Don Samuel no se me enfade y me diga que voy en muy mal momento.

Y seguramente el sábado trataré de cenar fuera y disfrutar del día en que probablemente hay más gente en Ferrol de todo el año, y seguramente no encontraré sitio y recordaré que toda esta historia de la Semana Santa en realidad comenzó cuando una joven María buscaba hospedaje en Belén y al final acabó dando a luz en un portal, que fue precisamente como conocí el Boss, aunque yo no estaba a punto de dar a luz al Redentor y en realidad el Boss está bajo un soportal, o sea que no es del todo lo mismo.

Y en medio muchísimas novedades: nuevas cafeterías, pubs, un nuevo sitio de comida rápida para llevar, nuevos tronos, nuevos hábitos, nuevos recorridos… y a mí, que me encanta cambiar para que todo siga igual, me alegrará otra vez ver a Ferrol lleno hasta la bandera de propios y extraños disfrutando de nuestra
inusual celebración, si el tiempo y las autoridades lo permiten, claro, que eso no está ya en mi mano.

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